domingo, 18 de enero de 2015

Invierno


Tardó en llegar; pero esta mañana, por fin, al apartar las cortinas me topé con la lenta danza de los copos cayendo tras la ventana. Era este un invierno extraño: días despejados, primaverales mañanas, tardes caldeadas por el sol de poniente que invitaba a un paseo ligero de ropa por el campo... Noches frías, eso sí; pero soportables y con la luna brillando como una moneda de plata en el cielo (¿Cómo serán las metáforas a la luminosa luna llena a partir de estos tiempos tan tecnológicos: "luna de led azul"?). Llegamos a la casa familiar en Nochebuena con los pies calientes como si el trayecto se tratara de un amable paseo otoñal, celebramos la Nochevieja tirando petardos sin que se nos helaran las manos como ocurría en años anteriores en los que apenas podíamos rascar el mechero por tener los dedos ateridos. 

Pero ha llegado. El invierno blanco se asoma a las calles. Llega con un frío tolerable, como una caricia en las mejillas de un viejo amable. Lo esperaba impaciente. Tenía nostalgia de su soplo helado y su regalo de estrellas diminutas desplomadas en el suelo en número incontable formando una vía láctea espesa y blanca que alfombraba nuestros pasos.  Llevaba mucho tiempo calzando las botas de siete leguas para recorrer con mi imaginación soñados paisajes nevados. Ahora podré desempolvar mis botas impermeables, sentir el crujido de la nieve en mi mano para hacer una bola helada que lanzaré como un chiquillo, hacer muñecos arrastrando blancas bolas por el suelo, buscar palos, zanahorias, ropa vieja para hacer el monigote helado a la puerta de mi casa 

Llegó el momento de recorrer el campo, pisar ese suelo que cede levemente, avanzar con paso alto entre las pequeñas dunas heladas hacia la campiña, con su suelo virgen aún no hollado más que por las diminutas pisadas de los pájaros o las livianas huellas de algún conejo. Admirar la nueva arquitectura de los árboles, las suaves formas de las colinas, la brillante joyería de los tallos, el reluciente cristal de los canelizos en los tejados. 

Respirar por la nariz sintiendo el aire glaciar penetrando dentro del pecho,  beber  un sorbo helado de la fuente,  chupar un carámbano arrancado de su caño, tocar la nieve, probar su textura, romper las cristaleras de los charcos, resbalar por la plana pendiente de una calle... 

El invierno llegó. Y con él vuelve mi infancia. Están frescas aún las sensaciones de mi invierno burgalés  en la nevera de los recuerdos. Bienvenido, viejo amigo, con tus barbas de plata. Te echaba de menos.  

sábado, 10 de enero de 2015

Los libros del invierno: "El Camino Inmortal"


Mi hermano Miguel, que conoce bien mi afición por los caminos y mis experiencias en ellos (algunos los hemos recorrido juntos), me regala, allá por mi cumpleaños, un relato de peregrinación. Ya lo hizo en otra ocasión con "Peregrinatio" de Matilde Asensi y lo hace ahora con "El Camino inmortal" de Jean-Christophe Rufin. 

Reconozco que los libros en primera persona y especialmente los autobiográficos, a poco que el autor merezca la pena, me encantan. Las biografías, las reflexiones personales, la propia perspectiva del escritor me interesan; me parecen más valiosas que las historias de ficción, o la impostura de muchas obras escritas en tercera persona. Daremos por supuesto que el autor no miente ni inventa (mucho suponer, desde luego) cuando habla de sí mismo así que -con la presunción de veracidad- todo se vuelve más auténtico, más vital. Me sumergí en su relato de peregrino esperando contrastar experiencias, contraponer opiniones, comparar perspectivas... Para mi sorpresa muchas de las impresiones que refleja el autor coinciden con las mías. Sus análisis de las motivaciones de los peregrinos, sus descripciones del paisaje y los personajes que va encontrando, incluso la progresiva transmutación del alma peregrina podría firmarlas yo mismo. De esta manera, empecé a devorar sus páginas animado por cada anécdota, espoleado por las referencias comunes... Fui descubriendo su "buen camino"  desde la perspectiva de peregrino algo experimentado (he realizado la peregrinación 5 veces y desde 4 rutas diferentes) y me sentí identificado por los lugares y experiencias comunes. Efectivamente me reconozco en la memoria del autor, en sus sensaciones (sensoriales, espirituales, sociales e incluso religiosas) en los puntos de paso (ciudades, pueblos, monasterios y ermitas, albergues, accidentes geográficos, pasajes singulares), en sus puntos de vista (los agudos análisis de los personajes y colectivos),  en el variado abanico de personalidades (peregrinos de múltiples nacionalidades, comerciantes, monjes, curas, paisanos y otros personajes variopintos pero, todos ellos, con puntos en común con los que yo he conocido) y en las inusuales situaciones que vive (albergues repletos o miserables, la naturaleza inhóspita u hospitalaria según la fortuna, la meteorología imprevisible...)

  Leí el libro en invierno, aprovechando las vacaciones de Navidad y la estancia junto a mis ancianos padres, con un poso de remordimiento ante las ausencias que su lectura absorta provocaba en los repetidos intentos de conversar que intentaba mi madre, que tiene tan pocas oportunidades de tenerme cerca.  En esas horas de lectura reviví mis andanzas por los verdes pastos del País Vasco y su amable travesía bastante alejada de las carreteras y discurriendo por hermosos parajes, la dura y decepcionante travesía de Cantabria (mi hermano Migue Ángel, ya lo había descrito con precisión en su pesimista relato "El camino del desastre" a su paso por esta comunidad), las experiencias místicas y la belleza del tramo asturiano (El conocido como "Camino Primitivo"), el multitudinario encuentro con el Camino Francés, el extrañamiento en la llegada a la ciudad de Santiago de Compostela, más acentuado aún al ser la meta final del peregrino... Identifico personajes comunes: los sufridos peregrinos de lejanas tierras, los exóticos caminantes de aspecto singular, las riadas de turistas que curiosean al peregrino y le fotografían como a animal de zoológico, los albergueros, los comerciantes, los paisanos más o menos hospitalarios... Resucito sensaciones comunes: el cansancio, el sudor, los pies destrozados, el peso de la mochila, las incomodidades de los albergues, la comida de fortuna, la indolencia ante las prisas de la gente, la camaradería entre peregrinos, la excitación de los encuentros, el espíritu abierto, la admiración de un amanecer, la belleza de un paisaje... 

Jean Christophe Rufin -el autor- empezó a escribir después de pasar años ejerciendo de médico. De hecho fue uno de los fundadores de “Médicos sin fronteras”. Más tarde estudió en Science Politique. Su primer destino como diplomático fue Brasil donde -cuenta- “no tenía mucho trabajo y gracias al dinero del gobierno francés, empecé a escribir mi primera novela”. Posteriormente fue embajador Senegal y Gambia. Con la edición de su novela "Abisinio", publicada en 1997, ganó el Premio Goncourt y el Grand Prix de la Academia Francesa. Le siguieron otras obras como Rojo Brasil (Premio Goncourt 2001), Globalia, Katiba, etc. Hasta que en 2008, Jean Christophe Rufin fue elegido miembro de la Academia Francesa. En 2013 publica "El Camino Inmortal". Este libro, que fue editado en una pequeña editorial francesa, cuenta en primera persona la experiencia del autor y su viaje a Santiago caminando los 850 kilómetros que recorren el llamado Camino del Norte. Elige tomar esta variante desde Hendaya, la menos transitada, y del modo mas anacrónico y duro: a pie y en solitario, despojado de honores, títulos y recursos ajenos a la figura anónima y humilde del peregrino según la tradición.

El libro tuvo un éxito tan grande en Francia, que acabó número uno en la lista de los libros más vendidos. A los pocos meses había superado el medio millón de ejemplares en Europa. Esto sorprendió al autor que había dado al libro un enfoque más existencial que religioso (lo que, quizás, le hubiera aportado mayor número de lectores). En la obra realiza una reflexión espiritual  pero no necesariamente cristiana de la experiencia y de los hitos del recorrido: iglesias, ermitas... pero el autor señala que ha visto referencias en los libros firmados en los albergues de personas de todas las creencias: budistas, musulmanes, católicos, cristianos por supuesto... En realidad, la mayoría parece realizar el camino para estar en contacto con la naturaleza y consigo mismo y, aunque en las motivaciones se encuentran muchos puntos en común, también las hay muy variadas.

La edición en español la realiza la editorial Duomo, en marzo de 2014 y está traducida por José Ramón Monreal. El título original: "Inmortelle randonée. Compostela malgré moi" se transforma en "El  Camino Inmortal", un título acortado que lo hace más pomposo y equívoco. Sorprende que un autor de reconocido prestigio y fama mundial como J-C Rufin se embarcara en un viaje de incógnito, solitario y a pie, por un país vecino en una ruta donde priva el anonimato, la austeridad y la insignificancia ante a la grandeza de una gran ruta (casi mil kilómetros de travesía). Destaca el autor que se embarcó en el proyecto casi por casualidad, empujado por una serie de circunstancias imprevistas. Tomó las cosas como le venían y no se arrepintió: "Cuando partí para Santiago no  buscaba nada y lo encontré" dice en su portada.  "A lo largo del relato se revela como un observador lúcido que retrata con sentido del humor su travesía. Coloridos retratos, anécdotas divertidas, un delicioso ejercicio de autocrítica para quienes van a la búsqueda de nada y les mueve la pasión de seguir caminando.". La crítica ha alabado su obra y los lectores la han avalado con su adquisición masiva. La razón es que, sin pretensión alguna, acaba sorprendiendo y divirtiendo. No nos aburriremos ni un minuto y, además, nos hará pensar. Algunos de nosotros, además, nos reconfortaremos con los recuerdos  compartidos.

Como yo, humilde escritor de varios relatos de peregrinación, Rufin no escribió un diario, no anotó sus comentarios sobre la marcha; sino que, semanas después de terminarlo, pescó en las aguas ya reposadas del recuerdo para contarlo. Posiblemente, en la distancia, se ven las cosas de forma diferente: "Y es escribiendo que yo hice el verdadero camino. Esta el Camino físico que es cuando uno lo realiza, y luego está el camino literario que me permitió darme cuenta de mi cambio. En el desprendimiento de las cosas. En mi deseo de querer ir a lo esencial."

NOTA: Propias experiencias como peregrino y las de mi hermano Miguel Ángel están recogidas en un libro publicado en Bubook. No me arrepiento de los esfuerzos que su redacción y edición me ocasionaron; los recuerdos preservados, las sensaciones revividas merecen la pena. Hoy he vuelto a releer "El Camino Primitivo" escrito y realizado en el año 2000. Las sensaciones de los peregrinos, a 14 años vista, me revelan que las experiencias del camino son intemporales y comunes; al tiempo que profundamente personales.

jueves, 8 de enero de 2015

Los libros del invierno: "Nadar contra corriente"


A veces un libro cae en tus manos de manera insospechada. "Nadar contracorriente" es uno de esos ejemplares que te ponen en las manos tras descubrir que tú has publicado también alguno. En un principio acepté leer al menos algunos capítulos. Me sentía un poco comprometido pues me lo recomendaba el abuelo de una alumna mía. El autor era un familiar suyo y, según me contó, muy comprometido con la enseñanza.

Así que hice mis deberes y, sin mucho entusiasmo, empecé a leer esta historia escrita por Pío Maceda y que recoge, en forma de diario sus avatares ante una clase le literatura a adolescentes de un instituto de Secundaria de Madrid. Terminé leyéndolo de pe a pa en Navidades. Deber cumplido y con gusto.

Desde las primeras páginas sentí el tema muy cercano. Al igual que el autor yo soy profesor (en este caso de primaria) y como él, me siento a veces desconcertado ante las actitudes de los alumnos. Manuel (alter ego del autor) se enfrenta a sus clases tenso, envarado... le es difícil conectar con esos niños aparentemente desmotivados y pasotas. Gracias a su buena disposición y también a la inesperada ayuda de un ex alumno suyo y de otros compañeros (entre ellos su propia esposa, profesora de E. Primaria) se va ganando la confianza y el interés de la mayoría.

Desde el comienzo de la lectura me vinieron a la cabeza varias películas de la misma temática: Rebelión en las aulas, El club de los poetas muerto... El tratamiento es en todas ellas similar: la dura tarea de convencer a un grupo de alumnos díscolos y negativistas en personas que sean capaces de reconocer el valor de la educación que reciben. Manuel, nuestro protagonista intenta ser un buen profe ("guay", en el lenguaje juvenil), pero se enfrenta a las rígidas estructuras que imperan en la enseñanza (y que él mismo hubo de superar para llegar a la docencia). Por eso intenta nadar a contracorriente, reflexionando en el libro sobre lo duro y realmente difícil que es dadas las circunstancias actuales.  
 
Rebuscando en las escasas notas biográficas que podemos encontrar en internet nos informan que Pío Maceda nació en Cancela (León) en 1950. Fue maestro de educación primaria desde 1971 y ha prestado servicios en Galicia, Cataluña y Madrid. Ha participado, y participa, en los movimientos y en el sindicalismo de enseñantes, es responsable de la revista TE de la Federación de Comisiones Obreras de Enseñanza de Madrid, formó parte del grupo que impulsó FUNCOE y "Save the Children" en España, es miembro del colectivo "Lorenzo Luzuriaga", colabora habitualmente en la revista Escuela, y es autor de diversas obras sobre temas educativos, una de ellas de índole en buena parte autobiográfico-profesional como "Nadar contra corriente" (Barcelona, Laertes, 2004).

Como confiesa él mismo al final del libro, los protagonistas (profesor y alumnos/as) del libro son imaginarios aunque, estoy seguro, que muchas de las situaciones las ha conocido de primera mano. Me ha extrañado un poco que sitúe su obra en un IES (él ha sido, a lo que parece, profesor de EP). A veces las conversaciones en las clases suenan un poco forzadas, quizás por ese motivo. Sin embargo, se nota que conoce el ambiente del profesorado en los centros.

El texto nos deja un cierto sabor agridulce. No es un éxito completo (no todos "entran por el aro", ni lo hacen al 100%) pero poco a poco va consiguiendo cosas: un inesperado interés por algún texto medieval, la implicación en el taller de literatura, un mejor ambiente en clase, cierta espontaneidad y confianza en los diálogos...

Os dejo un párrafo de la reseña que resume las intenciones de la obra:

"Nadar contra corriente refleja las relaciones delos adolescentes con el profesor y las de este con ellos y consigo mismo, enfrentado a la contradicción de unos objetivos que, en ocasiones, son inalcanzables con sus únicas fuerzas"

De ahí ese regusto amargo...

miércoles, 7 de enero de 2015

Relatos breves

Tengo miedo de escribir, es tan peligroso... Quien lo ha intentado, lo sabe. Peligro de revolver en lo oculto y el mundo no va a la deriva, está oculto en sus raíces sumergidas en las profundidades del mar. Para escribir tengo que colocarme en el vacío.Clarice Lispector

Al filo del final de las vacaciones de Navidad, termino a toda prisa mi colección de relatos breves.

Todos los relatos aparecidos en el blog, más otros que no tenía publicados los he recopilado en este libro. Suspiro satisfecho: misión cumplida.

La colección abarca unos 180 relatos cortos (desde relatos hiperbreves a microrrelatos, narraciones breves o pequeños relatos de ciencia ficción), algunos de ellos han sido presentados a diversos certámenes. El estilo intenta ser ágil y vigoroso y la temática variada. La perspectiva desde la que se afronta pretende ser original.

En fin. Una curiosa prospección al mundo de los sueños, la fantasía, la ironía y la sorpresa.

El volumen está dedicado al personaje imaginario Roy Batty (Blade Runner)
“Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo... como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”.

martes, 6 de enero de 2015

Poemillas y cuentos escolares


Os presento un libro más, en este caso una recopilación de poemas, letrillas, cuentos, adivinanzas y trabalenguas. Son poemas realizados con los alumnos o para ellos. Realizados para aprender, celebrar o símplemente jugar son una colección de trabajillos del día a día, transcritos a veces con los dibujos o letra scrip como un escolar.

Las vacaciones dan de sí para recuperar estos poemas que son un pedazo de historia profesional y personal.

Para quién le pueda interesar. La versión en papel no llega a 10 euros y en libro electrónico tan solo 1 euro.

En breve se publicarán dos libros más en los que estoy trabajando: uno de relatos y otro de poesía. Mientras tanto intentaré alimentar el blog con algunas reseñas de los libros leídos este invierno.

Saludos a los que pasáis por aquí.

jueves, 1 de enero de 2015

Peregrinación Lebaniega en el año Santo de 2006

Una familia con raíces en Ayuela realiza a pie la peregrinación desde Ayuela a Santo Toribio de Liébana con motivo del Año Santo Lebaniego.


Este año 2006 es año Santo Lebaniego. Es decir que cae en domingo el 16 de abril, festividad de Santo Toribio. La peregrinación desde Ayuela hasta la Liébana surgió con la idea de hacerla más original y auténtica. La peregrinación más auténtica es la que sale de tu casa. Con esa decisión preparamos sobre los mapas caminos usados, hasta no hace mucho tiempo por los lugareños en sus pasos desde la meseta hasta la Liébana y viceversa. No es un trayecto del todo original. Ni siquiera es el más recto, porque proyectamos algunos pasos interesantes.
Desde Ayuela íbamos ir 3 adultos y 3 niños Debido a las pocas posibilidades de pernoctar en un sitio decente, propusimos ir con un coche de apoyo. Era necesario transportar tiendas de campaña, sacos y esterillas para dormir y comida. En el Brezo se nos juntaron 5 amigos de Burgos. Toda peregrinación tiene su credencial que acredita el paso por la ruta propuesta. La peregrinación oficial parte desde Santander, y es allí donde te dan la credencial oficial. Nosotros tuvimos que hacer una credencial casera...
Así comienza el detallado relato de Miguel Ángel Grande que nos cuenta los 5 días de peregrinación a pie desde Ayuela al Monasterio de Santo Toribio de Liébana.






Travesía Ayuela-Santo Toribio de Liébana


(Agosto del 2006)


Este año 2006 es año Santo Lebaniego. Es decir que cae en domingo el 16 de abril, festividad de Santo Toribio. La peregrinación desde Ayuela hasta la Liébana surgió con la idea de hacerla más original y auténtica. La peregrinación más auténtica es la que sale de tu casa. Con esa decisión preparamos sobre los mapas caminos usados, hasta no hace mucho tiempo por los lugareños en sus pasos desde la meseta hasta la Liébana y viceversa. No es un trayecto del todo original. Ni siquiera es el más recto, porque proyectamos algunos pasos interesantes.
Desde Ayuela íbamos ir 3 adultos y 3 niños Debido a las pocas posibilidades de pernoctar en un sitio decente, propusimos ir con un coche de apoyo. Era necesario transportar tiendas de campaña, sacos y esterillas para dormir y comida. En el Brezo se nos juntaron 5 amigos de Burgos. Toda peregrinación tiene su credencial que acredita el paso por la ruta propuesta. La peregrinación oficial parte desde Santander, y es allí donde te dan la credencial oficial. Nosotros tuvimos que hacer una credencial casera.



DIA PRIMERO (Ayuela de Valdavia-Cornón de la Peña)


Con las primeras luces del alba nos ponemos en camino. La mochila ligera y el frescor de la mañana nos hacen caminar raudos .Ni siquiera cumplimos el rito de pararse a beber agua en la fuente del caño cada vez que se pasa por él. Pasando la casa de Felicísimo, al final del pueblo, torcemos a la derecha y seguimos la pista asfaltada hasta el polideportivo. Esta es la pista que no debemos abandonar hasta pasado Tabanera. Los campos de labor nos rodean. A estas alturas de verano, el olor de la paja segada envuelve el ambiente. El asfalto desaparece y seguimos la pista. Dejamos al lado el término de “La Pedorra” y su concho de agua.


En poco más de media hora nos presentamos a la altura de Tabanera. Sin entrar en el pueblo nos dirigimos hacia el monte boscoso que tenemos enfrente (Monte Santiago). Antes de llegar nos encontramos con la fuente del “Perenal”. Este potente manantial se considera el verdadero nacimiento del río Avión. Es el soporte de agua más importante que tiene en el curso alto y en verano el único.Enseguida vemos un cartel que nos indica la dirección de la Ermita de Santiago. Son 600 metros de ascenso hasta el interior profundo del monte donde se sitúa esta ermita recuperada por los habitantes de Tabanera. (¿Tendrá algo que ver con alguna antigua ruta de peregrinación jacobea?)

En esta ocasión obviamos este paseíto. Seguimos río arriba el cauce seco del Avión durante 45 minutos. Esta zona, rala en vegetación, es aprovechada por los lugareños para pastoreo y apicultura. Entramos después en un mar de pinos. En 10 minutos encontramos una pista con buen firme (han echado gravilla). La cogemos por la derecha. Cruzamos el cauce seco del río e iniciamos una ascensión de más de 1 Km., hasta que llegamos al páramo.


Los pinos nos acompañan y agradecemos su sombra. Siguiendo la pista y en menos de una hora, encontramos una torreta de vigilancia de incendios. Damos voces al vigilante de arriba, pero nadie asoma..A pesar de que la mañana está ya entrada, todavía no ha venido nadie. Unos minutos después encontramos la Laguna de Fontecha.


Esta laguna esteparia presenta buenas dimensiones. Nuestros ojos que no han tenido más perspectiva que pinos y pista agradecen este espacio abierto En este año de sequía y estando ya a mediados de agosto no hay ni una gota de agua en ella. Caminando llegamos hasta el centro mismo. Desde este punto parece que estamos en un gran coso taurino en el que las barreras las forman las salgueras y álamos del perímetro.


Salimos otra vez a la pista y en 20 minutos llegamos a la laguna del Campillo. Más pequeña que la anterior, también está seca.Cogemos la pista nuevamente hasta la laguna de Cornón. Paradójicamente, ésta, que es la más pequeña, es la que tiene agua. Algún ánade busca alimento sumergiéndose en el agua. Allí, en la orilla, a la sombra de unos robles nos ponemos a comer unos livianos bocadillos y una cerveza que traíamos envuelta en hielo.


Tomamos después la pista que señala dirección Cornón. Atravesamos los últimos pinos y podemos saborear en el horizonte la primera línea de la montaña palentina. En primer término la Peña Redonda, el Pico del Fraile, las montañas de Cervera. Más allá el Curavacas , vigía pétreo en nuestro camino hasta la Liébana.

Entramos en paisaje agrario. Cereal ya recogido, tonos amarillentos. El sol cae con justicia a estas horas, y nuestros pies, quejumbrosos, nos piden un ritmo más pausado. Siguiendo la pista divisamos Cornón. Antes de entrar encontramos un abrevadero al lado de un olmo seco. Obligada la foto. Aunque tengamos ganas no bebemos, porque dudamos de su potabilidad.

Cornón de la Peña está en un alto. No hay bar. En la portada de su iglesia barroca esperamos que Yolanda venga a recogernos. Mientras, hablamos con tres niñas del pueblo. La conversación, confiada, gira en las actividades veraniegas del pueblo y en las amistades hechas.

DIA SEGUNDO (Cornón de la Peña- Santuario de Nuestra Señora del Brezo)



Es tarde, muy tarde cuando llegamos a Cornón para hacer nuestra segunda etapa. Son más de las 12. Hoy, epata más corta, nos acompañan los niños. Salimos de Cornón por la carretera. A los pocos metros cogemos una pista a la derecha. Enseguida tomamos un camino menos marcado a la izquierda que pasa por un grupito de pinos. La pista que dejamos también llega a Viduerna, pero la utilizan los vehículos de cuatro ruedas. Por el camino vemos Viduerna y campo a través llegamos a él con cierta comodidad. La fuente del pueblo nos calma la sed

El pueblo tiene un pequeño bar que solo abre en verano. Enfrente de la Iglesia hay una casa que tiene aves exóticas. Los chicos miran curiosos.

Hasta Pino de Viduerna hay varios caminos cortos y sombreados, pero o nosotros somos tontos o los lugareños se explican mal. Así que decidimos coger una pista que parte a la salida del pueblo, por la derecha de la carretera a Santibáñez. En Pino visitamos a nuestra prima Josefina. Como era casi la hora de comer tuvimos que convencerla para que no hacerlo allí. Se nos haría muy tarde. Eso sí. Aceptamos gustosos un tentempié. Antes de salir visitamos a Benjamín del Amo. Este creador de la madera autodidacta, tiene montada en una nave una exposición de su talento natural. Igual te trabaja una cachaba que te hace esculturas de temática del mundo rural.

Buscar el camino más corto a Aviñante parece tan fácil, que terminamos equivocándonos y tardamos un rato más por un camino bien feo y sin una puñetera sombra. Los últimos minutos nos acompañó un vehículo oruga con un ruido infernal. Para que luego hablen de la tranquilidad y el silencio del campo.

Al llegar a Aviñante, Javi, nos está esperando con el coche. Ha encontrado un sitio interesante para comer y nos lleva en el coche hasta allí. Es la zona recreativa del “Molino del Manantial”. Para llegar allí hay que ir dirección Brezo y pasada la piscifactoría se coge el segundo ramal asfaltado que sale a la izquierda (desvío Canteras el Brezo) Un antiguo molino ha sido rehabilitado y el manantial que lo hacía funcionar ha sido adecentado.

Después de comer, Javi y yo bajamos hasta Aviñante para subir andando hasta el Santuario. Subiendo por la carretera llegamos a Villafría y preguntamos por las posibilidades de pernoctar en el antiguo albergue del Santuario. Parece ser que hace años que lo cerraron porque los ratones hacían imposible la habitabilidad

El ultimo tramo hasta el Santuario es terreno del roquedo. Siguiendo los postes que señalan el vía crucis recorremos el nuestro particular hasta llegar arriba. Dentro hay gente y está abierto. La patrona de la Peña está engalanada. Mañana celebrará una boda y hay que estar para la ocasión. Damos una vuelta por los alrededores y ponemos fin al paseo de hoy. La próxima vez no habrá coche para llevarnos a una cama confortable.




DIA ENLACE


Por la tarde se nos incorporan 5 amigos de Burgos que nos van a acompañar hasta el final. Desde Ayuela nos acercamos en coche hasta el Brezo. En la parte de atrás del Santuario montamos 3 tiendas. Problemas: a una de las tiendas, la que hace mucho que no utilizamos, le faltan piezas del mástil. No la habíamos revisado. Ni siquiera sabemos quién la utilizó por última vez. La tienda de emergencia que teníamos para estos casos se nos ha olvidado. Nos vemos obligados a añadir unos palos de madera para apuntalar la tienda. La cosa queda un poco inestable. Cómo se levante el aire alguien pasará una noche movida.



El sol se oculta entre las montañas y el fresco se hace notar. Protegidos del frío por la pared del santuario cenamos en frío. Tortilla española, empanadillas, tomate con sal (un buen isotónico), fruta...Organizar el día siguiente nos lleva su tiempo. ¿Qué coches se quedan? ¿Dónde? ¿Quién va en el coche de apoyo?

A las 11:30 Luis y yo decidimos ir a dormir al chozo que hay en el “Manantial del Molino” dónde comimos el otro día. El duro suelo de cemento, el olor a humo y animales y el frío que entre por la abertura de la puerta, acompañan nuestro sueño en espera de que el sol salga.


DIA TERCERO (Nª. Sra. del Brezo-Refugio de pescadores de Vidrieros)


Cuando amanece me levanto y me lavo en el manantial. El agua helada y el relente de la mañana hacen que esa obligación higiénica se reduzca a lo mínimo indispensable. Recogemos rápido y subimos al Brezo para encontrarnos con los demás. Son poco más de las 8 . Los primeros empiezan a levantarse. Con el primer sol que calienta ponemos en movimiento los preparativos. Unos preparan el desayuno. Otros recogen bártulos. La luna, luminosa al amanecer, va perdiendo su argento brillo.


A las 9:45 nos ponemos a andar por el camino que sale desde la fuente. En 10 minutos de subida fuerte empalmamos con la pista. El ascenso es ahora más suave. Bosques de rebollos y retamas nos acompañan. Al llegar a la ermita del Santo Cristo el sol ya calienta. Apenas paramos allí. La inspección es rápida. Los que hemos dormido en el chozo, miramos con envidia el modesto refugio adosado a la ermita.La bajada a Valsurvio no presenta problemas. Hay que seguir la pista principal escoltados por pinos y retamas. Desde el collado vemos las imponentes cimas del Espigüete y el Curavacas.



Valsurvio merece una visita sosegada para impregnarse de sensaciones de antaño. Un rincón donde el agua aflora a modo de oasis en medio de la sequedad de los retamales circundantes. Poco a poco la maleza y los servales van invadiendo caminos y casas. No nos detenemos mucho tiempo. Buscamos el camino a Triollo. Después de mirar el mapa, decidimos coger un camino a la derecha, ya poco marcado, que sale justo enfrente de la fuente que hay a la entrada del pueblo. En los primeros 300 metros el camino está invadido de piornos, pero luego se hace más visible. Siguiendo los mapas con atención este tramo no tiene pérdida. Primero se camino por pinares y luego por terreno despejado.

Empalmamos con la pista que viene de Camporredondo. Al lado de un puente que cruzamos; en un pequeño pinar sito al lado de un arroyo, paramos para comer. Es un lugar fresco. Tan fresco, que para echar la siesta, nos tenemos que poner chaquetas y jerséis. La siesta, con todo, es un fracaso. David se empeña en estropearla a todo el mundo. ¡Qué capacidad!: Un mocoso perturbando la siesta, uno a uno, de 9 adultos.


Llegados al embalse de Camporredondo, seguimos por su orilla hasta alcanzar el pueblo de Triollo. Paramos lo justo para tomarnos una cervecita o un helado y para que nos sellen la credencial que acredita que hemos pasado por ese lugar.

Hasta Vidrieros no encontramos otro camino que la carretera. En el pueblo cogemos una pista de firme duro que en 2,5 kilómetros nos acerca a un refugio de pescadores del que tomamos posesión cuando llegamos. Los niños primero y los demás después nos metemos en el río para bañarnos. La poca profundidad hace que sea necesario tumbarse en el lecho pedregoso. Sorprendentemente el agua está caliente, con lo que el relajo es mayor. Con pereza vamos preparando las cosas para pasar la noche. Cenamos en el pórtico del refugio. Ensalada, tortilla y algo para picar, fruta.


Cuando el sol se oculta, el frío empieza a hacerse notar. Una vaca espera pacientemente que vayamos a dormir dentro para hacer ella lo propio en el pórtico. Decidimos poner una barrera para que no pasara. Nuestras botas y ropa estaban por allí. Antes de ir al saco echamos al gaznate el brandy y pacharán que tenemos a mano. Mientras cerramos los ojos; prietos nuestros cuerpos cansados en un espacio suficiente, pero reducido, el frío rodea estos lares. Por la pista hacia Vidrieros todavía pasa alguno de los numerosos todoterrenos que circulan por ella.


DIA CUARTO (Refugio de pescadores-Dobres)

Cuesta salir del saco de dormir. Fuera hace frío. Ya es de día cuando, perezosamente nos levantamos. Primero los adultos, los niños después. Fuera del refugio nos percatamos de que el coche de apoyo tiene una ligera capa de hielo. Automáticamente subimos hasta el cuello los polares y esperamos a que el sol, que ya calienta las faldas de las montañas, caliente también nuestras caras y cuerpos.

Desayunamos rápido. Algunos cargamos la leche con un chorrito de “Veterano”. Ordenamos y limpiamos el refugio. Nos echamos a andar valle de Pineda adelante. Es de extrañar el poco arbolado que encontramos. Algunas salgueras en las orillas del río, arbustos en los prados y piornos en las laderas de los montes.

Llegados al puente Pucherín cruzamos el río y nos detenemos a realizar una cura de urgencia. Hilda, por no molestar ayer, se sajó una ampolla y algo más. Hubo que proteger esa herida. Dejamos a la izquierda lo que fue el puente Teblo. Todo un vestigio romano en medio de estas soledades. Seguimos el río Carrión hasta que encontramos el afluente Arúz. En adelante seguiremos ese curso de agua. Antes nos desviamos brevemente hasta el chozo-refugio de Santa Marina. Descansamos dentro. Que si agua, que si barritas energéticas... Desde esa altura vemos como los inoportunos todoterreno y quads que siguen esa ruta se desvían todos hacia los puertos de Río Frío.

Teniendo a la vista al arroyo Arúz seguimos camino señalado. Al poco, cruzando el río, el camino se dirige hacia una tenada. Nosotros seguimos por la orilla izquierda hasta que encontremos alguna de las sendas ganaderas que nos permitan andar con más facilidad. El camino sigue en ligero ascenso, nunca empinado. A veces la ruta nos obliga a vadear el río. Empalmamos con una pista que seguimos a la derecha.


Paramos a comer en donde podemos. Las sombras son nulas y el prado añejo a un pequeño regato de agua nos parece el mejor sitio. Sentados o tirados, damos cuenta de los bocadillos, fruta y tetra-brik de vino “Don Simón”. Hacemos un amago de siesta, pero el sol nos molesta y decidimos volver a andar. Con el mapa en la mano, el camino no tiene pérdida. Incluso se pueden intuir posibles atajos. El tránsito por la pista es un poco monótono y a esas horas se nos hace muy pesado. Las piernas empiezan a quebrantarse.


Antes de llegar al collado Arúz pasamos por otro collado en el que hay un refugio y ¡6 todoterrenos! Están almorzando. De buena gana habríamos tomado una de esas cervezas que se estaban echando a la andorga. Desde aquí se divisan por primera vez los Picos de Europa. En poco más de media hora llegamos a la divisoria de provincias. La llegada al collado Aruz es impresionante. Te encuentras en primera línea los Picos envueltos en un anillo nuboso, del que parece que van emergiendo. Hemos llegado a la Liébana. Fotos de rigor. A partir de aquí todo es bajar. Con nuevos ánimos eso es lo que hacemos. Aunque haya sequía el verdor de los pastos y los bosques de hayas y robles (“¡Por fin, árboles!”) hacen que nuestros pies anden más ligeros. Incluso algunos de nosotros que andábamos un poco estreñidos, aprovechamos para evacuar los intestinos. (Aunque nunca se escriba en las crónicas, en el campo se evacúa. Y bastante).

Buscando el camino más corto para llegar a Cucayo, nos vemos obligados a ir en ocasiones campo a través. Finalmente topamos con la pista buena. Luis, que iba hoy con el coche de apoyo nos está esperando por estos lares y nos recomienda un camino viejo que, alejándose de la pista, llega al pueblo, por un tajo que produce un arroyuelo. Le hacemos caso. Es una senda que rodea el roquedo que cobija el pueblo por la derecha. El camino es bonito, pero encontramos muchas dificultades. Nuestros pies ya no son los mismos. De saber esto la mayoría hubiera ido por la pista.

En Cuyo entramos en la posada, sellamos credenciales y tomamos una cerveza. El último tramo hasta Dobres lo hacemos por carretera en 12 minutos. En Dobres nos han dejado el suelo de las antiguas escuelas para dormir. Después de comparar los sitios en los que hemos dormido esto nos parece jauja. Antes hubo que hacer un poco de limpieza. Se nota que lo utilizan para las cuchipandas locales. En una esquina hay un montón de botellas de cava, espumoso, sidra. Todas sin abrir. Mientras las mujeres se asean en un pequeño lavabo que hay, los hombres hacemos gasto en la posada que nos ha prestado el local.

Hoy toca cenar caliente. Macarrones con salchichas, chorizo...,cerveza. Como mesa empleamos las antiguas, destartaladas y diminutas mesas escolares. Extendemos sacos, Hoy dormiremos más holgados. Los niños y los más cansados se van a dormir después de haber reventado alguna ampolla. Los demás todavía tomamos una copita antes de cerrar los ojos.


DIA QUINTO (Dobres-Sto. Toribio de Liébana.)



El despertar es placentero. El sol ilumina. Fuera hace fresco, pero no frío. Desayunamos tranquilamente, recogemos y limpiamos el local. Desde luego los hemos dejado más limpio que como lo encontramos. Costumbre que siempre solemos tener. Antes de echarnos a andar concretamos el dinero que debemos dar como voluntad por haber usado el local. Calculamos que en el camino de Santiago suelen ser 3 euros por persona disponiendo para tu uso de litera, ducha y hasta agua caliente y otros servicios. Decidimos pues dar 25 euros por los 11 que hemos dormido. La señora de la Posada que los recibe no dice nada, pero pone una cara que lo dice todo. No está conforme, pero no puede decir nada. Lo sentimos pero esto es una peregrinación, y las peregrinaciones tienen que ser modestas, hasta en los donativos. Por eso agradecemos que nos hayan prestado el local. Pero solo agradece quien lo ha recibido gratis.

Siguiendo las orientaciones de algún lugareño pretendemos ir a la aldea de Valcayo. Pero no encontramos un camino directo y hemos de dar un rodeo amplio por bosques y helechos altísimos. Con una hora de retraso sobre lo previsto llegamos a Valcayo. Este es un pueblito pintoresco. Metido en un rincón, son cuatro casas. Podía ser un rincón agradable. Pero no. Es un desastre. Descuidado, con una cochinera dentro del pueblo, casas derruidas y abandonadas a su suerte. En fin que no merece la pena detenerse.

Hasta la Vega de Liébana vamos por carretera. Antes de entrar paramos en una zona de baño. Al agua y el aire fresco no hacen nada agradable el chapuzón. Así que nos vamos. A la entrada del pueblo hay una señal que indica el camino a Santo Toribio por Tollo. Mientras indagamos otra alternativa por Campollo, bordeando la montaña de la Viorna, algunos nos acercamos al primer mesón que se encuentra en el pueblo según vienes de Dobres. No recuerdo el nombre. Pedimos una cervecita y les pido el favor de sellarme las credenciales. Parece que la acción de acercarme el sello del establecimiento es una tarea ardua, porque con credenciales en la mano, ocupando sitio en la barra, espero pacientemente 5 minutos a que se dignen a hacerme el favor. Por lo menos que me contesten que no me lo van a hacer. Al final opto por irme no sin antes mostrar mi agradecimiento por nada, por hacerme perder el tiempo.

Con los habitantes que hablamos hay disparidad de criterios sobre cual es el camino mejor. Muchas veces da la impresión de que a la gente del mundo rural se le ha olvidado andar y ya no sabe cual son los caminos que empleaban de jóvenes. Al final decidimos ir por el camino que han abierto para este año santo. El que va por Tollo y por Potes. El inicio de este sendero es una empinada cuesta de casi 3 kilómetros que nos hace regurgitar el bocadillo de chorizo y el vino “Don Simón” que hemos engullido. Con el sol en todo lo alto, el encinar que atravesamos apenas nos da sombra. Algunos empezamos a protestar. Queriendo evitar la subida hasta Campollo no contábamos con esta otra.

El camino tiene buenas vistas sobre el valle de Cereceda. Al fondo se ve la villa de Potes. Entramos en Tollo por el barrio de abajo. Hemos de ir al de arriba. Hasta Tudes es una subida fuerte por un descampado de las que te obliga a callar y a andar. En Tudes reponemos fuerzas en la plaza del pueblo a la sombra de unos nogales.

A partir de aquí, el camino llanea en medio de un bosque de encina. Se llega cómodamente hasta el desaparecido pueblo de Porcieda. En tiempos debió de ser importante, porque hay vestigios de un antiguo monasterio. Se pasa después por el increíble alcornocal de Tolibes. Parece que no andamos por el norte de España. Se entra en Potes por la parte vieja. Potes está atestado de gente. Menos mal que venimos andando porque si no tendríamos dificultades para aparcar. La zona vieja está muy cuidada y es francamente bonita e interesante. Salimos de la villa por la carretera que se dirige a San Glorio. Los coches, en una fila casi infinita avanzan pacientemente, muy lentamente. Cogemos el desvío al monasterio. Son casi 3 kilómetros de subida, por una carretera sin apenas arcén y con circulación abundante. El último kilómetro, y a indicaciones de unos lugareños, lo hacemos por una senda a la izquierda, paralela a la carretera. Está un poco cerrada y en algunos sitios, es hasta peligroso. Hay un talud de 8 metros sobre la carretera.

¡POR FIN! Llegamos a Santo Toribio de Liébana. La senda nos deja en la explanada de aparcamiento. Así como venimos, cansados y sudorosos nos acercamos a la basílica y nos informamos. Las misas de peregrino son por la mañana. Francisco, que traía hoy el coche de apoyo, ha gestionado la Lebaniega (Acreditación oficial de que se ha realizado la peregrinación) y el alojamiento en el albergue construido este año santo para estos fines.

Hecha la visita, vamos al albergue. Después de dormir estos días donde hemos podido, esto nos parece un lujo.(Literas con colchones, aseos y duchas con agua caliente, demasiado caliente. Cocina equipada con un montón de menaje disponible...). Lo primero es lo primero y como yo digo: toda peregrinación tiene su Lavacolla.( Me explico: Lavacolla es el lugar que hay antes de entrar en Santiago . Tradicionalmente los peregrinos, sucios del camino, se lavaban allí antes de entrar limpios en Santiago. Se lavaban hasta los “collons”.) Después de aseados cenamos cómodamente compartiendo comedor con un grupo que la nariz nos decía que eran presos en programa de conmutación de pena. Buenos chicos.

Cansados y con el pacharán y el “Veterano” ya terminados nos vamos a la litera un poco tarde.


DIA SEXTO



Nos levantamos sin prisas. Antes de ir a misa de 12 recogemos el dormitorio y llenamos los coches. Javi peque ha venido con un coche desde Burgos para entre dos coches volver cada uno a su sitio de origen. En la basílica hay mucha gente. La peregrinación se hace de muchas maneras . La mayoría viene en coche. Hoy hay un grupo de guardias civiles que ha venido a caballo. Otros hacen la peregrinación andando desde Potes. La oficial es desde Santander. Así que nosotros somos la excepción, porque ni siquiera tenemos la credencial oficial, sino una casera que hicimos para la ocasión.

En misa nos explican el porqué de un año santo y la importancia de la reliquia que se conserva allí. El "lignum crucis" es el trozo de la cruz de Cristo más grande que se conserva.. Al final de la celebración se venera el trozo de la cruz.



Ya en las afueras Javi y yo, que habíamos reservado para la ocasión la camisera de la Peña de los Enebros, nos hacemos las fotos de rigor en la Puerta del Perdón. Ahora solo habremos ganado el jubileo si confesamos y comulgamos antes de 15 días.

Como hoy no tenemos que andar, pero las piernas nos piden un poco de marcha, damos un paseo por los alrededores. Algunos dirigimos continuamente los ojos al monte de la Viorna a cuyas faldas se encuentra el monasterio. Todavía discutimos y pensamos si no hubiera sido mejor haber venido por algún camino escondido rodeando esa montaña , en vez de por el oficial que cogimos ayer. Nos quedamos con las ganas de hacerlo para otra ocasión.

La comida abundante y placentera es el último evento social que hacemos. Después de comer nos preparamos y nos vamos. Hemos pateado valles, páramos, montañas y collados. Hemos peregrinado desde Ayuela de Valdavia, cruzando las duras tierras de la cordillera cantábrica hasta las más generosas de la Liébana.