viernes, 19 de octubre de 2012

¡Cómo mola ser independiente!



Nuestro ministro de educación la ha armado parda (una vez más). Se le ocurrió exponer en el Congreso de los Diputados Español que se proponía "Españolizar a los niños catalanes" y ¡sorpresa! no le llovieron silbidos por el inadecuado y escasamente poético uso del pleonasmo (es perfectamente sobreentendible "españolizar a los españoles"), sino por la ofensa y reminiscencia retrógrada que, para muchos, tiene esa expresión.
Mal que bien, pese a quien pese, aunque duela, fastidie y moleste más que un grano en el culo: hoy por hoy, los habitantes de Cataluña son españoles; así que españolizarlos es lo que toca semánticamente hablando.
Que hay algo prejuicioso en el uso de ese concepto, no lo pongo en duda. Como un adolescente que se autoafirma ante el padre, Cataluña se siente avergonzada por sus progenitores (que conste que todos nos sentimos así últimamente desde que la crisis recortó el presupuesto familiar).  Me gustaría tantear cómo se sentiría un francés si le dicen que en sus escuelas "afrancesan" a sus niños o a un alemán si les "germanizan", o a un italiano si les dan una enseñanza "italianizante"... y, por supuesto, en Suiza, nadie se ofendería porque a sus hijos les dieran una educación"helvética" (en todos esos lugares sabed que así se hace; menos en la original España donde, al parecer,  es pecado "original").
Resulta llamativa la manipulación lingüística en todo lo referido a las nacionalidades. Recuerdo lo mucho que me sorpendió que el "español", mi lengua de toda la vida, pasara a llamarse "castellano" (en la mayoría de los países extrangeros siguen utilizando, lógicamente, el gentilicio) ¿Quién impuso esa injusta reducción semántica de la palabra? ¿Acaso al "francés" se le llama "languedociano" porque su origen estaba en la región de langue d'oc, o el inglés "frisón", "anglosajón", "juto"...? Pero, desde que la crisis nos ha aligerado de magro, estamos en carne viva y cualquier adjetivo escuece. Máxime cuando interesa echar sal en la herida para que te rasques y sangre.

En el nacimiento de las naciones, exiten  partos fruto de la unión de progenitores (bien sea consentida o forzada); otras se dan por desmembramiento (divorcio amigable o emancipación de la esposa), en algunos casos se produce por amputación violenta de los cuerpos originales y, por último, la reproducion asexual vía gemación.  Mi duda está en cuál es el caso de Cataluña. Podríamos pensar que su caso es como la reproducción del pólipo: Cataluña se comportaría como un gonóforo que crece y desea nadar líbremente desprendiéndose del cuerpo progenitor; aunque me da en la nariz que los catalanes consideran la cuestión como una unión forzada ante la que desearían  llegar a un acuerdo amigable con una sentencia de divorcio que le dejara resuelta la vida. Descarto la separación violenta por las cruentas consecuencias para los cuerpos resultantes y la emancipación es fráncamente difícil dadas las circustancias actuales (Dice Santo Tomás: En tiemos de crisis no hacer mudanzas").

Yo, hijo de esta España desde hace cincuenta y cinco años, he descubierto tarde, como hijo de divorciados, que en ese matrimonio multinacional no había amor. Cuando me preguntaban de pequeño si quería más a mamá o a papá, siempre decía: "a los dos". No entiendo esta separación cuando parece que el matrimonio iba tan bien: aunque mamá y papá discutían siempre acababan haciendo las paces.

 Ahora parece que uno no aguanta al otro. Se tiran los trastos a la cabeza. Uno de ellos ha ido a ver a su abogado para que le arregle el divorcio. Duermen en habitaciones separadas, hablan mediante mensajeros, azuzan a los hijos contra  la pareja respectiva...

No cabe duda. Si los catalanes realmente quieren la independencia la conseguirán. Sería mejor que lo hicieran cuando las cosas estuvieran más tranquilas y los problemas de la economía doméstica solucionados. No es el momento de discutir por los regalos que mutuamente se han hecho (que les ha habido y por ambas partes, no lo dudéis).  Malvenderán los muebles, buscarán otro costoso apartamento, necesitarán nuevas amistades, solicitarán el reingreso o el acceso a otros clubs, colgarán las señeras del balcón, exibirán orgullosos su pasaporte al llegar al pueblo manchego de sus padres charnegos por las fiestas patronales, agilizarán los procedimientos de doble nacionalidad para Iniesta, elevarán a la categoría de animal totémico al burro catalán, empezarán a reclamar el Rosellón francés (actual Departamenteo de los Pirineos Orientales), reescribirán los libros de historia para adaptarlos a la "catalanidad" y terminarán cantando:  "Yo soy, catalán, catalán, catalán...". La verdad: ¿Que habrá cambiado?.

¡Cómo mola ser independiente! Los de mi pueblo también lo reclaman. Ya lo procamaban en 1978 mis compañeros de Aranda de Duero cuando cantaban en la manifestación:
"Queremos una Aranda libre,
queremos un puerto de mar,
queremos una casa de putas
que pille cerca del bar"
 No hay nada como ser independiente. Y por pedir que no quede.

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