lunes, 28 de noviembre de 2011

Homo sum (8): Retos y vergüenzas.

Aquel hermano Marcos, director del juniorado, nos daba lenguaje. Recuerdo de aquellos tiempos una temprana afición a la literatura que tuve pronto que abandonar por mis problemas con el latín, la primer asignatura en mi vida que suspendí. Y por culpa de los latines siempre fui de ciencias.

Pero me iba la marcha literaria. Aquel año leí mucho. También me gustaba escuchar las lecturas seleccionadas de pequeños libritos que nos leía el hermano Marcos en clase. También se aprende a leer escuchando. Igual que recuerdo las lecturas colectivas en el Liceo Castilla, cuatro años antes. Lecturas que realizábamos de pie (aún no comprendo el motivo, pero seguro que lo había; los maristas siempre hacían las cosas por algún motivo). Recuerdo con simpatía que la fila de Velasco (puro nervio infantil) acababa siempre balanceándose a su compás invitablemente.

En uno de los temas del currículo se trataba la oratoria. Incluso en el aborrecido latín me parecía divertida la declamación y la oratoria. Nos entusiasmaba Cicerón con sus catilinarias: Quousque tandem, Catilina, abutere patientia nostra? y pasábamos uno a uno al estrado para declamar unas cuantas frases donde competíamos por la entonación y el gesto más enérgico y convincente.

En aquella ocasión nos enomendó la preparación de un discurso sobre un tema a elegir. Yo acepté la actividad como un reto y henchido de autosuficiencia y orgullo, pensando que sería capaz de salir al paso con cualquier tema, pensé: "no elijo tema, lo dejo al azar" Así que busqué un libro cualquiera. Resultó ser un libro religioso. Sobre la virgen y con contenido filosófico... En fin: ¡a lo hecho, pecho!

Cuando llegó mi turno y me planté ante el atril frente a la clase sentada en los primeros bancos de la sala abrí el libro en una página al azar. Leí unos cuantos párrafos y, durante los 10 minutos correspondientes, constuí mi discuro. Fueron 10 largos minutos que dejaron perplejo al público de iguales y sorprendido al profesor. A mí me avergonzaron. No quedó tan bien como yo hubiera deseado. Pero salí del paso.

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