jueves, 26 de abril de 2012

La cólera tenía un precio.


Hoy, ante ante una persona a quién quiero, estallé en cólera. Aún no sé como  lleguó a ocurrir. Pero sí sé una cosa: "La cólera tenía un precio"


Una indigestión de estres, una acumulación de frustración, un leve roce en la herida oculta de tus sentimientos y estallas en cólera. Entonces se desconectan tus cerebros y se impone poderoso tu cerebro de reptil. El instinto ordena entonces un coletazo rabioso y, lo único que  puedes hacer tu voluntad es dirigirlo contra un objeto inanimado. Lo paga la puerta en el portazo, la mesa en el puñetazo, la compostura en el gesto, la calma social en el grito selvático...

Quizás sorprendido por ese vecino del sótano que emerge poderoso, nuestro cerebro emocional se ve desbordad: Intenta sujetar los sentimientos desbocados que le invaden, tranquilizar las emociones alteradas, equilibrar los afectos... Una ola de remordimiento nos invade, nos embarga la pena. Nuestra parte emocional se debate entre comprender al inqilino violento de abajo y justificarselo al de arriba que se agazapa aterrorizado.

El habitante racional del piso superior, preso del pánico, piensa en las terribles consecuencias de esta situación descontrolada. Visualiza los momentos futuros donde va a ser difícil volver al status quo anterior. Valora los efectos desastrosos del Tiranosaurios Rex surgido de las profundidades . Evalúa con rapidez planes de recomposición y empuja al viejo reptil de nuevo al sótano intentando sujetar sus coletazos. Toma el maletín de primeros auxilios y se dedica, en lo posible, a curar las heridas.

Allí estaba mi viejo guardíán, velando ante el peligro. Sintió por un momento un ataque a su supervivencia. O quizá sólo sentía el golpeteo de una gota malaya sobre su cabeza hasta que estalló... Rompió sus cadenas y emergió al exterior mordiendo, desgarrando, golpeando... Fue él quién ganó la batalla de la cólera. Descansa de nuevo encadenado.

Ahí está mi sensible cerebro emocional, impresionable como un niño. Asustado por esta desagradable escena familiar entre sus parientes. Sabe que les necesita y les quiera a ambos, pero sufre con sus desacuerdos. Y llora.

Aquí tengo a mi racional vecino de arriba. Acaba de poner orden en la comunidad, pero está cansado. Y duda.

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