Si te preocupa la educación te ecomiendo encarecidamene este blog.
Esta entrada reproduce en su totalidad mi comentario a la entrada en el blog que os recomiento. Os informo de que Miguel Ángel Santos Guerra es Doctor en Ciencias de la Educación, catedrático de Didáctica y Organización Escolar en la Universidad de Málaga
http://blogs.opinionmalaga.com/eladarve/2012/05/26/la-evaluacion-como-tortura/
EVALUAR: señalar, valorar, estimar, apreciar... Oficio de jueces, divino poder, instrumento de la verdad y de la mentira, arma peligrosa y delicada...
¡Cuánta angustia al ser examinado y cuánta desazón cuando he de examinar yo!
A estas alturas de la vida ¿Cuántas veces me habré examinado ya? Incontables... no puedo recordarlas... Soy un especialista en aprobar exámenes pero ¿realmente sé lo que se presume? No. Hay muchas clases de trucos para aprobar: profesores que "insinúan" lo que caerá, examenes diseñados "ex profeso" para superarlos(o suspenderlos), dotarse de una buena técnica para realizarlos (relajarse, planificar, priorizar...), ganarse el favor del profesor, un poquito de piscología (preguntarse "¿Qué querría el profesor que yo respondiera?")...
A la fuerza ahorcan, así he ido aprendiendo algunos de esos "trucos" a lo largo de la vida. He de "agradecer" a mi profesor de religión en magisterio el último de los expuestos: Así comenzaba la pregunta de su examen ·¿Que opinas de ...? y yo, ingenuo de mí, puse lo que opinaba... ¡y suspendí!.
Otras veces basta con planificar bien las respuestas. Conozco el caso de alguien que al presentar un proyecto (creo que de su tesis doctoral) esbozaba las líneas básicas de su proyecto minutos antes de su turno mientras el resto de compañeros exponían el suyo. Aquello dejó asombrados a sus conocidos. A veces basta con tener las ideas bien claras.
Siempre me admiré del sobresaliente que obtuve en un examen de psicología en Somosaguas (Madrid). Había que comentar un libro que debíamos haber leído. Fui de los pocos que saqué sobresaliente y ¡no había leído el libro!; eso sí, nos permitieron traer el ejemplar al examen y pude elaborar mi prueba tratando de ceñirme a lo relevante en tiempo record.
Algunos profesores ponderan muy particularmente el valor de las respuestas. Grabada en mi mente está la profesora que en 2º de magisterio me suspendió sólo por escribir Cervantes con "b". Esa falta arruinó todo un cuatrimestre de Literatura Española... Mi sorpresa e indignación fue luego mayúscula cuando, visitando la casa natal de Cervanes en Alcalá, contemplé un manuscrito original del genial escritor, firmaba: Miguel de Cerbantes Sahavedra...
Todos hemos oido hablar de profesores anárquicos que corregían tirando los folios al aire y aprobando solo a los que caían en la mesa... o los que concedían el sobresaliente por algún hecho puntual que les caía en gracia, o aquellos a los que "hacer la pelota" era requisito indispensable para el resultado deseado... estos especímenes han formando parte de la mitología del estudiante de todos los tiempos... pero, en su origen, hay algo de verdad.
Hace tiempo ya que no me examino "al modo tradicional", es decir prueba escrita, exposición oral... pero las veces que me ha tocado hacerlo me han recordado la angustia, el miedo, la paralizante sensación de jugártelo todo a una carta. Eso me ha bajado de la tarima a las mesas.
Y ahora, como examinador de mis alumnos, siento esta tarea como la más desagradable de la profesión. Cada niño que suspendo bajo un peldaño en mi autoestima. Es mi propio suspenso: queremos hacer tantas cosas, arreglar tantos estropicios, que al final compartimos los añicos. Pasan tantas cosas en la escuela, surgen tantas necesidades perentorias que a la hora de evaluar "un objetivo" nos encontramos con que hemos trabajado "todos menos ese". Sí, ya sé, hay que ajustar las prioridades, partir de una evaluación inicial objetiva, etc. etc.; pero aquí, como en la vida, surgen incidencias improrrogables y hay que saber frenar cuando pasa el tren.
Nos imponen unos conenidos "oficiales", unos objetivos "oficiales" y unas pruebas "oficiales", pero nuestros niños no son "oficiales", cada uno es de su padre y de su madre y criado en su casa "no oficial".
Se pretende incentivar, premiar la productividad de los maestros basándose en las calificaciones de sus alumnos. ¡Señores, moriré en la miseria! Mis alumnos suspenden (oficialmente) aunque para mí sobresalgan en su trabajo. Son el óvolo de la viuda (Mc 12,38-44) en las liberales arcas de la sabiduría.
Concedo que también tengo alumnos brillantes de vez en cuando... pero mi pensamiento se dirige especialmente a estas ovejas descarriadas, a los renglones torcidos, a las "listas malditas" de muchos colegios: hijos de familias rotas, de indigentes, inmigrantes, acnees, gitanos,feriantes, enfermos, TGD...
No creo mucho en esas evaluaciones "oficiales". ¿Cómo es posible que de un año para otro los resultados de la PDI (Prueba de Destrezas Indispensables) en su conjunto, y dentro de cada colegio, cambien a veces de manera asombrosa? Es sospechosa la correlación de los resultados con los inereses de quien las propone: si interesa desprestigiar al gobierno precedente se obtienen malos resultados, si interesa prestigiar la propia planificación los resultados mejoran (y si, por el camino, algún resultado desentona, se defenestra al inspector que elaboró la prueba)
Dentro de la evaluación "no oficial", la verdad es que mis niños obtienen mucho mejores resultados. Y yo, todas las noches hago mi propio examen... de conciencia. Y creo que apruebo.
domingo, 27 de mayo de 2012
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Yo opino igual. Los cursos que he estado en primaria, era una de las cosas que más me ha costado, definir con una nota los conocimientos que han logrado los alumnos.
ResponderEliminar¡¡Cuántos aspectos quedan sin evaluar en toda su dimensión!! ¿Cómo se calcula el esfuerzo de cada alumno? ¿deben los exámenes o controles ser la principal nota? ¿cómo saber a que se debe el fracaso de cada alumno?¿qué consecuencias tendrá para cada uno de ellos las notas obtenidas, en su desarrollo personal?