miércoles, 22 de enero de 2014

Aquellos lejanos años


A veces, sin venir a cuento (o tal vez sí) se ilumina nuestra memoria con el flash de un recuerdo o el parpadeo de una secuencia en blanco y negro del pasado remoto de nuestra biografía. Antes de que el viento del olvido borre esas imágenes que fueron mi vida,  intento escribirlas, para conservarlas y entenderlas mejor. Algunas quedan ahí inexplicables y ciertas. Me visitan de vez en cuando como queriendo decirme algo y después desaparecen. Hoy rescato algunos de esos fantasmas que me hablan en la distancia y me cuentan aparentes intrascendencias.

Recuerdo a mi padre paseando conmigo, un niño de cinco años,  por un parque cercano al Hospital provincial donde había varios edificios de piedra. Uno de ellos era el hospicio. Me había contado mi madre que algunas mujeres dejaban allí, en un torno,  a sus bebés recién nacidos y que luego las monjas giraban la extraña puerta y se quedaban con el bebé que viviría huérfano con otros muchos niños.
Paseábamos el día en que nació mi hermano Migue Ángel. Mi madre estaba a punto de dar a luz en la Maternidad (otro delos edificios situados en aquel parque, hoy ocupado por el actual Centro Cívico de San Agustín). Esos edificios estaban situados entre el bulevar de la Calle de Madrid y Santa Dorotea) y fueron lugares de juegos y exploraciones muchas veces de niño.Incluso nos asomamos a mirar el interior de alguno de los patios donde, creíamos nosotros, pasaban los locos sus ratos al aire libre. Hoy en día descubro que hasta 1971, los niños sordos, ciegos, discapacitados, estaban en los sótanos que están debajo del actual Centro Cívico y serían probablemente ellos los que, por sus conductas aparentemente extrañas, tomábamos por dementes.

Recuerdo aquellas noches en la casa abuhardillada de la calle de San Joaquín, en que mi hermano Luis, muy enfermo, deliraba en la cama reclamando a gritos como un pequeño Carpanta: ¡Quiero pollo!. Lo exigía como fundando la curación y la felicidad en un asado de ave.

Recuerdo mi primera comunión que mi hermano Javi intentó reventar con una sesión de llanto crispado que duró todo el día y que hizo que mi madre, desesperada, perdiera los nervios y le metiera la cabeza debajo del grifo de agua  por si el frescor aliviaba la calentura de carácter que mostraba. Fue una comunión extraña, la única que verdaderamente recuerdo: Los invitados (creo que nunca tuvimos tantos), la taza con mi nombre impreso, la cuchara grabada (mi madre aún la conserva), el precioso álbum blanco de fotos que me regalaron...

Recuerdo aquella enorme llaga que el cristal de una botella me produjo cuando fui a tirar una noche la basura: el flujo enorme y caliente de la sangre, el corte y las capas de la dermis mostradas tras la brecha abierta. Me veo corriendo escaleras arriba asustado y la cara de susto de mi madre que se aplicó todo lo rápido que  pudo a parar la hemorragia...

Recuerdo la sentencia de mi hermano Luis, el único que no quiso estudiar en un internado: "Por eso veis mal, por leer tanto". Efectivamente es el único que no lleva gafas en la actualidad.

Recuerdo algunas visitas a los grupos de catequesis de San Cosme, cuando estaba próximo a recibir la primera comunión. Allí fueron mis primeras reuniones con grupos de mi edad. Allí recibí como premio por no sé qué, el primer libro que leí en mi vida:"Thunda el búfalo" que me impresionó extraordinariamente.Recuerdo algunas visitas a los locales de la OJE  (Organización de la Juventud Española) allá por l os 11 años, pero no continué las visitas. Al año siguiente me trasladé al internado de Miraflores en las afueras de Burgos. Recuerdo el movimiento scout (muy popular en aquella época); muchas ideas y actividades que realizábamos desde los 12 a los 16 años estaban inspiradas en él. Fue el tiempo de los rastreos, los fuegos de campamento, las canciones, las actividades en la naturaleza, el conocimiento de los animales, la construcción de cabañas, la buena acción... Mi hermano Luis, el de vista de lince, estuvo implicado en el movimiento muchos años con su parroquia llegando a ser uno sus máximos responsables. Organizó varias acampadas y aún conserva el recuerdo y el agradecimiento de los integrantes de aquellos grupos.

Recuerdo la única vez que me envolví en la defensa de una bandera. Construí mi propio pendón morado para acudir a la más multitudinaria manifestación autonómica que se ha realizado en Castilla - León: La concentración en Villalar de los Comuneros el día 23 de abril de 1978. Eran años de manifestaciones pro autonomía, de idealizar la historia y reclamar una identidad grandiosa. Hoy, mirando a Cataluña, pienso en aquellos años. Se sucedían manifestaciones en muchas comunidades españolas. Recuerdo a mi hermano Luis luciendo una bandera anarquista en una masiva manifestación en Burgos (¡quién te ha visto y quién te ve!).

Recuerdo aquellos conciertos del Nuevo Mester de Juglaría, los recitales de nuestro admirado L. E. Aute... Veo a mi amigo Jesús G. subiéndose casi literalmente por las paredes escuchando los álbunes de Queen... me recuerdo pintando un cuadro por invitación de mi amigo que ha sido, probablemente, el peor lienzo pintado sobre tela en la historia (recuerdo además que el tema de la tela era el vuelo de un platillo volante). Me recuerdo leyendo compulsivamente relatos de ciencia ficción,, esuchando cientos de veces a Rick Wakeman tocando "Viaje al centro de la Tierra" o a Pink Floid en "Animals" uno de los pocos discos que he comprado en mi vida. Entonces apareció Jethro Tull y encintamos todas sus canciones...

Recuerdo...

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Esta obra de Jesús Marcial Grande Gutiérrez está bajo una 

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