lunes, 27 de enero de 2014

Los cuadernos de mi madre niña


¿Te has imaginado a tu mamá, con pocos años, en la escuela? Yo lo hice más de una vez. Algunas veces porque ella misma me contó  capítulos de su infancia o los escribió en unas pequeñas memorias que hemos publicado para los íntimos. Otros los he imaginado a partir de sus viejos cuadernos escolares. Son antiguos cuadernos manuscritos con más de 80 años. El papel amarillea en ellos y los dibujos han palidecido, pero conserva el cuidado y el primor que  ponen las niñas aplicadas intentando hacer bien la letra de caligrafía inglesa con su tinta azul cuidando copiar los textos lo mejor posible. Las lineas se aprietan y los huecos se cubren con dibujos, algunos inventados, la mayoría copiados de la pizarra o de algún libro de la escuela.
Mi madre conserva veinte de aquellos cuadernos, numerados por orden cronológico. Lo que más sorprende es que abarcan casi todo el periodo de la Segunda República y el comienzo de la Guerra Civil de 1936. Es curioso constatar un cambio de enfoque en los contenidos, el cambio de maestro, la diferente ideología...  En 1932, año en que comienzan, enternece descubrir sus grandes expectativas; comienza incluso dando vivas a la escuela y su maestro, Don Lucas. Hasta el 36 se estudiaban personajes como Giner de los Ríos, acontecimientos como Los Carnavales e incluso, el 23 de mayo de 1936, escribe sobre un discurso de Castelar en el Parlamento apelando a la democracia. Un dictado, inventado al vuelo por el maestro a lo que parece, reza así:
"Yo soy español porque he nacido en España y porque mis padres eran españoles; amo a España, mi patria, porque me asegura la libertad, la igualdad, la justicia y la cultura. 
Yo soy español y, solamente por ello, soy ciudadano libre y, mediante el estudio, puedo aspirar a los más altos cargos de la nación, de la sociedad y del gobierno. España tiene un gobierno republicano democrático que hace a todos los españoles iguales ante las leyes, que concede a todos derecho a los cargos públicos y a tomar parte activa en la gobernación del estado.
En otros tiempos había  personas privilegiadas que disfrutaban preferencias especiales, solamente por el hecho de haber nacido de padres que tenían también esas preferencias."
Ayuela, 3-3-33 
El estallido de la guerra civil, el 17 de julio, encontró a mi madre en la escuela trabajando en sus cuadernos. Apenas diez días después aparecen los primeros apuntes de propaganda en pro del Movimiento: se trata de una pequeña copia que dice:
¡Viva España! Una grande y libre. ¡Viva el Movimiento salvador de España que quiere separarse de esas hordas marxistas!
Era el último día de escuela. A la vuelta, profusión de copias, dictados y problemas. Temas neutros, pero de vez en cuando , bajo la fecha, se escribía: 
¡Viva España! ¡Arriba España!
Mi madre, a los 12 años, quería ser poetisa para expresar la hondura de sus sentimientos. Ella misma lo confiesa en un ejercicio de redacción. Tuvo que pensar que sería poco menos que imposible porque enseguida añadió que también le encantaría ser actriz, pues representar obras teatrales le parecía maravilloso y sorprendente. Busco con atención aquellos ejercicios de redacción donde mi madre volcaba sus intereses y sentimientos. Muestra en ellos su miedo al comienzo escolar por temer haber olvidado lo aprendido el año anterior, sus deseos de portarse bien y aprovechar la escuela, su intención de aprender para ser alguien el día de mañana, su pena por alguna compañera enferma...  El resto lo forman ejercicios de dictado, resúmenes de lecciones, apuntes de temas varios y ejercicios de matemáticas. Siempre aparece intercalado algún dibujo primorosamente realizado coloreado delicadamente con lápices de colores.  En todo momento se trabajan los aspectos prácticos: las  cuatro reglas, problemas, la corrección escrita, los personajes históricos relevantes... Aparecen frecuentemente pequeños poemas, muy relacionados con el ámbito rural, que mi madre aprendió de memoria y, muchas veces, nos recita(conoce al dedillo varios de Gabriel y Galán). Se aprecian los momentos de calma con letra cuidada y también contrastan con ellos los días de trabajo en el campo que la obligan a escribir con rapidez y cierto desorden.

 El último cuaderno conservado guarda fechas de octubre de 1936. La guerra se libra en varios frentes. Su pequeño pueblo, Ayuela, está en el bando nacional. Su hermano mayor ha partido como voluntario a los dieciséis años en los primeros días del conflicto. Su otro hermano, estudia en la preceptoría de un pueblo cercano. La casa se ha quedado sin brazos y ella ha de contribuir en las faenas del campo. Tiene que hacer la comida para sus padres y tíos. Ha de relegar la escuela para cuando puede. Su padre, observando su buenas dotes para el estudio, tenía previsto que estudiara en una academia de Saldaña, la población importante del contorno. Una mula estaba reservada para costear sus estudios. Pero la guerra lo cambió todo. Hubo de emplear el capital de la mula para otros menesteres. 

Mi madre conserva gratos recuerdos de sus días de escuela. Adoraba a sus maestros. Hasta hace pocos años, mientras vivieron, aún visitaba a alguno con el que mantenía amistad. Sus maestros la apreciaban. Casi nunca la reñían ni castigaban pues sabían de su esfuerzo y su viva inteligencia. Incluso, agradecidos, la felicitaron más de una vez por dejar en buen lugar el trabajo del maestro en las visitas de la inspección. Cuando estalló la guerra recibió presiones de su tío y otras personas del pueblo para que denunciar a su maestro a lo que se negó con infantil valentía.
También en ocasiones, pocas, fue traviesa; pero con una niña inocencia. Al terminar la escuela siguió haciendo obras de teatro con sus amigas y participó siempre en el grupo que componía las letrillas que se cantaban en las bodas del pueblo. Muchos sueños se rompieron en el trascurso de su vida. Pero a mí me gusta imaginarla de niña soñando componer preciosos poemas o de actriz, encandilando auditorios tras las candilejas.


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Esta obra de Jesús Marcial Grande Gutiérrez está bajo una 

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