La nave espacial se posó suavemente sobre el mar enfrente dela bahía de Gadir. Las naves tartesas se bambolearon al compás de las olas producidas por el amerizaje. Un esbelto viajero de las estrellas con el blanco uniforme de la flota del sistema planetario de Prociom se dirigió en ibero a los marineros:
- ¡Salud, Tartesos! ¿Tiene ya Gerionte los metales de los dioses?
Uno delos capitanes , de rodillas en la proa de su barco, se apresuró a responder:
- Dioses del cielo, Gerionte ha cumplido lo prometido y os espera en el templo para haceros entrega de los preciosos metales.
La nave volvió a elevarse y se dirigió lentametne hacia la plaza de Gadir. Se posó frente al templo. Los dioses bajaron y recogieron los cestos del oro y los introdujeron en la nave.
El pueblo, de rodillas, contempló estremecido como la nave se iluminaba con los colores sucesivos del arco iris mientras se elevaba en el firmamento hasta perderse.
En el interior de la nave, el comandante comentaba al intérprete:
- Antes de mil años, se acabará esto de llevarse gratis de la Tierra tanto oro. Los nativos están espabilando...
- Sí, ya he visto una nave fenicia en el puerto -añadió el intérprete- sus mejoras técnicas son notables. Pronto empezarán a dudar de la insaciable avaricia de los dioses.
- Algún día tendremos una guerra. La evolución de lo humanos se acelera. NO me extrañaría que, si se lo permitiésemos, en otro millar de años más fueran capaces de diseñar naves estelares capaces incluso de llegar hasta Procion.
- Sí, podría ocurrir así, a no ser que hagamos algo ahora que aún es posible.
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