miércoles, 17 de diciembre de 2014

"Me ha dado un Pastora Soler"


Asisto, incrédulo, a las disculpas de un Joaquín Sabina quebrado, pesaroso en el escenario. No me puedo creer que aquel bribón, el pirata cojo con cara de malo, intente ahora conquistar al respetable invocando a la pena, a la ternura. El Gran Impostor, el Señor de las Mil Máscaras en el carnaval de la vida, el juglar de voz aguardentosa intenta meterse en la piel de un vejete bonachón que nos pide disculpas... ¡Qué cabrón! Después de tomar todos los trenes que iban hacia el norte, ha subido al tren de regreso a Úbeda, en el vagón de la pena, asiento de la compasión.
¿Miedo escénico? ¿Que has tenido un Pastora Soler? - ¡No me lo creo! ¡Pero si has gastado mil suelas pisando escenarios...! Me creería que te aniquiló una afección intestinal ¡Eso sí! Una diarrea morrocotuda podría producir un desastre en la retaguardia sin precedentes... ¿Qué tienes problemas de próstata? - Quizá. Las 500 noches acaso las bautizaste así por los viajes compulsivos al urinario... O será, tal vez, que chocheas: un ictus deja secuelas... o puede que el alcohol, el tabaco, tal vez la cocaína; te pasen facturas atrasadas y esperes, aterrado, el desahucio inminente de la casa de los vivos.
Llegas demasiado tarde, Sabina. ¿Descubres ahora que las noches son para dormir (preferentemente)? ¡Hei, Hei, Sabina! ¿Tuviste cuidado con la nicotina? ¿Haces ahora pedagogía de los estragos del exceso? ¿Llamarás a las fuerzas del orden para apresar al pirata cojo? Sabina, Sabina: Reivindicas ahora la calle Melancolía...
No puedo creerlo en ti: ¡Pedir perdón! ¡Que bajo has caído! Nos muestras el fracaso de un arrepentimiento. ¿Cómo te has dejado llevar a un callejón sin salida? Si eras el mejor dotado de los conductores suicidas...
Sólo te salva que sea algún truco, el acto consumado de un viejo actor. No me creo que, venido al tablado de joven, ahora de viejo no sepas la lección.
Sé que en los ochenta, sin la fama de ahora, buscabas conciertos casi por comer. Un amigo mío, Pepe Cascajero, me lo confirmó. Con unos amigos fue hasta Madrid a buscar un cantante para las fiestas de Chiloeches y allí debieron conocerte, quizá en La Mandrágora cantando con Krahe. El caso es que te contrataron y te fuiste con ellos a cantar a ese pueblo de Guadalajara. "Joaquín el Peruano" te presentaron (entonces vendían mucho más los músicos de allende los mares). No te cortaste ni un pelo y no tuviste miedo escénico ante el bocadillo de jamón que te ofrecieron en su casa al acabar. De la calidad de aquel jamón hablaste maravillas. ¿Falta de tablas? ¿Miedo escénico?... Con ese bagaje fiestero, con esa colección de escenarios, con ese surtido de conquistas a las reinas de los bares abiertos en madrugada... Nos das tongo a las diez, a las once, a las doce, a la una, a las dos y a las tres; y nos vuelves a engañar con tu magia zorruna...
Yo no me creo tu nuevo ardiz. Donde ya no alcanza el aura del bribón, el atractivo del canalla; optas ahora por inspirar compasión y ternura. Y si no es así, es que siempre has sido un gran impostor. Pongamos que hablo de Joaquín.

2 comentarios:

  1. Quizás se perdió en la calle melancolía:

    "Trepo por tu recuerdo como una enredadera
    que no encuentra ventanas donde agarrarse, soy
    esa absurda epidemia que sufren las aceras,
    si quieres encontrarme, ya sabes dónde estoy.
    Vivo en el número siete, calle Melancolía.
    Quiero mudarme hace años al barrio de la alegría.
    Pero siempre que lo intento ha salido ya el tranvía
    y en la escalera me siento a silbar mi melodía..."

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  2. Sí, pensé en titular la entrada:
    "Regreso a la calle Melancolía".

    Saludos y
    Felices vacaciones.

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