domingo, 25 de octubre de 2015

En el año del Cerio



Imagen tomada de Slideware

El Cerio es el elemento químico número 58 y fue descubierto en 1803. Este elemento debe su nombre al planeta Ceres, descubierto dos años antes que él y éste es, a su vez, el nombre de la hermosa diosa romana de la agricultura, las cosechas y la fecundidad.

Dedico mi artículo de hoy a esta confluencia de nombres porque he leído que el famoso neurólogo Oliver Sacks tenía por costumbre bautizar cada año de su cumpleaños con el elemento de la tabla periódica cuyo número corresponde a esa edad. Así que yo, que he cumplido años este mes, he entrado desde el 12 de octubre en el año del Cerio.

Quizá este elemento, perteneciente a las tierras raras, tenga algo de relación con mi carácter; también su brillo gris metálico, parecido al hierro, puede semejar algo con mi forma de ser; pero con su blandura, ductilidad y fácil oxidación, desde luego no me identifico. El elemento de mi año en curso, pese a su insignificante presencia en la corteza terrestre (sólo un 0,0046 %), sirve para muchas cosas sorprendentes: es un eficiente catalizador usado como aditivo para reducir la contaminación ambiental (¡al loro, volswagen!), sería útil como crema solar pues absorbe los rayos UVA, se revela como un excelente abrasivo de vidrios, es pirofórico (arde si se le raspa, como yo) usándose como piedra de encendido en los mecheros, forma parte de la aleación de los imanes permanentes, está incluido en productos farmacéuticos para el tratamiento de quemaduras, fue usado hace unos años para las láminas de mallas que incrementaban la luminosidad de una lámpara de gas (los entrañables lumen-gas, de nuestros campamentos juveniles)... En la actualidad se está trabajando en un pequeño reactor capaz de producir combustible a partir de la luz solar, agua , dióxido de carbono y óxido de cerio, para ello se aprovecha la capacidad del cerio para exhalar oxígeno cuando se calienta e inhalarlo cuando se enfría. Aparte de algunos efectos potencialmente nocivos para la salud, cabe destacar como curiosidad que el escritor y químico de profesión Primo Levi dedica el capítulo "Cerio" a su estadía en el campo de concentración de Auschwitz, donde sobrevivió gracias al intercambio de pequeñas varillas de ferrocerio (para hacer la piedra de los encendedores) por comida.

 

Y qué decir del enigmático planeta Ceres, el más enano de los planetas del sistema solar. Su órbita, dentro del cinturón de asteroides, se sitúa entre Marte y Júpiter. Con un diámetro aproximadamente la quinta parte del de la luna (unos 950 km) su masa es aproximadamente la tercera parte de la de todos los cuerpos pertenecientes al cinturón de asteroides. En marzo de este año, la nave Dawn, que llevaba años explorando el 2º objeto más grande del cinturón de asteroides, Vesta, entró en órbita alrededor del planeta y lo que observó intriga e interesa enormemente a los científicos. En uno de sus cráteres de 92 km de diámetro ha observado intensas manchas brillantes que solo pueden ser de sal o hielo (o quizás vapor de agua, pues en esta zona el telescopio espacial Herschel del a ESA ya había detectado agua). Para dentro de cinco años, la Agencia Espacial China tiene previsto enviar una sonda a este planeta.


Los ricos cereales del desayuno deben su nombre a la dios romana Ceres (Demeter, para los griegos). Ceres era hija de Saturno y Ops, madre de Proserpina, hermana de Juno, Vesta, Neptuno, Plutón y Júpiter Y, a su vez, esposa de Júpiter y padre de Proserpina (véase aquí una conjunción de deidades y de cuerpos celestes portentosa, sorprendiendo que incluso Neptuno, acabó enamorándose de ella).

Era Ceres, según nos la representan, una mujer muy hermosa, de majestuosa estatura y piel lozana y sonrosada. Su cabello, rubio, cayendo libremente sobre sus hombros aunque a veces recogido con una alta diadema y sujeto con una corona de doradas espigas de trigo. Sus pechos son generosos y adornan su cuerpo haces de epigas y antorchas encendidas en las manos, o un cetro o una hoz, coronas de amapolas, o dos pequeños gemelos junto a su seno portando cada uno un cuerno de la abundancia... En fin, múltiples símbolos para representar la diosa nodriza del género humano.

Estos tres sustantivos, tan dispares pero relacionadas por la curiosas coincidencia de su nomenclatura, serán las entidades totémicas de mi vida en el presente año. Las rindo pues tributo y veneración. Que sus cualidades me sean propicias.

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