sábado, 24 de septiembre de 2016

Una palabra y mil imágenes - 2: Ternura

Si bien es verdad que una imagen vale por mil palabras, también lo es que en cada palabra pueden esconderse mil imágenes: un millar de fotografías que encierran un concepto. En el cine, a 24 fotogramas por segundo, se cuenta una historia que el lenguaje condensa en una palabra, en un símbolo de nuestro lenguaje hablado. Inicio aquí una serie de entradas en el blog en las que comentaré las escenas que más me han impactado en el universo cinematográfico que he tenido la dicha de contemplar. Quizás las compartas, quizá no; pero te aseguro que a mí impresionaron. A veces, cuando pienso en ciertas palabras, esas imágenes acuden desde el recuerdo y se reproducen ante mi. En 42 segundos y medio, mil imágenes desarrollan una danza que tiene nombre propio:

  "Ternura"



Desde las escenas iniciales esta película, que vi de niño, me subyugó. El solitario entierro de la madre, la niña desamparada, la entereza, el desparpajo de la joven protagonista... todo ello me predispuso a la sonrisa y la ternura. Quizá algo tenga que ver el estilo retro en que está rodada: el blanco y negro, la depresión de los años 30, las localizaciones en el medio oeste americano... pero probablemente tenga más importancia la genial interpretación de la pareja protagonista: Ryan y Tatum O'Neal que logran trasladar a la pantalla una química especial en los personajes, que no necesitó muchos ensayos, pues esa era su relación también en la vida real como padre e hija.

Tatum, con solo ocho años y sin ninguna experiencia previa, mostró una capacidad y profesionalidad extraordinaria. Su personaje de Addie (la película está basada en una novela titulada "Addie Pray") está tan logrado que recibió el oscar a Mejor actriz de reparto, robando planos a la actriz protagonista.

Uno de los aciertos del director, aparte de su magnífica dirección y el tono optimista general que logra imponer a al cinta, fue el cambio del título. Del anodino "Addie Pray", y por una feliz casualidad, decidió titularla "Luna de Papel" inspirado por una canción que escuchaba  mientras escogía los temas de la película: "It's Only a Paper Moon". El título es tan sugerente que al propio Orson Welles le pareció un título tan bueno que le comentó a Peter Bogdanovich, su director, que no necesitaba siquiera hacer la película: bastaba presentarlo y el resto no importaría.

De todas las escenas, elijo el final de la película, cuando el (supuesto) padre de Addie la abandona a la puerta de un lejano y desconocido familiar. Una foto de su pequeña (supuesta) hija sentada en una luna de papel en la feria, desata la ternura del duro corazón del timador y termina por aceptarla y recogerla cuando la pequeña corría tras él con sus maletas. Aquí brotaron mis primeras lágrimas infantiles ante una gran pantalla.

La ternura que me inspiró la pequeña O'Neal ha hecho que siga su carrera con curiosidad. Quizá sintiera por ella un infantil y fraterno amor entonces, quizá sienta ahora ahora una paternal ternura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario