"Ternura"
Desde las escenas iniciales esta película, que vi de niño, me subyugó. El solitario entierro de la madre, la niña desamparada, la entereza, el desparpajo de la joven protagonista... todo ello me predispuso a la sonrisa y la ternura. Quizá algo tenga que ver el estilo retro en que está rodada: el blanco y negro, la depresión de los años 30, las localizaciones en el medio oeste americano... pero probablemente tenga más importancia la genial interpretación de la pareja protagonista: Ryan y Tatum O'Neal que logran trasladar a la pantalla una química especial en los personajes, que no necesitó muchos ensayos, pues esa era su relación también en la vida real como padre e hija.
Tatum, con solo ocho años y sin ninguna experiencia previa, mostró una capacidad y profesionalidad extraordinaria. Su personaje de Addie (la película está basada en una novela titulada "Addie Pray") está tan logrado que recibió el oscar a Mejor actriz de reparto, robando planos a la actriz protagonista.De todas las escenas, elijo el final de la película, cuando el (supuesto) padre de Addie la abandona a la puerta de un lejano y desconocido familiar. Una foto de su pequeña (supuesta) hija sentada en una luna de papel en la feria, desata la ternura del duro corazón del timador y termina por aceptarla y recogerla cuando la pequeña corría tras él con sus maletas. Aquí brotaron mis primeras lágrimas infantiles ante una gran pantalla.
La ternura que me inspiró la pequeña O'Neal ha hecho que siga su carrera con curiosidad. Quizá sintiera por ella un infantil y fraterno amor entonces, quizá sienta ahora ahora una paternal ternura.
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