domingo, 20 de noviembre de 2016

Una imágen y mil palabras 28: Psicosis

En una ocasión conocí a una persona esquizofrénica. Al parecer padecía una variante de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (comunmente conocida como la enfermedad de "Las vacas locas". Se trataba de una niña de unos diez años, una criatura normal hasta que comenzó a comportarse de manera extraña. Yo debía darle clases particulares, así que me presentaba en su domicilio un par de días a la semana. Todavía recuerdo sus comentarios mientras hacíamos los deberes del curso. Refería que oía voces en su interior, que una persona mala le decía que me odiaba, que era malo, que debía pegarme... En ocasiones, de forma brusca, me insultaba. Parecía poseída por algún demonio maligno a tiempo parcial. Su estado empeoró. Su madre y su hermana mayor estaban angustiadas. Esta última se era blanco de sus frecuentes amenazas. En una ocasión la madre la encontró pegándola con saña. La madre acudió al hospital y los especialistas empezaron a estudiarla. Debido a ello dejé de impartirle clases. En mi última visita la madre me contó sobrecogida que la había sorprendido el día anterior sentada en el sofá y mirando maliciosamente a su hermana  mientras le decía en voz alta: "La voy a matar, voy a matar a tu niña..."

No pude evitar recordar horrorizado esta secuencia. No pude dejar de pensar en la terrible posibilidad de que cumpliera su amenaza, de que se materializara un crimen como el ya conocido de la película
Psicosis. 


Quiero, antes que nada, advertir que la conducta asesina del psicópata que presenta esta cinta no es, con diferencia, la conducta común en los psicópatas; y mucho menos si están tratados convenientemente. La mayoría de ellos llevan una vida completamente inofensiva para sus congéneres y, con sus peculiaridades y limitaciones, pueden vivir en el seno de la sociedad. He conocido a otras personas que padecen esquizofrenia y viven su vida de manera más o menos autónoma, aunque precisen de la tutela de familiares, amigos o profesionales. La gran mayoría deja en paz a la gente y repercuten sus problemas sobre sí mismos. Socialmente dan "el cante", pero muchos pueden adaptarse y llevar una vida relativamente normalizada.

No es el caso del personaje genialmente interpretado por Anthony Perkins, cuya doble personalidad encarnada por una madre protectora y posesiva le convierte en un asesino a su pesar.

La celebérrima escena de la ducha, que aquí presento, nos muestra a Marion (interpretada por Janet Leigh) acuchillada por el otro yo (el materno) de Norman. El pequeño fragmento del film es una obra maestra (de un director genial); no sobra ni falta un solo plano. La música de Bernard Herrmann, complementa perfectamente las imágenes.

El rodaje dejó su huella en la protagonista: "Leigh quedó tan afectada por la escena cuando la vio, que no se duchaba a menos que fuera absolutamente necesario; aseguraba todas las puertas y ventanas del cuarto de baño, y dejaba la puerta de la ducha abierta."

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