viernes, 2 de noviembre de 2012

Galogin


Me cuenta mi alumna Vero por el minichat que utilizamos en nuestra página escolar que va a ir a una fiesta de Galogin. Me quedo un buen rato pensando qué fiesta puede ser esa. ¿Galopín? ¿Una fiesta de Galos?.. Tras un rato de desconcierto caigo en la cuenta: se refiere a "Halloween".
Verónica, a sus doce años, tiene una dislexia de caballo. Un año entero haciendo dictados y practicando lectura para, en cuanto baja un poquito la guardia, inventar en un instante idiomas incomprensibles. No  puedo más que sentir una especial ternura por ella porque yo era igual. Todavía lo soy y, si me descuido, descoloco y sustituyo letras reiteradamente.
Siempre me costó leer. ¡Aunque me encante!. Descifrar códigos a la velocidad del resto ha sido simpre para mí una tarea  humillante. Ese tipo de actividades asestaban auténticas puñaladas a mi autoestima. Aún hoy, en  una especie de discalculia nunca superada, tardo más, y soy más ineficiente, corrigiendo una multiplicación o una división que mis niños de 10 u 11 años (y soy el profe de mates). Recuerdo bien mis frustradas aspiraciones para tocar la bandurria en el internado a mis 12 años: aquellos pentagramas se me hacían ilegibles. Apenas podía leer nota a nota y ello subiendo toda la escala desde el do. En mi pensamiento se convertían en  sombreros colgados en un tendedero de cinco cuerdas bailando con el viento.
La ortografía se resentía como daño colateral. Suspendía lengua y otras asignaturas por los dictados. No había manera de recordar la forma de las palabras, de distinguir la doble grafía de algunos fonemas, las consideraba reglas estúpidas. Me desquiciaba que me recomendaran leer y leer que con ello, decían, se aprende la ortografía de las palabras: ¡Mentira! ¡No me servía! Podía leer un libro entero gordísimo y, al acabar, escribir el nombre del protagonista con faltas espectaculares.
Recuerdo que, mientras preparaba las oposiciones de magisterio, llegué a dominar hasta 20 sinónimos del verbo "observar" pues era incapaz de recordar su escritura correcta. Hoy en día sigo comentiendo errores gruesos. Me he sentido a veces horrorizado al intentar escribir el apellido "Arroyo" delante del propietario del mismo que me mira...para al final escribirlo con "elle". En algún lugar guardé un papel donde había escrito tan pancho "cruzicrama" sin percatarme de las diversas asimilaciones (visuales y auditivas) que realizaba. Y el mismo texto que estoy tecleando ahora he de revisarlo varias veces a la caza de múltiples gazapos. Me aterra que me pregunten el número de mi móvil, no lo recuerdo: me bailan los números. La imposibilidad para aprender series numéricas ha estado a punto de ocasionarme graves  perjuicios: un día aparqué mi coche de noche en Valladolid sin poder reconecer luego la calle ni recordar el número de la matrícula. ¿Y los números de las tarjetas de crédito? He de establecer complicados códigos mnemotécnicos para recordarlos...
Sirva este pequeño artículo como homenaje a todos aquellos que pierden el rumbo en el plano de los textos; aquellos cuya brújula lectora extravía el norte; aquellos que cambian el paso en el desfile de las palabras e intentan encontrar salida a este laberito en que, como un juego de espejos, se convierte la lectura. Ellos, que desentrañaron la selva de las palabras con más esfuerzos que nadie, encontraron senderos que otros no conocían. Llegaron más cansados a la meta de la lectura, pero su viaje fue más emocionante.

4 comentarios:

  1. Yo hubiera puesto el título: "Jalogin".
    Después de leer esta entrada se me ocurren dos ideas.
    1) Quien tiene boca se equivoca
    2) Lo importante es llegar a la meta a pesar de los tropezones

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  2. Pues puse "Galogin" que es lo que puso Vero... ya sé lo que quiso decir, pero... ¡la dislexia es así!
    Respecto a 1: por eso es tan importante cuidar lo que se dice (o lo que se escribe)
    Respecto a 2: no es tan importante llegar a la meta... hay que saber retirarse a tiempo, si llega el caso. Y, efectivamente, tropezar... ¡pero levantarse! seguir tumbado es muy cómodo...

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  3. Tengo una buena noticia, profe:

    http://lastnames.genoom.com/es/apellido/Arrollo/Espa%C3%B1a

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  4. Hay tantos Arroyos
    que ríos más bien parecen...
    Yo los leo y desarrollo.
    La arroyomanía me crece
    y me arrolla y me enloquece.
    Así que ya corto el rollo.

    (Creo que lo he escrito bien... Todo se supera)

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