Evidentemente los nuevos tiempos, ponen el intermitente, y me adelantan como una exhalación.
Soy personaje del siglo pasado. Uno de aquellos niños pobres de los suburbios que exploraban en la basura para encontrar sus propios juguetes y tesoros. En unos tiempos en que la basura ya había sido reciclada cuidadosamente en origen. ¿El reciclado un invento de hoy? ¡Ja! De niño conocíamos todas las escombreras, casas abandonadas, vertederos incontrolados... y allí teníamos nuestro supermercado. Entonces poníamos a buen recaudo nuestras adquisiciones en ocultos escondrijos. Guardábamos todo lo que nos interesaba. Lo que llamaba nuestra atención. Nada comprábamos.
Pero hoy...
Escucho las noticias: -"Hay que incentivar el consumo para salir de la crisis"... -"Las familias tienen que gastar, para impulsar el mercado..."
Pero... ¿No era al revés? ¿No había que ser ahorrador para poder tener algo en la vida?
¿Dónde quedó aquello de "Quién no ahorra un duro cuando puede no tendrá uno cuando quiere"? Se me rompen los esquemas.
Tengo mi pequeño garage abarrotado de cajas con pequeñas piezas recopiladas de los desguaces de mis electrodomésticos averiados, muebles, pequeñas máquinas del hogar... Se trata de motorcillos, cables, todo tipo de tornillería, engranajes... Ocupan un precioso (y carísimo) espacio en mis escasos metros cuadrados edificados. Me aproximo al síndrome de Diógenes. Un las cajas apiladas se abatirán sobre el coche y lo acribillarán con la metralla del terrorismo reciclante.
Reciéntemente me instalaron una puerta corredera con mando a distancia. El operario dejó algunos tornillos en el suelo. Al verme recogerlos me contó esta anécdota.
"Mire, yo antes, guardaba los tornillos que me sobraban en una gran caja de madera que teníamos sobre una estantería. Cuando algún tornillo quedaba viudo le enviabamos en gracioso vuelo hacia la caja. Un día decidimos bajarla. ¡No pudimos entre los tres! Pesaba ya como un demonio y tuvimos que utilizar una carretilla elevadora de pales para bajarla! Desde entoncen no recojo nada. Es más práctico utilizar lo nuevo y en cada momento." Y, poniendo en práctica su propio pensamiento, cambió la pieza que no funcionaba y puso otra nueva sin examinarla siquiera.
La vida está llena de anécdotas así. Los talleres de coche son el paradigma de estas prácticas de la modernidad. Mi viejo lada a punto de pasar su última revisión pasó por el taller... Los mecánicos veteranos pusieron mala cara y me sugirieron que no perdiera el tiempo... Un joven mecánico con su FP recién terminada se puso a bricolearme el motor y con soluciones ingeniosas, usando bridas en los manguitos y cosas así... me dejó el coche a punto... Sus compañeros le echaron la bronca: ¡Has perdido el tiempo! Le dijeron... A mí, el chico, me cayó simpático... me recordó a mí mismo.
Mi cuñado, sin ir más lejos, tuvo que pagar 800 euros por un ordenador a bordo de su citroen al haberse roto una patilla. Los mecánicos no quisieron arriesgarse con una simple soldadura: ¿seguridad o vagancia?
En mis tiempos de maestro joven me aficioné a la pretecnología. Esa especie de bricolaje científico con materiales de desecho me entusiasmaba. Hice un montón de cursillos y, en cuanto pude, me lancé a dar clases en el cole de esta asignatura. Vale. A los chicos les gusta. Esto marcha. Pero cuando empiezo a pedirles motorcillos de desguace de sus juguetes, cablecillos, bombillitas, chapa de hoja de lata, maderillas, gomas... surge un rosario escusas:
- Es que en mi casa no hay...
- Mi padre dice que dónde hay que comprarlo...
- Mi madre tira todo eso a la basura...
- Lo tenía pero mi madre lo tiró y además me riñó por guardar porquerías...
Decido entonces crear un depósito de materiales... Abarrotamos el taller con cables, puntas, maderillas... Las señoras de la limpieza me declararon enemigo público durante todo el curso...
No hay forma de conciliar mi vieja educación con los nuevos tiempos. El consumismo empuja. Mi mujer ataca cada fin de semana con su asalto al Corte Inglés. Esa batalla deja heridas en nuestras vidas. Yo sigo con mis pequeños desguaces. Lo siento. Soy un romático.
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Quizás se podría poner música a este artículo.
ResponderEliminarPor ejemplo aquella canción que decía:
"buscando en el baúl de los recuerdos..."
o habría que cambiar la letra por otra:
"buscando en el cajón de mi trastero..."
Ya tiene música Manuel.
ResponderEliminarEstá compuesta por Luis Eduardo Aute en sus primeros tiempos (aquellos de "Rosas en el mar", que cantaba Masiel). Esta es la letra:
Luis Eduardo Aute - Canción-consumo
Rezan las leyes básicas
de una curiosa ética
que el hombre es una máquina,
consumidora intrépida.
Compre electrodomésticos,
dicen los nuevos místicos,
es el gran signo de éxito
del "homo sapientísimo".
Producto, consumo,
éste es el triste tema de esta canción,
canción, canción... consumo,
éste es el triste tema de esta canción.
Queda un último término
lo del salario mínimo
con el Madrid-Atlético
y el juego quinielístico.
La corrida benéfica
hoy televisan íntegra,
es la moderna técnica
de crear alienígenas.
Este mensaje estúpido
tan saturado en tópicos,
hay que venderlo al público
como un jabón biológico,
así dispone el código
mafioso-discográfico
y así se explota al prójimo,
prójimo y primo práctico.
Es una canción de Luis Eduardo Aute que cedió a Las Madres del Cordero para su primer LP (semi-pirata) y que él grabó después en Babel (1975).
Las dos versiones las tenéis en esta página si os pica la curiosidad: http://albokari.spaces.live.com/blog/cns!61E9B08CEBCBE7EE!2977.entry (coipiar el enlace y pegarlo en el navegador)