jueves, 14 de octubre de 2010

Quinta galería


Felizmente resuelta la tragedia, 33 mineros chilenos se reincorporan a un día a día diferente. Serán ahora héroes involuntarios, famosos sin solicitud, premiados sin loteria en la prensa mundial. Esta nueva etapa, para la que han tratado de prepararlos expertos psicólogos, provocará sin duda en algunos una tragedia más traumática que su largo encierro. 
Allí abajo, donde ahora "está todo ordenadito"; es decir silencioso, fríamente iluminado con las lámparas de 500 w,  en medio de una temperatura de 35º y una humedad del 80% que ya no afectan a nadie; solo flotan los recuerdos, las voces, los gestos, el olor a sudor, las lágrimas, las conversaciones...
Curiosamente la experiencia de pasar tantos días encerrados en la mina tiene semejanzas con un viaje interplanetario. Intento imaginarme a ese grupo de hombres hirviendo a presión sus emociones, angustias, depresiones, esperanzas, disputas, agresiones, confianzas... en la olla de la mina con la válvula cerrada igual que un viaje espacial en una pequeña Enterprise. ¿Qué más da estar encerrado y "tan lejos" de la propia especie en medio de la nada espacial o de las espesas rocas de la litosfera?

A mis 15 años uno de mis tios me regaló un libro de Jose Luis Martín Vigil. Se trataba de "Quinta galería" y narra un accidente minero en el que queda encerrado un pequeño grupo de mineros. Las tensiones, conversaciones y vivencias que describe no pueden haber sido diferentes de las que han tenido que soportar estos 33 mineros de Chile. Otro libro "Germinal", de Emilio Zola, también se desarrolla en el interior de una mina tras un accidente que deja incomunicados y con varios heridos a una brigada de mineros. Lo descubrí entre un montón de libros viejos en el pueblo de mis padres uno de esos veranos en los que buscaba la forma de pasar las largas horas de la tarde. Me fascinó tanto que lo leí sin pausa por espacio de dos días, sin salir de casa siquiera a bañarme de sol para conservar el ambiente.

Así que, cuando intentaba imaginar cómo se desarrollaría la vida de esos hombres, lo hacía con las imágenes sugeridas que dejó en mi memoria la lectura de estas obras y, en cierto modo, llegaba a comprender muy bien cómo podrían sentirse, cómo estaban reaccionando ante esta desgracia, cómo se sentían vencidos tantas veces y cómo la esperanza brillaba intermitentemente, a veces con luz agonizante pero siempre viva... Porque la esperanza es lo último que se pierde. Aunque a veces ocurre. Para felicidad de todos, hoy no fue así.  

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