miércoles, 13 de octubre de 2010

No levantarás falso testimonio

No sé si en este país, tenido como cristiano, hacen mucho caso a los propios mandamientos. Pero hay uno, el octavo, que debería tener confesionario aparte, por exceso de aforo.

Algún día, muchos, tendrán que rendir cuenta de sus mentiras, de la sarta de necedades que profieren en todo tiempo y lugar. Ha tenido que surgir una crisis económica así para desatar la veda de los insultos injustos y desmedidos, cínicas mentiras, acusaciones infundadas, maldecires sin tasa, descalificaciones gratuítas,  inventivas ruínes, calumnias, descalificaciones, acusaciones, exageraciones, parcialidades, menosprecios; y todo ello dicho así ¡a gusto!, despachándose sin coto, expulsando la diarrea de falsedades sin aprecio de la verdad, la justicia y ni siquiera del buen gusto.

Basta leer la prensa, escuchar la radio, acercarse a un bar, pillar al vuelo alguna conversación de vecindario. La gente larga sin compasión. Dispara barbaridades sin pensar un segundo. Despellejamos al prójimo con la naturalidad del matarife.

¿Pero es que nadie piensa un poco lo que dice? ¿Es que todo el mundo acepta lo que escucha? ¿Por qué no te callas? (y no te lo digo como rey).

Quieran reconocerlo algunos o no, la mayoría de los políticos del gobierno (que no son ineptos, subnormales, gilipollas, estúpidos, buenistas; ni nada  por el estilo) están dando prueba de una paciencia infinita. Mantienen los buenos modos. No insultan. No faltan al respeto...

Parte de los medios se muestra tan parcial, tan negativista que al final, se niega a sí misma. La oposición lanza salivazos de falsedades contra el viento.Ha perdido cualquier razón que le asistiera. No se puede torturar a la verdad hasta que se desdiga de sí misma. No se puede insultar sin consecuencia. Acusar sin pruebas. Herir sin agresión. Maldecir sin pagar intereses.

Y me indigna tanto porque estas mezquinas ligerezas pueden dar al traste con un montón de gente buena, de proyectos honestos, de esfuerzos generosos.

Gracias a Dios están las hemerotecas, los vídeos, las grabaciones. Pervivirán en nuestra memoria. El tiempo será justo juez y pondrá a cada  uno en su sitio. Entonces no valdrá el "digoDiego". Vive Dios que recordaré... y no habrá penitencia que les absuelva.

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