domingo, 31 de octubre de 2010

Ovejas en Madrid

31 de octubre de 2010. Hace un día fresco y lluvioso pero hemos decidido dar un paseo por Madrid. Nuestros pasos, como flechas al centro de la diana-plano de la urbe, nos conducen a Madrid. Y allí, sin sospecharlo, nos damos de bruces con la XVII Fiesta de la Trashumancia. Esta coincidencia me hace una ilusión enorme. Siempre había querido ver el paso de uno de esos grandes rebaños que recorren la Gran Vía para reivindicar la ganadería trashumante y el uso propio de las cañadas reales. La comitiva venía desde la Plaza de la Villa donde  el pastor mayoral había entregado a un representante del Consistorio de la Villa y Corte matritense los 25 maravedíes (la moneda española del siglo XV) estipulados en la Concordia entre los Hombres Buenos de la Mesta de los Pastores y los Procuradores del Concejo de la Villa de Madrid según acuerdo  firmado el 2 de marzo de 1418 como pago para atravesar las dehesas y prados de la capital durante cuatro días, a razón de 50 maravedíes por millar (este año fueron unas 600 ovejas). 
Asisto gozoso al paso de los mastines leoneses, los grupos astorganos de danzas, las enormes pendones y banderas regionales, 15 pastores de la comarca de La Serena y de Medina del Campo, varios zagales, carreteros y carretas madereras de Quintanar de la Sierra en Burgos, 600  ovejas merinas dirigidas por su mayoral, varios caballeros de la sierra (que merodean y limpian los caminos), centenares de jinetes y además, este año, la compañía de un centenar de vacas de la raza tudancas, procedentes de los Picos de Europa.
Ante semejante espectáculo echo mano al móvil y grabo su paso, bajo la intermitencia de unas gotas suaves que añaden naturalidad a su paso (la lluvia forma parte de la vida de los pastores). 
En lo que a mí me toca tengo  un gran respeto a esta iniciativa. Muchas veces he recorrido cañadas y caminos bellísimos gracias a Dios conservados por esta tradición tan nuestra. Otras veces he contemplado con tristeza como estas anchas vías han sido tomadas al asalto por constructores, chavolistas o urbanistas municipales que las han echado a perder sin remedio. España tiene, conservadas por una legislación ancestral, una red de caminos de valor ecológico extraordinario. No cedamos a la presión especulativa y urbanística que ya ha arrasado nuestro litoral. Conservemos esta red interior. Recordad las buenas caminatas, las rutas en bici, los hermosos paseos por esas vías que aún son de todos. Es una preciosa herencia para nuestros hijos.


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