jueves, 3 de febrero de 2011

Nostalgia del sentido perdido

De los sentidos del hombre, el olfato es el evolutivamente más antiguo. Sin embargo el centro procesador de esta sensación está profundamente enterrado en nuestro encéfalo, en el fondo neuronal de nuestro sistema límbico que, curiosamente, controla y procesa también nuestras emociones.
El recorrido evolutivo de nuestra especie parece haber primado el desrrollo de los demás sentidos adjudicándoles alojamiento en los nuevos edificios neuronales de la corteza, sin embargo el olfato sigue habitando el sótano. Este inquilino, sin embargo, ejerce una poderosa influencia que se sustrae al control de la consciencia, la voluntad, de la lógica, incluso de la ética. 
No somos conscientes, muchas veces, de las intensas sensaciones de atracción o repulsión que experimentamos por otras personas. Las ferormonas juegan un papel clave en la atracción sexual. Sustancias misteriosas emanadas por otras personas nos predisponen  en favor o en contra sin que tengamos explicación posible. Hablamos de que existe "química" entre nosotros para explicar lo bien que nos entendemos cuando quizás deberíamos decir lo bien que nos olemos. Calificamos una situación amenazante con "nos huele mal", aplicando una metáfora bastante reveladora del potencial del olfato. Incluso "la intuición" puede estar relacionada con una información inconsciente proporcionada por este sentido.
Son numerosas las experiencias, propia y ajenas, que pueden ilustrar esto. Siempre recordaré el gran pastor alemán que, de guardia a la puerta de un garage, se avalanzó sobre mi cuello proninándome un mordisco sólo porque pasaba por el medio de la calle enfadado por la falta de seriedad de un taller que no me había reparado el coche en la fecha señalada... (la agresividad se huele). O qué decir de las "embriagadoras" sensaciones de atracción y felicidad que nos proporciona (a los hombres  generalmente) el aroma de una mujer -sea una fragancia elaborada o su propio olor corporal-. ¿Y quién no ha leído "El perfume" de Patrick Süskind, metáfora extraordinaria de las tesis que exponemos (la ética manipulada  por el olor, la extraordinaria información y poder que proporciona este sentido, el desasosiego de su ausencia)?  
Su importancia se aprecia de forma incluso contable (financiera) en base a la enorme industria dedicada a su manipulación (perfumería, desodorantes, ambientadores, afrodisíacos, gastronomía...).

Pero lo que me mueve a hablar de este sentido no es su importancia, de la que creo que nadie duda, sino la nostalgia por haberlo perdido en gran parte. Otras especies (¡Ah, cuanto envidio en esto al perro!) lo han desarrollado mucho más eficazmente y, sin entrar en los problemas que una hembra en celo nos produciría al pasear por la calle -quizás algo que algunos violadores pudieran explicarnos mejor-, son capaces de percibir una auténtica constelación de olores y una riqueza de matices extraordinaria. Leo en el diario El País de hoy que los perros son capaces de detectar el cáncer en las personas con una fiabilidad cercana al 100%. Pueden hacerlo en las heces o en el aliento (aquí la fiabilidad es algo menor) y siempre con resultados mejores que las pruebas médicas al uso. Recuerdo también la tierna historia de un gato, mascota de un asilo de ancianos, que era capaz de detectar la proximidad de la muerte en los ancianos con uno o dos días de antelación. El animal entraba en la habitación y permanecía acompañando a la persona hasta que se producía el fallecimiento. Con el tiempo los empleados del geriátrico aprendieron a confiar en el pequeño felino que siempre acertaba. Realmente olía la muerte.

Si con nuestro pequeño equipamiento olfativo y nuestro reducido procesador del hipotálamo somos capaces de cosas tan extraordinarias como experimentar el amor más apasionado, el odio más incomprensible, la repulsión más inevitable, la felicidad inexplicada, el gusto más sabroso... ¡Cúanto más intensas serían esas sensaciones si nuestro olfato no hubiera perdido tantas de sus potencialidades! ¡Qué extraordinario poder estaría a nuestro alcance para disponer de informaciones valiosísimas del mundo que nos rodea!

Siento nostalgia por el sentido perdido. Ese que quizás tornara comprensibles para mí tantas cosas inexplicables.  

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