Esta tarde buscaba un articulito no demasiado difícil para animar este experimento de blog que mi buena amiga Teresa tiene tan abandonado. Cómo la inspiración hay que alimentarla con algo he recurrido a la despensa cósmica de los buscadores para ver si me sugerían algo interesante.
Mezclando en la caldera de las pócimas de Google los ingredientes: "Picasso + niños" he topado con un artículo que apunta una idea curiosa: Ni un sólo niño de los cientos que pueblan sus cuadros sonríe. Dejo aquí algunas de las ideas de este autor, Ricardo Bada del periódico La Nación, y que podéis leer ìntegro aquí:
[...] He visitado con largo aliento el Museo Picasso de París. Y he pasado largo tiempo, antes en la Casona del Buen Retiro y luego en el Museo Reina Sofía de Madrid, ante la mayor estampilla postal del mundo, que por tal tengo al sobrevalorado Guernica. Y me topé un día, sin haberla programado, con una muy completa retrospectiva del malagueño en el Palazzo Grassi, durante mi primer viaje a Venecia. [...]
[...] Niños que no sonríen. Espectador no profesional, me detuve a hacer una reflexión apabullante y que me saltó a la vista tras un atento recorrido de las salas y la no menos atenta contemplación de las 185 obras, tanto que repetí el itinerario para cerciorarme de que no me había equivocado, de que no había pasado por alto ningún cuadro, ningún dibujo, ninguna escultura que hablase en contra de esa reflexión. Y esta era que los niños del gran Picasso no se ríen nunca, ni siquiera sonríen, y en una impresionante proporción ni siquiera despegan los labios. [...]
[...] El hieratismo, la seriedad, la ausencia mental, el vacío interior, la falta de comunicación con el entorno, eran las características más acusadas de todas y cada una de aquellas figuras infantiles pintadas, dibujadas y esculpidas por Picasso en luengos años de actividad artística. Realmente, como para echarse a temblar pensando en lo que debió de ser la infancia del niño Pablito Ruiz. Lo crean o no, recordé involuntariamente el aforismo de Juan de Mairena: “Una vez hubo un pedagogo. Se llamó Herodes”. [...]
Picasso y sus niños tristes. ¿Por qué?
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