viernes, 20 de abril de 2012

El Juicio de Salomón

Mi mujer y yo no tenemos niños. No podemos de forma natural. Podríamos ayudar a la madre naturaleza mediante una reproducción asisitida, pero aunque iniciamos los trámites, no continuamos el proceso. Y así nos hemos quedado: en la comodidad de no haber invertido en una operación de riesgo y en la añoranza de la aventura de criar unas personitas y compartir el cariño con ellas. También se nos ha pasado por la cabeza adoptar una critarura pero un mar de dudas nos anegó.

Siempre me he planteado la duda del sentido "altruísta" de uan adopción. Sería realmente altruísta si, no mediando ocultos y complejos motivos, se adopta a alguien para ayudarle (naturalmente habría que hacerlo con el más necesitado) y sin esperar recompensa alguna; pero la  mayoría de las adopciones se orientan a satisfacer una necesidad del adoptador más que del adoptado. Los niños criados en hospicios recuerdan con amargura las "rondas de reconocimiento" en las que los papás elegían al más pequeño, al más guapo, al más dócil, al más listo... Ellos, los mayores; los menos agraciados, los más díscolos, los deficientes... siempre volvían tristes esa noche al camastro en el dormitorio común. 
Sería altruísmo si no se pagara por ello, si no mediara mafia oficial u oficiosa alguna. Hace algunos años se estimaba en un millón de las antiguas pesetas la adopción de una "chinita". ¿Por qué se prefiere que sea un bebé, recién nacido mejor? Aparte la "tenura materna" (Habría que considerar cuánto hay de hormonal en ese cariño) está la facilidad para modelar ese ser a tu total disposición. La etología nos enseña el funcionamiento del mecanismo de la impronta. En humanos y animales esos primeros contactos con otros seres sellan lazos irrompibles de apego. Sería mucho más difícil convencer a un niño crecido, con su conciencia y su razonamiento menos instintivo.
Se escucha a alguna madre exclamar: ¡Tengo mucho cariño para dar..! ¿Dar cariño o recibirlo? Porque si es esto último correrá un grave riesgo: ¿Cuánto cariño necesitarás? ¿Qué pasará si no lo recibes como esperabas...?

Y hasta aquí las dudas dentro de la legalidad, incluso de la ética; pero ¿y si además la adopción es ilegar? Anteayer comparecía ante el juez una anciana. esta persona invitaría en otro momento a la compasión y la pena. Sin embargo se la acusa de un deltito terrible: Sor María está acusada de pretender Ser Dios en la maternidad de su clínica decidiendo qué bebés serían arrebatados a sus madres y entregados a otras "mejores" y ahelantes. Tan terrible es el pecado que lo niega a los cuatro vientos (menos al judicial, donde calla).  El pecado, el delito, se tejía con mentiras y se pagaba con dineros y donativos.

¡Qué grandísimo poder de atracción tienen los bebés! El ser humano tiene programado el instinto maternal (y paternal) en una memoria imborrable. Puede fallar la ética o la moral; pero un criminal, un enemigo, el más cruel personaje... puede sentir cariño por un niño. Podría reconfortar, pero a veces esto produce pavor. Es estremecedor descubrir que durante la represión de las dictaduras latinoamericanas se mantenía con vida a las madres embarazadas detenidas hasta el momento del parto para matarlas entonces y entregar su hijo a cualquier familiar o maigo de los torturadores.

La maternidad ha sido utilizada como un arma destructiva y terrible en las guerras. Las violaciones y embarazos vigilados (para evitar que maten a sus propios bebés) han ocurrido desde antes de la Grecia Clásica. Lo que una madre es capaz de hacer por su hijo no tiene límites. Por un hijo se roba, se miente, se mata, se protituye... hay que tener cuidado con el instinto maternal. A veces se superpone a la ética y la moral. Queda el caso para el Jucio de Salomón. Libro 1º de los Reyes 3: 16-28.

No hay comentarios:

Publicar un comentario