martes, 10 de abril de 2012

Juegos diferentes

Voy a referir algunos juegos diferentes, pero tan divertidos o más que los actuales al uso. Fueron jugados en mi niñez y doy fe de su capacidad para pasarlo bien.


Balonpalo.
Es un juego antiguo. Yo lo jugué muchas veces en Arévalo, cuando era junior en la casa de formación que tenían los maristas en las afueras. Era un juego muy socorrido para los espacios pequeños y los pocos medios. He buscado en internet referencias al mismo en castellano y casi no hay rastro. Tampoco imágenes del mismos. Así que me pareció que esta nota sería una valiosa reliquia de tradiciones infantiles.
*(Finalmente, tras una búsqueda alternativa de los términos, he de rectificar: el juego existe pero con otras denominaciones: "balón en el poste"; o con su denominación en inglés: tetherball o en otros idiomas como el portugués: espirobol. En los respectivos enlaces te llevo al artículo de wikipedia (en inglés) o a la ficha del mismo (portugués). En este vídeo puedes contemplar imágenes del juego en los campeonatos infantiles 2011 World Tetherball Championships).
En esencia consta de un largo poste plantado verticalmente en medio de un círculo de unos 4-5 m. de diámetro y en cuya cúspide hay fijada una cuerda. En el otro extremo está atado un balón (puede ser un balón pinchado de cuero relleno con algún material blando como trapos o serrín). Con la cuerda colgada líbremente, sin vueltas, el balon debe quedar a la altura de las rodillas de los jugadores que pueden ser 2 ó 4.  El círculo se divide en 4 sectores. El juego consistía en enrollar al balón en una determinada dirección (cada equipo acordaba previamente cual era la suya). Se acababa cuando el balón, completamente enrrollada la cuerda, tocaba el poste.
Se podía pasar por cerca del palo, por encima del oponente, el costado, etc. Los componentes de los equipos ocupaban espacios alternos. Solían alcanzarse fuerzas centrípetas considerables y se propinaban zambombazos de cuidado. (Un descuido derivaba ineludiblemente en un tortazo morrocotudo por lo que la atención y los reflejos eran factores importantísimos). Normalmente suponía juegos rápidos en los que los equipos perdedores eran sustituidos enseguida por los aspirantes.

Partido multibalón.
Lo jugábamos en el colegio de Miraflores, en Burgos, que tenía una peculiar patio rectangular posterior con frontón flanqueado en lados por el edificio de dos pisos con ventantas alambradas formando un ángulo en L, el frontón y una alta pared lateral que protegía la finca completaban el "cajón" del juego. Sólo unos 8 metros comunicaban con espacios abiertos.
Nos proporcionaban de 5-10 balones de todas clases y tamaños y nos distribuíamos en dos equipos. Se permitían tantos porteros como balones hubiera. Era un deporte brutal. Las dificultades de controlar el balón entre tanto proyectil hacía que soltaramos balonazos continuamente. Imposible centrar la atención en una sola pelota. La posibilidad de choques, golpes imprevistos, balonazos... lo hacían muy violento: fuertes encontronazos, balonazos inesperados... por contra desarrollaba los reflejos de forma increíble, estabas siempre alerta, dispuesto a la acción y aprendías a priorizar rápidamente y a esquivar pelotas y compañeros... Un efectivo juego de supervivencia ideal para entrar en calor en los inviernos burgaleses.

Frontón de Miraflores. Espacio para jugar al multibalón
y al frontón.


Frontón con pelotas de goma, cuero, esparadrapo...
El frontón era uno de los juegos más socorridos. En cada colegio había uno. La larga pared permitía varios grupos jugando simultáneamente y su altura lo hacía apto para competiciones serias con un fondo de pista suficiente para alcanzar la seriedad de un deporte.
Los materiales de la pelota (único instrumento artificial necesario) a menudo se obtenían del reciclaje. Lo normal era el esparadrapo, pero había variantes con resultados peculiares: goma arrollada, trapos, pelota rellena de serrín...
Después de un rato de partido la mano quemaba y se hinchaba alarmantemente... Si no poseías una buena técnica terminabas dolorosamente escocido para el resto del día.

Los dardos
Este deporte, extrañamente no considerado olímpico aún, comportaba un proceso de fabricación que lo hacía aún más interesante. Para los dardos se necesitaban palos de chupachús (también los he visto hechos con palillos), después  había que colocar un alfiler en un extremos (una cerilla permitía derretir el plástico y así el alfiler quedaba soldado en el mismo). En el otro extremo del pequeño astil se acoplaban con papel (incluso con auténticas plumas) las una pequeñas alas estabilizadoras. La cerbatana solía fabricarse con un tubo de bolígrafos. Estas fascinantes armas  tenían una extraña capacidad para dirigirse a los ojos y dejar tuerto al personal. No era extraño que fueran requisadas sistemáticamente por los hermanos. En una ocasión en que, estando ausente nuestro tutor, registramos los cajones de su mesa buscando nuestras flechas decomisadas encontramos todo un arsenal que se desplegó ante nuestros asombrados ojos... la industria bélica infantil estaba en pleno desarrollo.
Durante un año nos entretenimos organizando concursos con pequeñas dianas sobre los árboles o paredes blandas.


Los tirachinas
El proceso de la construcción de un tirachinas ya la he referido en una entrada anterior. Aquí hablábamos ya de alta tecnología. En torno a los 10 años construíamos una variante más manejable usando una horquilla de alambre fuerte, gomas elásticas y proyectiles de alambre doblados en V. Era excitante disparar a los  pájaros tras el follaje de los plátanos de Barrio Jimeno y sentir el proyectil trizando las hojas.

Las dreas
Estas eran como un paintball real con sangre auténtica. Un "juego" realmente  peligroso, pero que, en los arrabales donde vivíamos, era frecuente. Por grupos, por pandillas, y siempre desde la distancia esa lluvia de proyectiles (con lanzamiento manual o mediante tirachinas) solía terminar con graves chichones y alguna cabeza chorreando sangre. Aún me sorprende hoy en día la distancia y precisión que se alcanzaba con aquellos guijarros.

Flechas incendiarias
El descubrimiento de la flexibilidad y ligereza de las varillas de los paraguas nos proporcionó otro peligroso entretenimiento. Construíamos arcos con ellas; una sóla ya servía para lanzar a su pareja a buena distancia clavándose en el suelo a muchos metros, pero combinadas aumentabas la potencia y alcance del tiro.Tras los correspondientes ensayos dimos por agotadas las posibilidades del arma hasta que una moto aparcada en las aceras del barrio y con el depósito abierto nos dio la idea de colocar un trapo arrollado en la punta, empaparlo metiendo la flecha por la tapa del depósito y, prendiendo fuego con una cerilla, lanzar flechas incendiarias en los vecinos descampados del campo de motocrós de S. Isidro. El espectáculo era  impactante. Durante la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona recordé aquellos días mientras contemplaba el vuelo de la saeta ardiente que encendía el pebetero.

Y estos son algunos ejemplos de "las peligrosas actividades lúdicas" que los quintos del 57 realizábamos en la edad impúber. No pretendo que nadie las imite, pero sí dejar constancia de que la vida puede ser vivida de incontables maneras: donde esté un buen tirachinas que se quite la videoconsola.

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