viernes, 15 de junio de 2012

Nísperos para María

El 14 de junio amanece fresco y luminoso. Es viernes. Ha pasado una hora desde que sonó el despertador y me incorporé de la cama tratando de escapar del abrazo de Morfeo. Cada día, esta mítica criatura, me abraza más fuerte como si su poder se alimentara de tiempo vivido. Son ahora las 7:30 y, tras regar mi  pequeño jardín, me dispongo a recolectar unos puñados de nísperos para mi querida alumna María. Antes, escruté entre las grandes hojas del magnolio buscando un capullo a punto de florecer. Elegí el más grueso, el más hermoso: un bello huso color pistacho que no tardaría en abrirse desplegando unos pétalos grandes y fragantes, con aroma de limón. Corté el tallo un poco más abajo del cáliz, dejando algunas hojas que le acompañaran y resaltaran su esplendor. También es un regalo para ella: le había prometido una hermosa magnolia para  cuando, a finales de primavera, empezara su floración. Lo puse delicadamente en un tarrito de cristal con agua hasta el borde y lo dejé en mi viejo peugot bien sujeto para que no volcara.

Mi único frutal es un níspero japonés y este año está cargado de frutos. Se complementan a al perfección el verde follaje de sus hojas con los lunares naranjas de los frutos maduros. En una pequeña bolsa de papel voy acumulando decenas de pomos carnosos de piel aterciopelada, con su pedúnculo  incluído para que aguanten más.     

Luego conduzco el coche rutinariamene por la autopista y las carreteras de circunvalación hasta llegar a San Martín de la Vega. Llego allí al cabo de una hora y aún tengo tiempo de tomar un café, pero últimamente pido un poleo menta: María es hipersensible al aliento y detecta el café a más de medio metro. Después acerco el coche hasta el bloque de pisos humildes donde vive. Cargo penosamente mi maleta hasta el segundo piso. Por la escalera me cruzo con el joven chino que trabaja en la tienda de todo a un euro de la esquina. Algunas veces me encuentro en algún recodo alguna madre magrebí que llevan a sus hijos pequeños al cole. Va tocada con su hiyab y se aparta respetuosa y temerosa al verme. Yo le doy las gracias sonriendo.  Pulsé abajo brevemente el timbre en el portal y arriba ya me esperan. Me abre la puerta amable y  hopitalario, José Pablo; el padre. Tras la puerta aparece el pequeño salón donde trabajamos. La casa está sin arreglar. Los padres tienen los recursos justos para lo necesario y se despreocupan un poco de lo accesorio. Hoy María está vestida con una camisa estampada con motivos vegetales  que le llega a las pantorrillas. Le comento que es muy  chula y su madre, Juani,  me aclara que en realidad es una camisa de su padre. Le ofrezco el capullo de la magnolia y le explico cómo ha de tratarlo para que florezca. Después le regalo la bolsa con los nísperos y les recomiendo que deshechen la piel y no se extrañen del grosor de las semillas. Aún hacemos algún comentario sobre la diadema que le regalé el otro día, una pieza de bisutería realizada con cápsulas recicladas de nexpreso y que le compré a una amiga de mi sobrino Rubén en el pueblo.
Luego trabajamos hasta las 11:40. María intenta escapar continuamente del esfuerzo de concentración que le exige el razonamiento con fracciones o la realización de actividades de lengua. Es muy cabezota y tiene su personalidad muy marcada. No le gusta, afirma, la regla nemotécnica que invento para que recuerde la ortografía de palabras con "ll". No le parece útil ni divertida la imagen que compongo con palabras que incluyan cada uso de la norma:
"El chiquillo de Sevilla,
encontró un muelle en la calle:
y dijo en un murmullo: -¡Qué bello es!"
Nada, no hay quién le convenza, ella prefier estudiar de "pe" a "pa" la fría redacción de la norma:
Se escriben con "ll" todas las palabras acabadas en "illo" y en "illa", así como los sustantivos que terminan en "elle", "alle", "ello" y "ullo". También todas las palabras derivadas de otras con "ll". En fin, respetamos su criterio y continuamos. Espoleada continuamente por el profe, va realizando una actividad tras otra, con ritmo desesperadamente lento para su profesor: -Profe, estás nervioso. te muerdes las uñas, estás nervioso....  María es muy observadora y se da cuenta perfectametne de que quisiera hacer más cosas, avanzar más deprisa... Luego sentencia: - Profe, eres muy desorganizado, porque siempre quieres hacer muchas más cosas de las que da tiempo... (¡Es para matarla!) y sigue tranquilamente, a su ritmo, pintando las tartas de los ejercicios de fracciones.

María lleva todo el curso escolar casi sin salir del pequeño piso de dos habitaciones y salón en que vive con sus padres y un hermano mayor de 17 años, autista. Padece leucemia complicada con lesiones en la columna y principio de diabetes. Lo ha pasado muy mal por la quimio, por el corsé que le obligaban a llevar, por los dolores en su columna... Ahora está mejor: alterna los días buenos y los malos. Cuando tiene  un mal día es muy difícil trabajar con ella: no se concentra, se equivoca continuamente, se queja... A veces, logro vencer el mutismo inicial con que me recibe y acaba hablando por los codos y sintiéndose mucho mejor. Intento convencerla del valor terapéutico de trabajar un poquito y no abandonarse a su dolor.
María quiere mucho a sus padres, pero a su padre le adora especialmente. Le adora y le admira: -Mi padre está escribiendo un libro, me dice con los ojos iluminados. Cuando estamos "en clase" multiplica los cariños y los abrazos (ya está claro que  los utiliza para evadirse de la actividad). Ella  observa su pequeño mundo con mirada insobornable: - Profe, mi familia es muy rara, me dijo hace tiempo, y yo trato de imaginar cómo se siente cada día junto a su hermano autista, sin lenguaje y en su mundo, su abuela vieja y enferma, entre esas cuatro paredes desconchadas por la humedad y con la cocina bajo llave pues su hermano la asalta en impulsos incontrolables de glotonería.  

Ayer me reuní con su profesor y hablamos de sus calificaciones. En Educación para la Ciudadanía surgía la duda de cómo calificarla: habíamos visto sólo 2 ó tres temas del libro. Yo lo tenía claro: su educación para la ciudadanía era sobresaliente, pero no adaptada al currículo. Hay mucha madurez en algunas de sus ideas y comportamientos. La vida, el ejemplo de sus padre que sobrelleva la situación con increíble serenidad y dignidad, el cariño de su madre, las lecciones de ética y comportamiento que su padre, se dejan entrever en sus comentarios... han diseñado el mejor currículum posible.
Valga como ejemplo su comportamiento con los regalos: No hay regalo que le haga, por nimio que sea, al que no corresponda con algún pequeño objeto o juguete para mí. Ya voy acumulando un viejo catalejo pirata, un muñequito, una postal dedicada... Y, habiendo descubierto, mis aficiones gastronómicas, no deja pasar la ocasión de regalarme algún bocado: el día de la diadema obtuve una hermosa pera del frigorífico, otro día me sorprendió con una ciruela (que en su ingenuidad me explicó que era una fruta típica del país de su madre, El Salvador), hoy como compensación a los nísperos me preparó un tuper con croquetas (por cierto, estaban exquisitas: empecé a comerlas camino del cole en Arganda  y no llegaron a Vallequillas, a cinco minutos de San Martín), Sonrío al recordar el día en que me preparó un minituper con garbanzos y espinacas tan pequeño, que su padre le recriminó: - Pero, hija ¿no lo había más grande?...

El curso está a punto de acabar. Apenas quedan un puñado de clases de asistencia domiciliaria. Quizás no vuelva a ver a María. Pero guardaré su recuerdo y su imagen de niña sensible y observadora. Espero que le vaya bien. Espero que salga adelante. El próximo curso estará seguramente con sus compañeros. Las bromas, los cotilleos, las mil inquietudes del colegio la harán olvidar al "pesado" de su profe de asistencia domiciliaria. Y eso será bueno. Yo ahora, mientras tanto, me conecto al chat del blog que mantengo para "mis niños" que he quedado con ella para una charlita... Hoy será la primera vez... Le tengo que decir que las croquetas estaban buenísmas... su madre, que las cocinó, debe saberlo.     

No hay comentarios:

Publicar un comentario