miércoles, 26 de diciembre de 2012

23 de diciembre, en el Ocejón.





El 23 de diciembre en el corazón peninsular y a 2.049 metros,  no espera uno encontrarse a nuestra amiga montañera Chus, ágil y fibrosa, en camiseta de tirantes; o  a Pepa, la incombustible organizadora del club Alcarreño de Montaña con su gorrito de Papá Noel vestida con una liviana camiseta; y a la gente, despojándose de suéters y polares, y protegiendo apenas su pecho con una delgada camiseta térmica. Nadie llevaba gorra: ¿Quién iba a pensar que en pleno invierno la necesitarían? A final del día muchos acabamos, pues, con la incipiente calva enrojecida. 

Lucía un sol primaveral. Uno  recordaba entonces el año pasado brindando por el fin de la crisis en medio de una tormenta de viento y de cillisca. En el presente, la naturaleza parecía compensarnos con un premio gordo de la lotería metreorológica: el día era esplendoroso.

Tampoco era usual ver semejante aglomeración en la cresta que da acceso al pico Ocejón: más de trescientos montañeros en pie cantando villancicos acompañados por el ronco son de una zambomba y las risueñas notas de una guitarra. Y, desde  luego sorprendía, el trasiego de chupitos, el alzamiento de copas de champán, el beso a morro de la botella de sidra... La gente, en la fase etílica de la exaltación de la amistad, se fundía en abrazos y besos, nos saludaban con la boca llena de polvorones y se superponían las animosas conversaciones y las expresiones de alegría... Una docena de perros correteaba entre las peñas sorprendidos por ese regalo de naturaleza desacostumbrado:  sorteaban los pies de la manada humana aceptando con respeto su presencia y su primacía en el paso.

Junto a la pequeña plataforma del vértice geodésico esperaban pacientemente turno y  hueco para ser  retratados los orgullosos montañeros que consiguieron coronar la cima. A sus pies, por el valle del Campachuelo, tamizado en verde brillante de agallugas, sepenteaban como diminutas hormigas los rezagados cruzándose ya con los que regresan al pueblo de Majaelrayo o al más alejado de Valverde por el valle oriental.

Tras seis meses sin moverme apenas de las sillas retomé la actividad senderista con la ascensión tradicional al Ocejón en la provincia de Guadalajara: ¡Una temeridad! Apenas realicé un leve entrenamiento, pequeños paseos, tres o cuatro días de la semana anterior. Gracias a esa mínima preparación pude llegar a la cima, eso sí, pero lo hice imponiéndome un ritmo cansino, viejuno. A base de paso lento conseguí que no protestaron demasiado las articulaciones. No se hinchó la operada rodilla. No gritaron los tendones desde su rincón muscular... Pero sentí músculos que ni sabía que existían, flojeaban las piernas, pesaban los pies infinitamente... Buscaba, zigzagueando con los pies, el trayecto más horizontal posible. Sorteaba los numerosos salientes de pizarra, las agujas que se alzaban cruzando sus hojas aliladas sobre la senda...

Pero llegué. Y en lo alto, brindando por el fin de la crisis, olvidé las llamadas de auxilio de mi cuerpo serrano. Después de una hora en la cumbre apresuramos la bajada para llegar a tiempo a coger el autobús. Y, ya en el albergue junto a Camplillo de Ranas, me resarcí con dos platos de judiones con boletus, exquisitamente preparados, y una buena tajada de pollo asado. Sin olvidar una copa fantasía de yogur líquido con frutas. Mi amiga Estrella, al lado de Chus, no dejó de hablar en dos o tres horas, en medio de las protestas de la pareja de esta última que se asombraba de tamaña verborrea.

Para los  postres, se improvisó rápidamente un coro navideño que hizo un cumplido repaso de los villancicos clásicos y de los más tradicionales de la región. Yo, que no soporto bien el bullicio, salí a respirar el aire, fresco para entonces, de la sierra y a apurar los últimos rayos del atardecer sentado frente a la lejana cresta de la sierra tras la que pronto se ocultaría elsol. Apoyada mi espalda contra la negra pizarra oía amortiguados los ecos de los villancicos:

"Dale, dale, dale;
dale a la zambomba.
Dale, dale, dale;
hasta que se rompa."

Y yo me sentía prácticamente roto, descoyuntado. Había dado a mi cuerpo un zambombazo, de cuyo eco, en forma de dolores musculares,  no me libraría en varios días. ¡Pero lo había conseguido"

2 comentarios:

  1. Ya decía yo que me sonaban esas caras... y a pesar de esconderse tras las gafas de sol también reconozco a Estrella en esta instantánea.Espero que desde las alturas tengáis una amplia visión para la entrada en el nuevo año. ¡Feliz 2013!

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  2. Desde la cima del mundo Alcarreño: un brindis por la crisis...
    Desde allí cualquier problema se ve mucho más pequeño...

    Jesús

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