jueves, 3 de octubre de 2013

"Que te den morcilla"


Que te den morcilla... por 1€. Y no nos referimos a una fálica recepción precisamente (¡encima pagando!), ni a probar una morcilla con estricnina como la que se daba a los perros con rabia antiguamente (historia que está en el origen de la expresión). Esta ración que te ofrecen junto a un vaso de cerveza sería una de las 4.200 raciones extraídas de los 187,2 metros de morcilla embutida en crudo que se cocinó en el Paseo de Atapuerca, en Burgos, como colofón del Año Internacional de la Gastronomía y coincidiendo además con el Día Mundial de la Tapa.
El hecho se consignará en el Guinness World Records, catálogo de excesos a cual más; libro que, a su vez, es un record en sí mismo pues es el libro con Copyright más vendido de todos los tiempos.
Es notoria la tendencia del ser humano a la consecución y celebración de lo superlativo: "Citius, altius, fortius" (más rápido, más alto, más fuerte); plus ultra (más allá), superman (superhombre)... El libro de los records describe, año tras año, esa eterna carrera para alcanzar los extremos; éxitos fugaces que caen al año siguiente pues el estúpido empeño en la especie humana de superar al otro parece infinito.
Este año, en la ciudad en que me crié, le tocó el turno a la humilde morcilla, esa que Góngora glosó ("quiero más una morcilla, que en el asador reviente... y ríase la gente"). Y desde luego que la gente celebró el extraordinario evento: 220 m. de tripa de vaca, 130 kilos de la cebolla horcal, una variedad autóctona, 50 de arroz bahía extra, 40 de manteca de cerdo, 40 litros de sangre de cerdo, 7 kilos de especias y 3 de sal, una olla de tres metros de diámetro, una mesa de 200 metros instalada, 400 voluntarios... y una masa de público ávida de contemplar el enorme tripa rellena llevada en volandas sobre un largo lienzo que avanzaba a medida que se cocía el embutido en medio de una olla gigante llena de mondongo.
Izando mi móvil sobre decenas de cabezas, tuve tiempo de grabar algunas imágenes, que os ofrezco. Hoy por el wassap, mi sobrina (una de las porteadoras voluntarias) me cuenta que estaba muy buena... Yo no pude probarla. En este país, cuando se ofrece consumición, ración o tapa a bajo precio, se produce un efecto llamada que abarrota el lugar y no hay forma de llegar a probarla. Una fila también "de record" se alineaba hasta la mismísima estatua del homo neandertal a principio del paseo y que, a buen seguro, también se hubiera apuntado al festín. Yo, sapiens más civilizado, me alejé en busca de un verdejo y un montadito en un bar cercano.

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