Polillita aún no había comido y casi no podía soportar el hambre así que fue al supermercado de la ciudad para ver si podía conseguir algo de comer. Pero, ¡cuál no sería su sorpresa al ver lo que había en el supermercado!; en las cajas de leche se vendían litros de arena y en vez de patatas había piedras en las bolsas. En las cestas del pan estaban colocados maderos recién cortados y en las hueveras pelotas de ping-pong. Polillita voló hasta una caja de galletas, pero cuando se metió dentro encontró que estaba llena de ladrillos. Intentó abrir un yogur pero dentro solo había cemento húmedo.
Empezó a ponerse muy mala creyendo que se moriría de hambre. Salió volando a la calle y se posó sobre un tejado.Cuando estaba medio muerta, muy débil por el hambre, percibió con su nariz un rico olor a chocolate. Miró alrededor pero no vio ninguna tableta por ningún sitio. Entonces se fijó en que sus patitas estaban sucias y muy pegajosas: aquello parecía... ¡Sí, era chocolate! Cogió con el dedo un espeso churretón de la suela y se lo llevó a la boca. ¡Estaba riquísimo! Luego probó los ladrillos que eran de turrón. También lamió los cristales que eran de caramelo, mordisqueó las persianas que eran de barquillo, hincó el diente en las baldosas que eran de turrón, masticó los cables de las bombillas que sabían a regaliz, se zampó un trozo de pared que era de galleta y sorbió las cortinas que eran de algodón dulce... En vez de bombillas colgaban del techo grandes chupa-chús y las telas y los hilos de los costureros eran de chicle estirado y cada color tenia un sabor distinto: el verde a menta, el rojo a cereza, el rosado a fresa, el marrón a café con leche, el blanco a nata, el amarillo a limón... Polillita buscó un grifo para beber agua, pero cuando lo abrió comprobó asombrada que salía un chorro de coca-cola y al abrir la otra llave zumo de piña. En la ducha se desprendía un chorro de batido de chocolate y si se dejaba correr mucho tiempo salía más frío y, al final, lanzaba un cremoso helado de tuti-fruti.
Polillita estaba asombrada y pasó mucho tiempo probando de todo un poco encontrándolo siempre riquísimo. Así, prueba que te prueba, llegó a una habitación donde encontró a un niñó llorando.
- ¿Por qué lloras? -le preguntó.
- Lloro de hambre -dijo el pequeño.
- Pero, si está toda la casa llena de golosinas riquísimas -le replicó Polillita apenada.
- No, -respondió- a mí solo me gustan las lentejas y mi mamá no quiere comprar porque me porto mal.
Polillita se quedó pensando mucho rato extrañada por aquello. Después suspiró y dijo encogiéndose de hombros:
- ¡Qué se le va a hacer!
Y se marchó volando en busca de nuevas aventuras.
Polillita estaba asombrada y pasó mucho tiempo probando de todo un poco encontrándolo siempre riquísimo. Así, prueba que te prueba, llegó a una habitación donde encontró a un niñó llorando.
- ¿Por qué lloras? -le preguntó.
- Lloro de hambre -dijo el pequeño.
- Pero, si está toda la casa llena de golosinas riquísimas -le replicó Polillita apenada.
- No, -respondió- a mí solo me gustan las lentejas y mi mamá no quiere comprar porque me porto mal.
Polillita se quedó pensando mucho rato extrañada por aquello. Después suspiró y dijo encogiéndose de hombros:
- ¡Qué se le va a hacer!
Y se marchó volando en busca de nuevas aventuras.
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