Me quedé asombrado; es cierto que ya entonces, unos diez años atrás, apuntaba un aire femenino, ciertas maneras delicadas; pero la foto le mostraba exhibiendo un modelo atrevido, con mucha superficie de piel a la vista y posando desnuda su pierna fuera de la falda mientras la apoyada en una silla. No me sorprendió el travestismo en sí, sino el aire sórdido que reflejaba.
Me vino a la memoria la escena de aquel baile. Allí estaba él, diez años antes, abrazado por el abusador de la clase que le movía girando en un baile de burlas y risas. No se inmutó cuando aparecí, como dando a entender, que todos conocíamos sus inclinaciones y que no importaban las risas porque era declaradamente marica. Una profunda tristeza se apoderó de mí y, muy serio, le pedí que lo dejara. Él todavía me miró con incredulidad:
-¡Pero si le gusta!...
- ¡No le gusta! - repliqué yo. Podía adivinar la callada humillación, el nerviosismo en la risita del alumno acosado. Él no dijo nada. No se defendió. Su acosador se enfrentó conmigo y el asunto terminó con una amonestación grave y una mirada de rencor del acosador.
A los profesores nos preocupaba aquel alumno. No tanto por sus inclinaciones sino por el extraño mundo que empezó a habitar: siempre relacionándose con adultos extraños, fantaseando con ocupaciones y trabajos inverosímiles. Llegó a trabajar en la radio, él lo afirmó así en su perfil, y declaraba que para ella lo importante era ser una misma , sin miedos; que le gustaría disfrutar de la vida, de las risas y de la gente legal . Yo, sinceramente, espero que así sea; que disfrute y encuentre gente legal. Y deseo fervientemente que sus parejas de baile en la vida sean legales, sinceras... pero no sé; me quedo con muchas dudas.
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