viernes, 3 de octubre de 2014

Frases hechas: "Haz el amor y no la guerra"




¡No lo niegues: estoy seguro de que cuando has leído esto pensaste en el sexo! ¡Apuesto a que imaginaste una pareja (o grupo) hippie en la isla de Wihgt, o quizás en Ibiza o en una romántica aventura rodante a bordo de una furgoneta cubierta de flores estampadas...!

Y, sin embargo, en la década de los 70, el significado para muchos de nosotros de esta mítica frase era muy diferente. Es verdad que nos llegaban ecos distorsionados del contexto del famoso lema: teníamos noticias de reuniones de jóvenes alegres, pacifistas, tranquilos; músicos de expresión arrebatada, mirada tierna, propensos a los besos y los abrazos... pero vivíamos inmersos en nuestro propio contexto, poderoso e inmediato, donde la palabra "amor" tenía un significado muy alejado del cariño carnal.

Me explicaré.

En 1975, un centenar de jóvenes vivíamos en Tuy, internos en un juniorado (una especie de seminario de aspirantes a hermanos maristas). A nuestros 15 ó 16 años se alborotaban fácilmente sentimientos y hormonas en nuestros cuerpos adolescentes. Los hermanos que nos formaban (como futuros alter egos de sí mismos) se afanaban en inculcarnos mensajes cristianos, actitudes responsables y un espíritu perfeccionista que me ha hecho mucho daño en la vida futura. Las consignas evangélicas, los lemas religiosos, los rezos, el estudio de la Biblia... era el pan de cada día. Caían sobre nuestras cabezas las palabras de Jesucristo: "Que os améis los unos a los otros como yo os he amado", "Amad al prójimo como a vosotros mismos." " Amad a vuestros enemigos y orad por quienes os persiguen..." así que, héroes por Cristo, estábamos casi dispuestos a seguir el ejemplo de santa Teresa niña e ir cantando alegremente a tierras de infieles a que nos cortaran nuestra risueña cabeza.

Así entendido el amor, con ese matiz masoquista y heróico, incluiamos la frase en nuestros murales y carteles. El sentido original, hubiera resultado escandaloso, pornográfico... Nosotros nos referíamos a practicar el amor (¡perdón, vuelve a pervertirse el sentido!) a seguir el mandato de Xto: Amaros los unos a otros como yo os he amado... sí, nos referíamos al amor cristiano, a la caridad...

Y, mi engaño, duró varios años más; hasta que a base de encontrar el común denominador de centenares de fotos y con las lecturas alternativas de un ambiente más liberal entendí la enorme metedura de pata que cometíamos los grafiteros del juniorado y comprendí por fin las expresiones de contrariedad de los hermanos cuando veían colgados en las paredes carteles encabezados por la dichosa frasecita.

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