miércoles, 2 de noviembre de 2016

Una palabra y mil imágenes - 16: Magia

Se apagan las luces. Poco a poco se ahogan las conversacioes del público. La gente se remueve en los asientos buscando la postura más cómoda y, por fin, se aquieta. Parpadean en la pantalla rayas, puntos, borrones de luz... Llega el momento de la

magia.



Para mí, la más maravillosa de las magia fue el cine. A mis cinco años conseguí que mis padres pagaran la modesta cuota para adquirir el carnet que daba derecho a asistir a las películas que se proyectaban en el salón del colegio Liceo Castilla donde estudiaba. Para entonces ya me había familiarizado con los dibujos coloreados de las paredes de mi colegio infantil El Zapatito; pero el encuentro con las imágenes animadas del cine fue mágico: aquellas sucesiones de imágenes me parecían tan vívidas y reales que, literalmente, me sumergía en su mundo.

Una de mis primeras películas (quizá la primera de todas) fue Pinocho. Tanto me impresionó que hoy, 54 años después, aún recuerdo con nitidez las primeras escenas donde Pepito Grillo se cuela en la casa de Gepetto y recorre la estancia hasta encontrarse con la marioneta de Pinocho. Hasta ahora no había vuelto a ver esas escenas de la película pero, avanzando el puntero temporal, he reconocido inmediatamente (aproximadamente en el minuto 3) la escena en la que el pequeño grillo se calienta el trasero con una brasa del fuego de la chimenea. ¿Por qué se me quedaría esta graciosa escena tan firmemente grabada en los circuitos de la memoria?.

Toda la película es espléndida y yo viví intensamente las aventuras del protagonista impresionado por el carrusel de colores que despliega en muchas de sus escenas. Había entrado en el mundo de los espíritus infantiles: aquello era brujería, hechizo, encantamiento... la auténtica magia.

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