martes, 1 de noviembre de 2016

Una palabra y mil imágenes - 18: Extraterrestres

Tras las variaciones orquestales de una melodía pegadiza, y el timbre atronador de un sintetizador de capacidad catedralicia, aparecen los deslumbrantes interiores de la nave y la difuminada figura de los

extraterrestres 


La película cuyas escenas nos ocupan se llama "Encuentros en la tercera fase" y el título merece ser explicado. En realidad su título en castellano es una mala traducción de lo que debería haberse traducido como Encuentros cercanos del tercer tipo. Según los ufólogos un encuentro de primer tipo se produce cuando se ve una luz extraña en el cielo. Uno de segunda clase cuando se puede percibir claramente un OVNI y uno de tercera clase cuando se avista personalmente a un extraterrestre.

La escena elegida es precisamente el encuentro de tercer tipo, el momento en el que los extraterrestres se presentan en carne y hueso (suponemos que así están hechos) ante los técnicos, científicos y elegidos que les esperan al pie de la Torre del Diablo (Devils Tower) en Wyoming. Mucho menos divertida y excitante que la escena precedente (la conversación musical con la nave) en esta, el genio precoz de Spilberg nos introduce en una nave gigantesca (una especie de Olimpo tecnológico saturado de luz). Son más de cinco minutos de imágenes sobreexpuestas, solarizadas y borrosos (y más en esta pobre copia que he podido conseguir de you tube). Sin palabra alguna asistimos asombrados a estas vistas lentas del interior de la gigantesca nave nodriza. Reconozco que en la  época de su estreno estas vistas debieron parecerme espectaculares, hoy me resultan redundantes y excesivas. La nave no deja de parecer un gigantesco armatoste lleno de gadchet y luces multicolores: una sencilla medusa fosforescente ganaría en diseño y armonía.

La anatomía de los extraterrestres de Spielverg es demasiado humana. Hay gente que encuentra parecidos en su cara con el propio niño protagonista Cary Guffey. Desde lo asombroso que es que tengan brazos y piernas, manos con cinco dedos (y el pulgar en oposición justo como nosotros), dos ojos, nariz... demasiados detalles como para no sospechar del histórico antropocentrismo del que todavía no nos hemos liberado. Los ufólogos clasifican este tipo de alienígenas como "Los Grises" que vinieron a sustituir a los clásicos "Little green men" (Hombrecillos verdes), el estereotipo extraterrestre anterior a esta fecha. En fin, que imaginamos aquí a los extraterrestres como humanos muy evolucionados con un supercráneo que alberga un enorme cerebro, un cuerpo "escuchimizado" por la falta de ejercicio, unos gestos contenidos, una mirada inteligente y unos conocimientos bestiales en tecnología. Por si fuera poco les dotan de una divertida actitud lúdica manifestada en la escena de la conversación musical y en la tranquila expresión del niño abducido que muestra parece apreciarlos sinceramente.  

Encuentros en la tercera fase fue original e innovadora en su tiempo. Con raras excepciones, ninguna película de ciencia ficción hasta la fecha presentaba a los extraterrestres como seres amables y amistosos. Ese optimismo de su director es una constante en sus películas. Como contrapartida tenemos hoy en día las advertencias del científico británico y astrofísico, Stephen Hawking quién ha afirmado que los extraterrestres"casi seguramente existen" pero aconseja que los humanos eviten mantener el contacto con ellos. Hawking piensa que los 'aliens' posiblemente harán incursión en la Tierra para proveerse de recursos y luego se irán. "Algunos extraterrestres evolucionados podrían haberse convertido en nómadas y tener intención de colonizar los planetas a los que llegaran". Si los extraterrestres visitaran la Tierra, afirma, el resultado sería similar a cuando Cristóbal Colón llegó a América, un encuentro en el cual los nativos del continente americano no fueron precisamente los más beneficiados.

Me gustan los extraterrestres que pinta Spielberg en su película, sí; pero estoy convencido de que la realidad se aproxima a los razonamientos de Hawhing. Spilberg nos ofrece un sueño. Hawking nos ofrece pensar en nuestra supervivencia. Pero durante un par de horas ¡Qué bello fue dejarse llevar por el optimismo de Spielberg!


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