domingo, 1 de enero de 2017

Una palabra por mil imágenes 41: Menguante

En aquella vieja película, entre  luces y penumbras en blanco y negro, comprendí por vez primera la relatividad de los espacios, la falsedad de la pretendida proporción humana. Resultó asombroso, a mis pocos años, contemplar un ser humano más pequeño que una hormiga; diminuto y desvalido como un mosquito que intenta huir de la gigantesca araña que habita en lo alto del armario del sótano. Más fascinante aún que Gulliver en el País de los Gigantes, este hombre experimenta las increíbles aventuras que aguardan a los seres pequeños. El mundo ante sus ojos adquiere una dimensión nueva plagada de peligros y llena de sorpresas. Y se abre paso al mundo diminuto, microscópico; con una visión privilegiada de lo infinitamente pequeño. Cada día suma una jornada de soledad y un filón de conocimientos. Cada día se enfrenta al binomio de la locura frente a la supervivencia. ¿Que ocurrirá cada día siguiente con el hombre 
menguante?   




Richard Matheson, escritor y guionista estadounidense fallecido en 2013 nos ha dejado un puñado de obras de ciencia ficción y fantasía imprescindibles. Algunas de ellas pasaron al cine y son universalmente conocidas. La más famosa, quizás, sea Soy Leyenda; pero otras no le van a la zaga como El diablo sobre ruedas o Más allá de los sueños. El talento de Matheson es reconocido no solo desde el cine; también autores de culto como Stephen King han confesado su enorme influencia. 

El (increíble) hombre menguante fue escrita en 1956 y llevada inmediatamente al cine al año siguiente por Jack Arnold sobre un guión perfecto del propio Matheson. La película ha sobrevivido al paso del tiempo siendo considerada hoy día como un clásico que mantiene su actualidad (no por los efectos especiales en sí -muy logrados en todo caso- sino por el tratamiento y el análisis psicológico de la situación del protagonista. En la  película asistimos impotentes al desmoronamiento de la vida de un hombre: de ser el amante esposo y padre a ser tratado como un niño y ser rechazado sexualmente por su esposa; de padre protector a que su hija lo utilice como una muñeca; de sentirse un hombre saludable y vigoroso de 1´82 m. a verse acosado por un pedófilo cuando su tamaño le hace parecer un niño...  

En el film descubrimos paralelismos evidentes con Soy Leyenda (sobre la soledad del último hombre normal en un mundo poblado por vampiros), o La Metamorfosis de Kafka. También encontramos reminiscencias de Robinson Crusoe. Buena parte de las angustias y las esperanzas del protagonista son compartidas con los protagonistas de estos clásicos. 

Si en la primera parte del film se nos presentan los problemas psicológicos y sociales del protagonista que se enfrenta a la marginación y la soledad incrementada día a día;  y la segunda se centra exclusivamente en su lucha por la supervivencia toda vez que el contacto social termina por desaparecer; el final presenta un paso casi místico a una dimensión desconocida, con un monólogo existencial definitivamente magistral: 
“Yo continuaba menguando, ¿convirtiéndome en qué, en lo infinitesimal? ¿Qué era yo? ¿Aún un ser humano? ¿O era yo… el hombre del futuro? Si hubiera otros despliegues de radiación, otras nubes yendo a la deriva por mares y continentes, ¿podrían otros seres seguirme hacia este vasto nuevo mundo? Tan cerca lo infinitesimal y lo infinito. Más repentinamente, yo sabía que había en realidad dos fines para el mismo concepto. Lo increíblemente pequeño y lo increíblemente vasto eventualmente se encuentran: como el cierre de un gigantesco círculo. Miré hacia las alturas, como si de algún modo pudiera aprehender los cielos. El universo, mundos más allá de su enumeración, el tapiz plateado de Dios se esparce por la noche. Y en ese instante, supe la respuesta al enigma del infinito. Yo había pensado en términos de la limitada dimensión del propio hombre. Yo había sido arrogante hacia la Naturaleza. Que la existencia comienza y finaliza es una concepción humana, no de la Naturaleza. Y sentí mi cuerpo menguando, fundiéndose, convirtiéndose en nada. Mis miedos me desbordaron. Y en su lugar llegó la aceptación. Toda esta vasta majestuosidad de creación debía significar algo. Y entonces comprendí algo, también. Sí, más pequeño que lo ínfimo, comprendí algo, también. Para Dios, no existe la nada. ¡Yo aún existo!“.

5 comentarios:

  1. Feliz año nuevo!

    No he visto la peli, luego vuelvo.

    Saludos =))))

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  2. Feliz año nuevo, igualmente...
    Espero que 2016 haya acabado menguante de penas
    Y 2017 empiece creciente de felicidad.

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  3. Jesússsssssssssssssssssssssssss!
    No sé ve el final......voy a buscarla en internet a ver si logro encontrar el final.

    =(

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    1. Encontré la escena final....!
      No tenía idea de esta película, claro, es que sé nada. Me ha llamado la atención la desproporción de los tamaños. No sé que más decir, me tuvo en vilo buen rato.
      Gracias!

      =))))

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  4. Es verdad, cortan el final. Cuando buscaré una versión que lo incluya. . Pero debe faltar muy poco.
    Es una de las películas de mis recuerdos... En su momento me impresionó.

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