La oca, animal sagrado para numerosas culturas, da nombre a un juego de origen incierto. Para muchos es una sencilla y lúdica manera de representar nuestro caminar por este mundo. Desde antiguo (en tiempos anteriores al 2000 a.C.) se tienen indicios de tableros en espiral con casillas marcadas con signos misteriosos. Uno de ellos es el singular disco griego de arcilla de Phaistos aún no descifrado y de factura enigmática. Algunos remontan su invención a la guerra de Troya como un juego creado para los resistentes que aliviara el tedio del asedio por parte de las tropas griegas. La primera versión datada de los tableros actuales se refiere a un juego de mesa regalado por el monarca florentino Francisco I de Médicis a Felipe II entre 1574 y 1578. El ejemplar más antiguo conocido está fechado en 1640 y es un tablero de madera realizado en Venecia. Las primeras versiones comerciales aparecen hacia 1980 y estaban decoradas con motivos de la época.
Existe una hipótesis que atribuye su invención a los templarios en el s. XII. Esta suposición afirma que era una representación críptica del Camino de Santiago. No le faltan algunos argumentos (las marcas de pie de oca de los constructores en numerosos monumentos de la ruta, por ejemplo).
En realidad podría definirse como un juego de rol restringido por el determinismo. Tu futuro estaría escrito: hagas lo que hagas los dados del destino te llevarán por el tablero de la vida donde ellos quieran y solo ellos saben donde será. Tú nada puedes hacer salvo gozar o sufrir los avatares que te va adjudicando la vida. Eliges, al jugar, el papel de vivir; pero no podrá evitar retroceder (si toca) avanzar (si procede), penar (si el azar te castiga) e incluso morir (si tus dados te deparan la suerte más adversa).
Como todos los juegos tiene sus reglas y limitaciones. Las diversas casillas se recorren al ritmo que marca el azar de los dados y el camino se limita a 64 tramos (que es un número de curiosas propiedades). Como en todos los caminos te esperan en él peligros y oportunidades. Tenemos la suerte distribuida por el tablero en forma de oca, cada nueve casillas (aunque hay ocas con el pico hacia atrás en algunas versiones que te harán retroceder hasta la oca anterior). Existen dos puentes que actúan como saltos en el espacio-tiempo (en ambos sentidos) donde decimos, ora eufóricos ora resignados: "De puente a puente y tiro porque me lleva la corriente". Aparece una posada donde hay que descansar, quizá más bien sea un hospital donde curar los sucesivos achaques de la vida. Es posible que caigas en un pozo y ese percance te inmovilizará durante algún tiempo. Si la fortuna te deposita sobre la casilla donde están dibujado unos dados avanzarás o tirarás de nuevo (según versiones); esta segunda oportunidad también se presenta algunas veces en la vida. Caer en el laberinto (de pasiones, de fortuna, de drogodependencias...) te hará retroceder o te dejará estancado durante largos y penosos periodos de tu vida y, si es que sales o quizás como consecuencia de él, puede que termines en la cárcel en la que habrás de soportar largas condenas. En tu camino te espera la muerte; si logra atraparte habrás acabado tu juego, es decir tu vida. Por caridad se te ofrecerá un nuevo intento, pero tus compañeros y competidores por el éxito estarán ya muy lejos...
Llegará, por fin, un momento en que el éxito esté al alcance de tu mano; pero es entonces cuando el destino puede mostrarse más cruel. A las puertas del triunfo, y con tus enemigos afanándose por adelantarte, es posible que no aciertes con la llave exacta que abre esa puerta. Angustiado comprobarás que tus vanos intentos se estrellan contra una puerta cerrada y habrás de retroceder, volver a intentarlo y, en algún caso, morir pues la parca no anda lejos del éxito en el tablero de la vida.
A quienes hemos "jugado" varias veces los diversos Caminos de Santiago que surcan la Península no deja de sorprendernos las similitudes que encuentras con este juego: los albergues, los accidentes que te inmovilizan por un tiempo, los ríos y los puentes, la oca (como marcas en los antiguos edificios y como amistades que facilitan el camino), la cárcel puede, la muerte incluso (impresiona encontrar en algún rincón del camino el monumento a algún peregrino que murió en ese lugar sin poder llegar a su fin). Las semejanzas son más asombrosas cuando las aplicamos a nuestra propia vida.
A estas alturas de la entrada llego por fin al motivo inicial que me impulsó a escribir sobre este juego. En realidad quería hacer un relato sobre el insospechado camino de cada cual por la vida. Las cosas no suelen suceder como deseas, los caminos no son los proyectados, los encuentros inesperados, la fortuna decide a su aire... En mi caso podría casi poner nombre a cada casilla con los lugares en que habité durante más de un año: Ayuela (Palencia), Carrión de los Condes (Palencia), Burgos (capital), Miraflores (Burgos), Arévalo (Avila), Tuy (Pontevedra), Salamanca, Burgos de nuevo, Almería, Burgos otra vez, Arganda del Rey (Madrid), Vallecas (Madrid), Alcorcón (Madrid), Parla (Madrid), Móstoles (Madrid) Arganda nuevamente, Guadalajara... Con este trajín viajero ¿Quién puede echar raíces? Yo las llevo puestas como unos segundos pies, caminan conmigo por los caminos de España. En cada uno de estos lugares encontré posada, crucé sobre corrientes que querían arrastrarme, me vi proyectado a una nueva oca al poco tiempo... y, en ocasiones, tropecé y caí en algún profundo pozo, incluso podría decir que estuve a punto de dar con mis huesos en la carcel (en realidad en el calabozo, pues fue en la mili). Como muchos otros, sentí en mi nuca el aliento de la muerte que pasó a mi lado rozándome algunas veces. Cada vez el camino es menos largo y me voy aproximando a la casilla 64, esperando que la cuenta no sea casilla por año y La Parca me deje disfrutar de mi jubilación por mucho tiempo.
A veces pienso que un tal Satanás nos ha cambiado los dados, que juego con unos trucados: ¡Son tan extrañas y absurdas algunas etapas de mi viaje! Pero, en fin, sigo jugando con ilusión y aunque sé que mi suerte está echada fuerzo un giro inesperado a mi muñeca cada vez que me toca tirar. Quizás pueda poner algo de mi parte y engañar a mi destino.
Quién haya recorrido el Camino de Santiago no habrá dejado de percibir esa asombrosa semejanza de la aventura peregrina con el recorrido del juego. Incluso en Logroño hay una plaza con un gran tablero de la Oca dibujado y tampoco son extrañas las marcas de cantería con la pata del palmípedo.
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