viernes, 15 de mayo de 2009

Papaver somniferum


Hace un par de días, de camino al trabajo en San Martín de la Vega, a la izquierda de la carretera, destellaban los pétalos de un grupo de amapolas blancas. ya me era familiar esa especie de opiáceo. En Arganda (entre el puente de Rivas y La Poveda, cuando hacía alguan de mis improvidadas rutas en bici) ya las había visto. Me llamaron la atención por su belleza y sólo después, al investigar sobre ellas, supe que eran adormideras: las famosas amapolas del opio.
Su fotografía me trae a la memoria imágenes exóticas y orientales de fumaderos de opio donde las personas acceden durante horas a una dimensión extraña y vuelven desorientados y vulnerables. Hoy en día sabemos del papel que desempeñan en la economía y la financiación de los talibanes en Afganistán. En un rincón de Guadalajara (España) también hace siglos tuvieron algún significado especial pues aparecen en algún elevado capitele del Monasterio de Bonaval. por ejemplo.
A mí me llaman la atención. Me extraña su presencia a apenas un kilómetro de La Marañosa que es un poblado militar. La estepa entre Valdemingómez y el Cerro de los Ángeles ya fue noticia hace años por encontrarse en ella lo que aparentaba una expontánea plantación de marihuana.
Me bajo del coche para hacer algunas fotografías. Me encanta el vigor y la insultante ilegalidad de la naturaleza. Se ríe cínicamente de las prohibiciones.
La verdad es que hoy, 15 de mayo, el campo esta exultante. Entre el océano de tallos verdes que cubren las laderas aparece el rojo puntillista y brillante de millones de amapolas como minúsculas gotas de sangre entre la marea vegetal...Y de vez en cuando el brillo nacarado y centelleante de los pétalos de las amapolas del opio a la vera de la carretera, ajenas al rápido devenir de los automóviles y de los conductores enfrascados en sus asuntos.

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