martes, 10 de mayo de 2011

Ciencia en el retrete: un tratado de escatología (1º parte)

Presento, en este mi querido blog, tan poco leído, la primera parte de un ensayo sobre ciencia que tengo muy pensado. Casi cada día, con un poco de trabajo y gran satisfacción, me siento a pensar en aspectos científicos no dejándo de sorprenderme en qué lugares y momentos se manifiesta la ciencia en sus múltiples facetas. Os dejo este legado para que también reflexionéis. Nada, en la vida, tiene porqué ser aburrido.
Autor: Jesús Marcial Grande ©. 2011.
NOTA: Este ensayo, dispone de una página anexa de información técnica a la que también puedes acceder.


Llega el momento del apretón y, rápidamente echamos mano al cinto, nalgas al asiento y nos ponemos en actitud pensante. ¿Pero realmente pensamos? Si la espera resultara larga y tenemos curiosidad encontraremos en este especial recinto un compendio de lecciones científicas de las más variadas materias. No temas, amigo lector, no se han inventado aún los libros de olor (todo se andará) ni, desde hace tiempo, nos escandalizamos por la mención o visión de las heces (recuerda el "mecagoen"). Antes bien han sido convertidas en arte por algunos artistas, el más conocido de ellos Piero Manzoni llegó a vender sus famosas latas de  Mierda de artista (Contenido neto: 30 gramos. Conservada al natural. Producida y envasada en mayo de 1961).
Convirtamos nosotros este lugar, y las innobles actividades que en él se desarrollan, en un laboratorio de ciencia (no me refiero a la alquimia trasmutacional, no vamos a transformar excrementos en oro (aunque quién sabe...), más bien aprovecharemos este espacio para hacer un repaso de numerosas leyes de diversas materias científicas.

Hemos de empezar, la razón cae por su propio peso, por la  Ley de Gravitación Universal (1). Hubo de ser una manzana la que le quitara la gloria al pesado paquete que, impelido por la atracción entre sus masas, atrae levemente a la tierra hacia nuestras posaderas y es atraída, a su vez brutalmente por ella, hasta el extremo de desprenderse de nuestro propio cuerpo (amputación extraña para los niños pequeños que pueden verlo como una pérdida o un regalo que dan a los padres -y aquí entramos en la psicología de la mano de un tal Freud que lo denomina etapa anal (2)-).
Semejante deposición ha de hacerse con notable precisión para acertar en un agujero dispuesto a tal fin. El geoposicionamiento (3) es imprescindible para evitar las salpicaduras, negativo efecto colateral de semajante bombardeo. Hay que tener en cuenta el importante error de paralaje (4) que supone mirar entre las piernas desde una distancia lateral de un cuarto de metro a la vertical de la caída.  Sin embargo es conveniente desviar ligeramente el punto de impacto pues la relativamente fuerte tensión superficial (5) del agua depositado en esa especie de pozo producirá el efecto acción-reacción(5b) salpicando grandes cantidades de líquido al romper la sutil membrana tensionada por el peso del objeto. El efecto sobre las posaderas, además de sobresaltar, induce a proyecciones mentales de asco, alarma y gérmenes populosos ¡y encima ajenos!. Buen recurso para romper esa tensión superficial es el dejar un pedazo de papel sobre la superficie lo cual inutilizará buena parte de la tensión del líquido (6).
Una buenísima costumbre después de este suceso es el uso inmediato de la cadena para evitar malos olores. Ya sabemos: menos concentración y tiempo de reacción (7)  implicarán menos cantidad de gases y compuestos de las reacciones de descomposición en curso. A continuación una refrescante brisa  recorrerá nuestras nalgas debido al efecto Venturi (8) y después podremos contemplar un remolino en el fondo de la taza que, curiosamente, siempre girará en el sentido de las agujas del reloj debido al efecto Coriolis (9)
Lo que pasa a continuación merece un capítulo especial. La pituitaria humana debe un favor especialísimo a la dinámica de fluídos y su principio de los vasos comunicantes(10) que, aplicando una mejora ingeniosa, produce el sifón (11) que combina el desagüe del líquido limpiador con el efecto tapón  para evitar el hedor. 
Cuando tiremos de la cadena se pondrá en marcha en la cisterna una ley, descubierta desde antiguo, por un tal Arquímedes (12) relativa al empuje recibido por los cuerpos sumergidos en un líquido. Aunque no la vemos, una ligera boya estará siendo elevada por el nivel creciente del agua inyectada a la cisterna. Esto puede darnos la oportunidad de percibir el efecto Bernoulli (13) al escuchar unos estertores que parecen provenir de las cañerías. No hay que asustarse. Se trata de efectos bien conocidos de la viscosidad de los líquidos que circulan por las tuberías. Nuestro estudio del volumen de los cuerpos sólidos (14)  nos puede venir de perlas para ahorrar en el recibo del agua si buscamos un adoquín de uno o dos litros de volumen y lo sumergimos en la cisterna.
Siguiendo con nuestros estudios sobre la densidad habremos de examinar nuestra producción biológica para determinar su flotabilidad(15). Si está en el fondo su densidad será mayor que 1 y,  probablemente, nuestras heces contendrán gran cantidad de líquido; pero, si flotan, descubriremos preocupados que estamos bastante estreñidos (cosa que probablemente ya sabíamos).
Si nuestro geoposicionamiento en el momento del lanzamiento no fue correcto las señales del impacto estarán desagradablemente presentes en las paredes del objetivo. Esas manchas suelen ofender al pudor, especialmente de los siguientes usuarios. Para evitarlo la ciencia ha desarrollado curiosos mecanismos y procedimientos. Los retretes suelen disponer de un plano inclinado(16)  en su pared trasera para facilitar el deslizamiento de los productos arrojados allí. Si la viscosidad(17) es alta los productos rodarán fácilmente sin manchar el impoluto recipiente, pero si la viscosidad es baja (¡Dios no lo quiera!) se incrementará la adherencia dejándo unas desagradables pinturas rupestres (llamadas así porque suelen estar pintadas en "Roca" (no me resisto al chiste fácil). Se puede reducir notablemente la adherencia(18) de las paredes vaciando la cisterna previamente al acto (lo recomiento)  pues las moléculas de agua actuarán a modo de microscópicos rodamientos(18b) que facilitarán la transición de las sustancias en cuestión. Sobre este punto hay que destacar la ingeniería holandesa que, contra lo que pueda parecer, ha diseñado un escalón (rampa horizontal) en el que las heces quedan servidas como en un plato (de mal gusto). Aparte de evitar el temido chapuzón este váter parece limpiarse mejor que el nuestro (habrá que estudiar a fondo este paradógico mecanismo). Además, algunos con experiencia en el tema, me han asegurado que es infinitamente mejor en caso de objetos caídos accidentalmente en el recipiente. En el futuro estas rampas facilitadoras tendrán un prometedor uso médico: los chisps analizadores(19) de heces nos podrán informar (vía voz MP3 o pantalla digital) de nuestro estado de salud, regulación dietética, etc...
De momento, y pese a nuestra impericia, un simple análisis visual de nuestra excrecciones(20) nos dará mucha información de nuestro estado de salud. Si el análisis es vía gustativa (en la orina) prodríamos detectar fácilmente la diabetes (será dulce). Si es vía olfativa... (mejor no seguimos, al aproximamos peligrosamente a la escatología.)
Es curioso comprobar que, todo esto que nos aporta tanta información, es apresuradamente expulsado de nuestro inodoro (curiosa palabra) y nos aplicamos a una compulsiva limpieza: desde tirar repetidamente de la cadena a realizar (en algún caso) un accesorio aumento de caudal mediante la incorporación de un volúmen externo (por ejemplo, un cubo). Esta ganancia de caudal(21) repercute en una mayor presión lo que se traduce en una mayor inercia(22) en el líquido proyectado. El impacto contra las masas gelatinosas será mayor evidentemente, disgregándolas con mayor facilidad.
Un asunto de la máxima importancia es la limpieza de las adeherencias que nuestros restos biológicos dejan en el ano (en cristiano "limpiarse el culo"). Latiguillo de madres a hijos, obsesión de muchas/os, la limpieza de este orificio emplea dedicación obsesiva y esfuerzos notables. Lo habitual es el uso de materiales suaves y pororos que absorban esos restos pegadizos. Siendo la gamuza la solución perfecta, por economía, el papel esponjoso, arrollado suave y -a ser posible- a doble capa, es la solución más práctica. No hay que descartar, sin embargo, el recurso del papel de periódico, facturas, sobres e incluso hojas, hierbas o pulidos cantos rodados si estamos en pleno campo. El diferencial cultural hace que en ciertos países no se use papel sino agua de un cubo que, empleada con la mano izquierda ("la de pegar a las mujeres y limpiarse el culo", según chiste de mal gusto de origen musulmán) servirá para lavar la zona en cuestión. La ingeniería japonesa, por otro lado, ha incorporado a sus inhodoros una especie de boca-alien(23) que, surgiendo del fondo de la taza, lanzará un chorrito de agua contra las posaderas evitando que contaminemos nuestras manos con las heces.
El diseño y colocación del papel higiénico(24),  ha producido sesudos estudios llegándose a la conclusión de que la mejor forma es con el extremo suelto hacia el usuario otpimizándose así la aplicación de este recurso.
Los procesos descritos son el procedimiento standar para la realización de nuestra última fase del proceso digestivo. Pero hay alteraciones o modificaciones de dicho proceso que obedecen a diversas causas. La principal está relacionada con la aprehensión o el asco que la aplicación de semejantes actividades puede producir.
Esto  ha llevado a inventar curiosos retretes  (como el váter japonés, parecedio a una bañera empotrada en el suelo), el retrete turco (de gran facilidad de uso), o divertidas costumbres de uso que pasamos a relatar.
Dado el bajo nivel higiénico de los retretes de los establecimientos públicos suele emplearse un dispositivo sejante a un anillo circular que, además de servir de asiento, preserva a nuestras nalgas del contacto con la loza del receptáculo (previsiblemente llena de restos de orina, e incluso otras salpicaduras menos transparentes). En ocasiones la tapa ha permanecido abierta durante las funciones de micción lo que la inhabilita para servir de asiento seco y confiado. Las soluciones, según la idiosincracia del individuo, pasan por la limpieza a base de papel higiénico -con el consiguiente peligro de acabar el rollo- hasta emplear un papel de periódico -el peligro aquí es la posibilidad de que la tinta impregne(24) tus nalgas y tu culo se convierta en un periódico a toda plana (no es broma, una turista alemana fue detenida en China acusada de espionaje al encontrarla en un registro esas marcas impresas en sus  posaderas)- ó bien, realizar un rápido estudio de resitencia de estructuras(26) y colocarse de pie a horcajadas sobre los bordes de la taza y realizar la expulsión a pulso (esto puede acarrear gran peligro de integridad física del inhodoro y del usuario). En algunos países llegan a prohibirlo expresamente(27).

(continuará)

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