martes, 1 de noviembre de 2011

"Me importa un pimiento"


Tengo puente y voy al supermercado. Es curioso comprar sin los agobios de los horarios comunes. Mamás relajadas con sus hijos en el carro, jubilados parsimoniosos, hijas adolescentes colaborando con su progenitora... Mercadona ha instalado aquí, en Cabanillas, un supermercado de tamaño medio, lo justo para un pueblo como este, no muy grande. Paseo sorteando el tránsito de los carros. Observo que están aumentando los stand de productos baratos, de marcas blancas, de precios rebajados... Encuentro novedades en los arcones refrigerados: pescados, chuletones, muslos de pollo retractilizados y congelados a precios ajustadísimos. Se nota la crisis.  

Tengo idea de preparar unas berenjenas rellenas. Escojo dos de tamaño medio y estética perfecta y me planto a esperar que acabe la señora que está en la báscula de pesaje y etiquetado automático. La señora parece un poco despistada. Mira ora al stand ora las teclas intentando encontrar la de los pimientos. A su lado el carro con una niña de unos cinco años sentada en el interior. Finalmente coloca su bolsa con dos pimientos verdes en la báscula y aprieta la tecla correspondiente. La máquina imprime la etiqueta y ella la pega en la bolsa aún abierta. Después y sin preocuparse de que estoy a su lado contemplándola, con la rutina de quién lo ha hecho muchas veces, introduce un pimiento rojo extra en la bolsa y la cierra.

Estas máquinas de autoservicio en el menudeo de ventas de verduras siempre despertaron mi curiosidad. Me parecían una invitación a la estafa. Incluso una vez apoyé el dedo en la parte inferior del plato de pesaje y quité unos 100 gr. de peso a los tomates que compraba. Era, más que nada, un experimento para comprobar lo fácil que era realizar  una pequeña sisa. No lo he vuelto a hacer. Tampoco vi nunca a nadie hacerlo hasta hoy. Aprieta la crisis. Un pimiento sí importa.

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