sábado, 17 de marzo de 2012

¿Quién da la vez?


Desde hace algún tiempo noto la muerte más cercana. Será quizás, que me avisa de que empiezan a cumplirse los plazos en forma de notificaciones (muertes de familiares). Me ronda por la cabeza el refrán popular "Cuando las barbas de tu vecino veas pelar pon las tuyas a remojar". Parecen sonar los avisos y las alarmas: se acaba la vida y se impone realizar los últimos ejercicios del examen sin relajarte en los intrascendentes. Hace tiempo que murieron los abuelos, llega el plazo de los tíos, mis padres esperan su turno viendo cómo se caen los primeros lugares de la lista y avanza el suyo. Por el camino murieron otros familiares, sin turno de vejez, pero con números marcados en la lotería de la Parca.
Hoy, en el cementerio de un pueblo manchego, reflexionaba sobre nuestro último acto social: el entierro. Las tumbas no están distantes, al contrario, pero son distintas. Al verlas tan didiferentes uno no se explica el tópico "todos iguales ante la muerte": capillas, panteones, losas de granitos variados, dorados herrajes, costosas flores, tumbas funcionales, tumbas humildes, simples huecos cubiertos de tierra... Los panteones disputan por ser mejores y más grandes unos que otros. Aún quedan tumbas en el suelo con esa suave elevación, molde mineral, producida por el cuerpo del difunto que la hace más cercana y real. Ya no se entierra: se enlosa, se ennicha o se incinera.
Desde los neandertales el hombre se ha preocupado por trascender este cuerpo tan frágil de alguna manera: Desde el depósito en un lugar sagrado, abandonados en cuevas, enterrados, alojados en túmulos, encapsulados en vasijas (huacas), secados al aire en los cementerios indios, rodeados de lujo en los mausoleos, protegidos y cubiertos de toneladas de piedra en las pirámides... La muerte nos iguala a los ojos de los muertos, pero no a los de los vivos que siguen viendo el pasado donde hay un presente en ruinas y un futuro dudoso.
El patrimonio cultural y arqueológico de la humanidad debe a los muertos la mayor parte de sus fondos. La mayoría de las piezas de los museos proceden de necrópolis. Las edificaciones más espectaculares son tumbas: El Mausoleo de Halicarnaso fue unade las maravillas de la antugüedad, aún nos excitamos con la idea de explorar el interior de la pirámide de Keops, el magnífico e inimaginable mausoleo del emperador Qin Shi Huang (en cuya tumba trabajaros durante más de 38 años 700000 personas y que, cuando el gobierno chino autorice traspasar las cerradas líneas de su ejército de terracota de 8000 soldados que lo guardan, el mundo contemplará asombrado ese día un espectáculo increíble en su interior), las "cosas maravillosas" que encontró Howard Carter en la tumba KV62 (que algunos pudimos ver el año pasado en la exposición sobre Tutankamón en la Casa de Campo de Madrid), aún se busca la tumba de Alejandro Magno...
Todos los intentos "fisicos" de trascender que ha ideado el hombre han sido un absoluto fracaso: Ni la momificación, ni el elixir de la eterna juventud, ni la sangre de dragón, ni el Santo Grial... sólo el dudoso consuelo de la espiritualidad o de la religión parecen garantizar la trascendencia. Pero la verdadera trascendencia de cada uno de nosotros parece encontrarse escondida en la sutileza biológica de la permanencia de nuestros genes en los hijos y en los individuos afines (recomiendo leer "El gen egoista" de Richard Dawkins).
Parece, pues, que sólo nos resta arreglar los trámites a los que aún seguimos en la lista de la vida para cuando nos llegue turno. ¿Quién da la vez? Conviene prepararse, así que aquí os dejo mi última voluntad: "Yo quiero que a mí me entierren, si enterrarse pudiera, al pie de un gran árbol solitario en lo alto de una colina". Sé que es un romático e ilegal deseo. Pero sería un biológico consuelo pensar que un poderoso ser vegetal recicla la muerte en una nueva vida. La altura y la colina son más bien un anhelo espiritual al que no encuentro explicación racional alguna pero que siento. Pero si no es posible; que me incineren. Que mis cenizas sean lanzadas al viento desde una altura. O bien que sean mezcladas con el cemento con que se construya un nuevo hogar. Así mi espíritu vivirá entre las gentes que la habiten ... o quizás mi fantasma les atormente.
NOTA: Os dejo esta pequeña selección de canciones dedicadas a la muerte. Las tres preciosas, las tres diferentes, las tres llenas de poesía. Yuna más de regalo, con un toque de humor y de absurdo.




2 comentarios:

  1. Hace pocos días yo estuve pensando lo mismo.
    La vida avanza para unos y para otros supone el final de su trayecto, como el tren cuando llega a su última parada.
    Hace pocos días yo estuve pensando lo mismo.
    Un tío que se despide, otro tío , un amigo. LLega el momento de la despedida. Y como bien dices, los padres se hacen mayores y siguen subiendo en la lista.

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  2. Hola, Manuel. Encantado de que pases por aquí.

    Ya ves, hoy con un tema algo triste, pero he añadido una cancioncilla con un toque de humor surrealista (más realista que sub, doy fe).

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