Desde hace seis meses prodigo las entradas en el blog. Últimamente edito una cada dos o tres días. Algunas ligeras, otras largas y elaboradas. Anoto cada ocurrencia y esbozo borradores que completo de cuando en cuando. Me lleva tiempo, esfuerzos casi dolorosos, a veces satisfacciones presonales estimulantes; pero ¿quién me lee?. Pocos, lo sé... Uno escribe por varios motivos pero si lo hace en un medio público el deseo de ser leído será uno de ellos. Para el simple recordar símplemente están las biografías secretas, para ajustar desordenes mentales los diarios íntimos, para experimentar los escritos destinados a la papelera... pero yo escribo también para que me lean. Suelo hablar poco y esta es mi forma de comunicación alternativa.
Los contenidos no no son malos. No describo la supervivencia como Papillón, ni lo exótico como Marco Polo, ni lo sublime como Lorca, ni lo divino como Santa Teresa, ni lo humano como Neruda... sólo son pequeñas cosas, ocurrencias diminutas, un poco de nada; pero siempre con algo de chispa, con una pizca de originalidad en el enfoque, con algún juego sorprendente de ideas o palabras (al menos eso pretendo)...
Las formas un tanto descuidadas, pero juro que me esfuerzo y repaso los textos varias veces. La espontaneidad es rara avis: predomina el trabajo de fragua vegetal del pájaro carpintero. Y pese a ello encontrarás garrafales errores: alteraciones de letras, fallos de ortografía, faltas de concordancia, anarquía en la exposición, frases mal hilvanadas y profusión de los malditos adjetivos... Lo acepto. Estoy aprendiendo.
Mis críticos (amigos o desconocidos) suelen ser benévolas. Pero son pocos los que alzan la voz para comentar, para dar su opinión; la mayoría calla... y el que calla, en estos medios digitales, no otorga: arrebata con su silencio los ánimos del autor. Algunas impresiones cofesadas personalmente calman mi pobre ego de aspirante a escritor. Una cuantas son generosas hasta la exageración, casi empalagosas. Varias indulgentes... Otras prudentes silencios. Pero son tan pocas...
Así que he decidido exponerme en los escaparates de la red. Albergo la esperanza de nutrir la lista de seguidores hasta llegar a los dos dígitos. Aspiro a colocar el dígito de los dedos de una mano en los millares de la lista de visitas. Me propongo animar la aparición de comentarios: desde el escueto acto de presencia (frase y firma de paso) y el breve jalear (¡Muy bueno!, ¡Ánimo, Jesús!) hasta la aportación valiosa, o el serio debate epistolar. Visibilidad: esa es la palabra. A partir de ahora practicaré el pragmático arte de situarme en la palestra, de ponerme en pública exposición, de anunciarme a los cuatro vientos digitales de la globalidad. En este momento se presenta: Jesús Marcial Grande, escritor.es.

Siguiendo con el final de tu entrada, comienzo así mi comentario:
ResponderEliminarEn este momento comenta en tu blog:
Manuel Díaz "el castellano".
Siempre habrá gente que te lea aunque es cierto que pocos comentarán, a mí me ocurre lo mismo pero bueno habrá que seguir poniendo alguna cosilla, aunque se desvanezca en los mares de internet porque ya sabes que la esperanza es lo último que se pierde.
Aún no he perdido la esperanza ni muchas otras cosas, pero sí que me inquieta una aceptación (medida en comentarios) tan baja...
ResponderEliminarMe quedan por ejemplo:
- Perseverancia: la cabezonería de empezar una cosa y acabarla.
- Voluntad: demostrarme a mí mismo que soy capaz de seguir.
- Ilusión: a veces realizo cosas que me sorprenden a mí mismos.
...
-Y esperanza, por supuesto.
Leo sus entradas con absoluta fascinación y me encantan. Admiro profundamente a toda persona que se sienta delante de un papel o de una pantalla a contar historias, expresar sentimientos o mostrarnos su visión de la vida.
ResponderEliminarYo, a pesar de ser un lector compulsivo, todavía no he tenido el valor de hacerlo.
Un saludo y mucho ánimo.
José Manuel: ¡Gracias!, por muchas cosas:
ResponderEliminar- Por leer mis entradas, pequeñas reflexiones que, pieso a veces, no interesan a nadie.
- Por confesar que te gustan: ello hará que siga escribiéndolas y me esfuerce más para que sean de calidad y no decaiga el interés de los lectores.
- Por saber valorar la actividad de escribir, la tortura y la gloria de contar, de expresar sentimientos y sisiones de la vida.
- Por leer, porque leer es aprender, es pensar, es soñar, es sentir, es vivir...
- Por tu saludo.
- Por tu ánimo.
Y, por mi parte, una invitación a que participes de esta maravillosa experiencia. Me gustará leer "Las confesiones de un lector", en cuanto empieces a publicar.