miércoles, 2 de mayo de 2012

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¡¡¡URGENTE: FALLECE HACE UN AÑO,
JOSÉ LUIS MARTÍN VIGIL!!!



Prácticamente solo, arrasado por la enfermedad, la vejez y el olvido; en una residencia de Alcobendas y con 91 años falleció el 20 de febrero de 2011, José Luis Martín Vigil. El escritor más popular y autor de millonarios best seller en la décadas de los 60 y 70 murió sin que su muerte trascendiera. Tan sólo un año después, en un artículo del diario El Mundo, se da cuenta de su muerte en silencio

Ya fuera profecía o cumplimiento de sus deseos, su muerte pasó completamente desapercibida. Ni la prensa, ni las autoridades, ni sus colegas, ni sus muchos lectores nos enteramos del fallecimiento de este hombre que dejó escrito:
"...En cuanto a mis restos, sólo deseo la cremación y consiguiente devolución de las cenizas a la tierra, en la forma más simple, sencilla y menos molesta y onerosa. Pasad pues de flores, esquelas, recordatorios y similares. Todo eso es humo: Sólo deseo oraciones. De este mundo sólo me llevo lo que me traje, mi alma. Consignado todo lo cual, agradecido a todos, deseo causar las mínimas molestias..."

Incluso su perro, enterrado en el cementerio de mascotas de Arganda del Rey, recibió un homenaje más sentido.
 
La muerte está en el camino
Hace unos días, me fijé con detenimiento en al texto de la estela funeraria esculpido en una placa, al pie de una roca coronada por dos mastines de  piedra, y que acababa de incluír en una de las entradas del blog ("El Último Parque",)
Me llamó la atención la firma: "Martín Vigil". ¿Acaso se trataba del famoso escritor idolatrado de mi adolescencia?.  Decidí investigar un poco. Posiblemente fuera un pequeño homenaje a una mascota suya de este popular escritor de mis años mozos.  Acudí al impetuoso caudal de resultados de Google: si álguien había publicado algo en internet sobre el asunto allí estaría. Tecleé primero: "Martín Vigil" + perro. El buscador me devolvió 22.000 resultados en 34 centésimas de segunto, pero cuando accedí a sus primeros resultados. La acepción de "perro" que aparecía en los artículos se refería siempre al sentido figurado y despectivo de "vida perra", "vivir como un perro", "rabia como un perro"... Sin embargo, al leer entre líneas, observé que muchos hacían  referencia a la muerte inadvertida del famosos autor un año antes, entre el olvido y la ausencia de reconocimiento. Otras comentarios me impactaron aún más: la veladas acusaciones de homosexual. ¿Cómo era posible que el autor que me recomendaron vivamente en mi juventud, fuera homosexual y, posiblemente, pederasta?

Debía investigar un poco. Acoté la búsqueda seleccionando el primer verso y colocándolo entre comillas. Enseguida el buscador me dirigió al blog de Jesús de Valdeavero (¡Qué próximo a mi localidad de Cabanillas del Campo! Me pregunto quién será este personaje...). Además de confirmar que los versos pertenecen efectivamente al escritor José Luis Martín Vigil, contiene un excelente y completísimo reportaje sobre "El Último Parque".  Un reportaje que no encontré cuando me documenté para la entrada anterior.

Confirmada así la devoción por los animales del escritor, me puse a investigar su biografía: los motivos de su éxito, su personalidad, el porqué de su expulsión de los jesuítas, su insinuada homosexualidad y, sobre todo, su triste y solitaria muerte.

Dediqué algunas preciosas horas de mis tardes libres a documentarme un poco sobre su vida. Ha sido difícil componer una biografía fiable con las anotaciones y publicaciones no sìempre contrastadas de internet. Pero, atando cabos y tejiendo con paciencia el material encontrado se puede construir una biografía reveladora.

De su infancia natal en Oviedo apenas aparece información: Nació un 28 de octubre de 1919, bajo el signo de escorpio. Estudió en los jesuítas lo que, seguramente marcó su vida. En su novela autobiográfica "Los Tallos Verdes" nos cuenta su adolescencia en Oviedo, asistiendo, desde la inconsciencia que da la juventud y la pertenencia a una buena familia, a los terribles acontecimientos sociales que se vivieron en la década de los treinta. Refleja allí la amistad profunda con sus camaradas de estudios, a los que se sentía espiritualmente muy unido. Realizó estudios de ingeniería naval (ingresó en la academia con el número 1) que fueron interrumpidos al estallar la Guerra Civil. Combatió en el bando nacional primero como cadete y luego como oficial en los frentes del Ebro, Madrid, Estremadura y Toledo. Terminada la guerra terminó sus estudios de ingeniero y emprendió los de Filosofía y Letras, Humanidades y Teología en la Universidad de Comillas. Ingresó en los jesuítas en 1948, se ordenó sacerdote en 1943 y desde entonces ocupó la capellanía de varios colegios mayores y dirigió varias organizaciones católicas hasta 1958 en que abandonó la Compañía.  Del porqué de aquel abandono hay diferentes versiones; acaso la más probable sea la manifestación de sus inclinaciones homosexuales  (fue expulsado, según cuentan algunos curas que le conocieron).  La compañía guarda un riguroso silencio al respecto. Otros lo achacan a sus ideas expuestas en algún sermón o publicación escrita cuando era capellán en el colegio jesuíta del Apostol Santiago en Vigo. Él siempre ha recordado y mantenido su admiración por la compañía: "Nunca olvidaré mis años en la Compañía de Jesús. Su formación es algo que marca. La estancia en aque colegio marcó su vida también de otra manera pues, basándose en su experiencia en el trato con adolescentes escribió su primera y, quizás más famosa novela: La vida sale al encuentro. A partir de ese momento su fama como novelista no paró de crecer, cosa que a él mismo le sorprendía.
De vuelta a su Oviedo natal trabajó como capellán y consiliario de adolescentes y jóvenes universitarios. Combinaba esta actividad con sus actividades sacerdotales en las que destacaban sus homilías. Fue siempre un magnífico orador. Son memorables sus concurridas conferencias en las Salesas de Oviedo o sus sermones en Salamanca. También fue jurado, contertulio y redactor en numeros concursos, programas y ediciones literarias.
En 1966, en Oviedo es objeto de investigación por el Arzobispado en relación a una acusación de abusos a menores. Uno de los afectados era su propio sobrino lo que produjo gran dolor y tristeza en su familia.  El proceso se realizó con la discreción y secreto habitual en estos casos. Como resultado del mismo le fue prohibido confesar y predicar, pero nunca se le prohibió decir misa, lo que continuó haciendo en San Juan El Real. Martín Vigil ha estado hasta la fecha de su muerte inscrito en la guía diocesana del Arzobispado de Oviedo, aunque no adscrito a parroquia alguna.
Sobre los años 55/56 vivía en salamanca donde el éxito de sus homilías era legendario hasta el extremo de que la aglomeración resultante de agolparse a oirle en La Clerecia hacía necesario cortar el tráfico cercano a la Casa de las Conchas. Cuando no le era posible acudir personalmente dejaba grabado su sermón y se reproducía desde el púlpito.
 A partir de 1967 (aparentemente alejado de la Iglesia oficial) vino a vivir como escritor a Madrid, habitando en una buena casa del barrio de Salamanca.
Una de sus últimas apariciones públicas fue en 1987. El sacerdote andubo metido en un asunto algo turbio de cuadros de Picasso robados el año anterior del Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC) y misteriosamente recuperados. Según él mismo contó a la policía, Martín Vigil recibió esos cuadros de un joven de unos 25 años y del que no desveló su identidad acogiéndose a que se los había dado bajo secreto de confesión
Sobre su homosexualidad, hay demasiados cabos como para formar una soga. Parece confirmado, incluso probado, que sus tendencias le originaron la expulsión primero de la compañía de Jesús y posteriormente de Oviedo. Incidentes policiales, denuncias en Alcalá de Henares, etc... están documentadas.
Quizás Miguel Lamet, jesuíta y escritor como él, le comprenda mejor que muchos. En su artículo-rescate de su memoria enel diario El Mundo aporta datos y puntos de vista reveladores. Según afirma "...en sus últimos años tenía una casa en el barrio Salamanca y le habían llegado algunas noticias brumosas relacionadas con la policía y algunos de sus muchachos, aquella obsesión que le había provocado dejar sucesivamente a los jesuitas y después, el sacerdocio. Las amargas situaciones por las que discurrió la vida del ex sacerdote, al que acabaron por prohibirle confesar, luego predicar -llenaba la Iglesia de Salamanca- y definitivamente le condujeron a secularizarse, se percibe en su ulterior saga de novelas sociales sobre situaciones conflictivas como 'Una chabola en Bilbao' o 'Los curas comunistas' que escandalizaban en la España timorata de aquellos años. ¿Fue pederasta? Lo ignoro. Las últimas veces que lo vi iba con jóvenes bien crecidos. En todo caso, en estos días de salidas del armario, nadie condena a Lord Byron, Lorca, Gide o Proust por su orientación homosexual. Más bien todo lo contrario..."
Los últimos años del novelista, que se había secularizado en 1957, coincidieron con la posibilidad de vivir más libremente su oculta homosexualidad y de escribir sobre ello, aunque el asunto sea fácilmente rastreable desde sus primeros libros. En 1976 le salpicó el escándalo. Paradójicamente, el autor más aleccionador del tardofranquismo fue acusado de pederastia, aunque la denuncia no llegase a prosperar.
José Luis Fernándezde la Cigoña en su blog  "La cigüeña de la Torre" cuenta el 9 de febrero de 2007: «Le conocí de jesuita en el colegio de Vigo, mi ciudad. Era el cura de moda: simpático, brillante, nos entusiasmaba a todos (…). Varios años después volví a encontrarle en el Drugstore de Velázquez que permanecía abierto cuando ya todo había cerrado. Y lo que vi no me gustó. Hasta elpunto de que ya no me acerqué a saludarle. Ahora pensaba que había muerto en el olvido. Veo que no es así».
El escritor Luis antonio de Villena relata en su página personal " [...] un día, al filo de la muerte de Franco –en 1975- entré en un bar gay de Madrid (eran pequeños y discretos, pero los había) y lo ví allí –primera hora de la noche- hablando e invitando a chicos jóvenes que yo conocía. Aquella vez nada dije, pero como su presencia se repetía, les pregunté a los chicos si sabían quién era aquel señor. “Claro –me contestaron- es cura y le llaman “La Perejiles” (Supongo que por la fácil rima Vigil/perejil, sino no lo entiendo.) Y añadieron más: iban a su casa, les hacía algún regalo, pero sólo les pedía que se desnudaran y acariciarlos. Él (les parecía curioso) no se desnudaba. Yo sólo pensé en qué dirían los curas de mi casi olvidado colegio si supieran quién era el autor de su “lectura espiritual”. Algo después me decidí y me acerqué a saludar (en el bar gay) a Martín Vigil. Estuvo cordialísimo y gentil conmigo, dando por hecho –era una evidencia- lo que yo también daba por hecho. Yo había publicado ya algún libro, y creo que tuvo la cortesía de decirme que sabía que yo escribía y que me había leído…"
A sus 91 años, el novelista de moda en la España de los 60 vivía solo en un apartamento de Madrid, bien atendido por una vecina, aunque soportando una grave enfermedad (usaba silla de ruedas,  había sobrevivido a un derrame cerebral y estaba afectado por parkinson). Cuentan que al final se paseaba por internet y chateaba con los amigos, jóvenes principalmente. A uno de ellos le escribió: "Sigo como la víspera. Esto también puede ir para largo. Nadie lo sabe. Yo me preparo para lo que venga. En esto de la muerte, como en todo, Dios es mi padre y tiene mano en el asunto. Marito, un día irás a Dios como verás que intento hacerlo yo y te estaré esperando, si llego al cielo antes que tú". Un tal Mario (que parece nuy amigo) cuenta en la red las inquietudes de sus últimos días y como se escribían: “Querido chico mío: El despojo que voy sufriendo en todas las cualidades que un día disfruté es evidente.(…) Pero en esta vida cada cual debe asumir su ración y yo con la ayuda de Dios lo llevo bien.” (…) No hay ninguna razón para los silencios más que mi debilidad, mis alucinaciones por las veinticinco pastillas diarias”. Murió en una residencia para religiosos de Alcobendas, en Madrid, el 20 de febrero de 2011. Hace aldo más de  un año. Fuera de Internet y tarde, creo que nadie publicó la más mínima noticia. Uno de nuestros mayores bestsellers (no era un genio pero sí un fenómeno social) murió en el total olvido. ¿Dice algo de nosotros, Iglesia incluida? Porque él nunca dejó de ser católico comprometido.
La extraordinariamente sorprendente noticia de su muerte ¡un año después de producirse! ha espabilado numerosos internautas que han recogido noticias, opiniones, desempolvado recuerdos, preparado argumentarios.... Ha sido impactante que aquel escritor tan popular, aquel "cura progre" no hubiera tenido, a su muerte, la más mínima repercusión la más mínima semblanza ni reconocimiento. Incluso la revista Atlántica XXII, en su número 13, de marzo de 2011 publica un artículo sobre su persona dándole aún por vivo cuando hacía ya dos meses que había fallecido.
Llueven ahora sobre su tumba olvidada epitafios digitales en la red: "Descanse el hombre, desde la fe que en el fondo nunca perdió, y viva en sus obras este considerable, eficaz y muy leído novelista".
Sobre su trabajo literario él mismo manifiesta : "Cuando me encasillaron, o me encasillé, en escribir para jóvenes, muchos críticos, sin leerme, piensan que hago un subgénero; eso les ahorra el trabajo de leerme. Yo soy sustancialmente un narrador de historias. Lo que yo quiero llevar a la gente es una historia, el estudio de un problema. El estilo y la técnica que emplee serán para mí, siempre, subsidiarios. Serán aquellos que mejor ayuden al lector a comprender esa historia, a sentir ese problema, a sufrir y a gozar con mis personajes".
Su primera novela, 'La vida sale al encuentro' (experiencia de sus años como educador en el colegio de Vigo, que se convirtió en un auténtico 'best seller' con 19 ediciones) ha llegado a reeditarse hasta el 2006, en una última versión revisada por el autor mismo. Otras que le siguieron: «La muerte está en el camino» (22 ediciones), «Un sexo llamado débil» y otras de leve tinte rosado, le valieron el satírico apodo de «Curín Tellado» . «Muerte a los curas» y «Los curas comunistas» fueron una especie de réplicas al Gilbert Cesbron de «Los curas van al infierno». Su enorme éxito literario y su popularidad acabaron por perjudicarle. Escribía demasiado, con merma de la calidad.
A finales de la década de setenta sus novelas cambian parcialmente de rumbo. Entonces –muy al día- le interesaba la juventud lumpen o cheli y sus problemas, entre la homosexualidad y las drogas. El camino se había abierto al parecer con “Sentencia para un menor” y seguía con libros como “La droga es joven” (1978), “Una comuna en Madrid”, “El sexo de los ángeles” (coincidió en el título con Terenci) hasta “Ganimedes en Manhattan” (1988), subtitulada “La condición sexual del joven Townes”.
En los últimos años se apreciaba un movimiento de retorno al equilibrio personal. Desde «Listos para resucitar» a «No es bueno que Dios esté solo» hay un largo trayecto de lucha personal. Llama la atención que ahora quisiera olvidar todos sus libros.
En octubre pasado, en el boletín “Bellavista” de los antiguos alumnos de los jesuitas de Vigo, colegio donde Martín Vigil fue educador y vivió las experiencias que refleja en su famosa novela “La vida sale al encuentro”, José Luis Martín Vigil publica su testamente. En él confiesa abiertamente su fe, su amor a la Compañía de Jesús, ignora su obra literaria y se despide con una enorme sencillez:
“Bueno, al fin muero cristiano como empecé. Creo en Dios. Amo a Dios. Espero en Dios. No perseveré en la Compañía de Jesús, pero jamás dejé de amarla y estarle agradecido. No conozco el odio, no necesito perdonar a nadie. Pero sí que me perdonen cuanto se sientan acreedores míos con razón, que serán más de los que están en mi memoria. Amé al prójimo. No tanto como a mí mismo, aunque intenté acercarme muchas veces. No haré un discurso sobre mi paso por la vida. Cuanto hay que saber de mí lo sabe Dios. En cuanto a mis restos, sólo deseo la cremación y consiguiente devolución de las cenizas a la tierra, en la forma más simple, sencilla y menos molesta y onerosa. Pasad pues de flores, esquelas, recordatorios y similares. Todo eso es humo: Sólo deseo oraciones. De este mundo sólo me llevo lo que me traje, mi alma. Consignado todo lo cual, agradecido a todos, deseo causar las mínimas molestias. Dios os lo pague”.

Desconcertado por su olvidada muerte, sorprendido por sus inclinaciones sexuales, estupefacto por detalles escabrosos que salpican su biografía; me pregunto cómo pudieron aquellos formadores nuestros entregarnos, aunque solo fuera virtualmente, a aquellas fascinantes creaciones del "Fauno terrible" que al parecer fue. Una duda terrible me asalta ¿Cómo era realmente la persona de José Luis Martín Vigil?  ¿Quién puede conocer de verdad el corazón de los hombres? Yo solo sé del entusiasmo que me provocó, de la pasión por sus novelas, de los buenos ratos en su lectura, de los mundos que me abría... sus novelas eran una experiencia iniciática: pocos escritores pueden presumir de ello. Su transformación en juguete roto, su final desolador, nos inclinan a perdonarle sus posibles pecados, aunque quizás algunos no puedan hacerlo nunca.  
En las repisas de mis antiguas moradas (e incluso de moradas nuevas como las de mi cuñada a quién regalé el primer tomo autógrafo de sus obras completas a sus quince años) reposan, usados pero conservados con mimo, sus viejos libros. Sus títulos, geniales intuiciones o acaso sólo sagacidad comercial; insinuan, sugieren, anticipan... hacen diana en alguna coordenada emocional de los adolescentes... Ganas tengo de releer alguno, quizás "La vida sale al encuentro", y juzgar ahora con el espíritu desconfiado de la madurez y la razón más surtida tanto su forma como su mensaje.

"Humani sum, humani nihi a me alienum puto."
"Hombre soy; nada humano me es ajeno". Esta frase fue escrita por Publio Terencio Africano en su comedia Heauton Timoroumenos (El enemigo de sí mismo), del año 165 a.C

4 comentarios:

  1. Símplemente olvídale, como desde nuestra adolescencia estamos intentando hacerlo muchos que le tratamos en persona.

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  2. Con ayuda profesional, tiempo y aceptando que la adolescencia que te destrozaron no la recuperarás nunca puedes llegar a tener una vida adulta relativamente sana.

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  3. No llegando, ni de lejos por lo que adivino, a cargar con los duros efectos de un pasado hiriente, entiendo lo difícil que puede ser aceptar y revalidar la aventura de la vida. Yo también tengo hipotecada de alguna manera mi adolescencia. Pero sé que el ser humano es capaz de superarlo practicamente todo. Y, claro que sí, la ayuda de profesionales, familirares o amigos; el tiempo (que, dicen, todo lo cura) y la aceptación de algunas pérdidas (todos las tenemos) pueden ser las fórmulas para ¡vivir!

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