martes, 28 de agosto de 2012

Ratoncito Pérez



Pérez, nuestro ratoncillo particular, murió presumiblemente el 25 de agosto de 2012, en torno a la 1:00 de la madrugada. Este mus domésticus fue el tercer habitante de nuestra casa por espacio de unos días. Se trataba de un pequeño ocupa que se instaló en nuestro hogar sin mediar consentimiento alguno. Posiblemente pensó que algún niño de la casa habría perdido un diente. Pobre; nosotros no tenemos niños...
Pérez era pequeñín. Sólamente alguien tan pequeño de su especie podría trepar por las estrechas galerías de los muros, los diminutos resquicios entre ladrillos y yesos hasta llegar al lavabo del primer piso desde donde se descolgó a la cesta del secador y de ahí al suelo. Luego se quedó a vivir entre nosotros aunque nuestras vidas discurrían en universos paralelos: él era el dueño de los rincones, de las traseras de armario, de los bajos de los sillones; y nosotros de los espacios abiertos, los pasillos... Los humanos traginábamos por la casa de día mientras que su actividad ratonil se limitaba a la noche, cuando nosotros dormíamos...

Podríamos haber convivido en este universo paralelo si, trastocando las reglas ancestrales de convivencia entre roedores y hombres, no hubiéran convergido nuestros  mundos una noche de insomnio en la que Charo intentaba dormitar viendo sus series favoritas. Aquella noche tuviste la osadia de salir a tu hora y cruzar por el medio del salón... Charo saltó del sofá ante tu nocturna aparición y salió aterrada cerrando la puerta.  Subió agitada hasta el dormitorio y me raptó de un sueño profundo para pedirme (más aún: para exigirme) que bajara a liquidarte y apagara la tele que quedó encendida tras su huída despavorida.

Hacía día ya que algunos signos delataban ya presencias extrañas en la vivienda. Diminutos excrementos aparecían en los rincones. Desaparecían las migas de pan caídas descuidadamente cerca del cubo de basura... Nos dimos cuenta de que una presencia misteriosa habitaba entre nosotros. Quizás también tú eras consciente de la peligrosa existencia de "Los Otros". Quizás observaste alguna vez, desde tu rincón, los seres enormes que cruzaban inquietos por las extensas habitaciones con rituales incomprensibles. Fuiste precavido durante algún tiempo evitando encuentros con esos espectros amenazadores, pero un día te confiaste demasiado...

Quizás, en tu educación ratonil, te informaron mal sobre las verdaderas intenciones de esos gigantes extraños. Posiblemente en tu escuela para roedores te contaron cuentos preciosos sobre ratitas vanidosas o ratoncitos simpáticos y generosos que traían regalos a los niños cuando se les caía un diente... No pasaste, seguro, de la escuela infantil y perdiste la oportunidad de conocer la verdadera historia de la relación entre ratones y hombres. No pudiste alcanzar a aprender esa lección. Caíste en una sofisticada trampa en tu última morada: nuestro salón. El día anterior, poco antes de ir de viaje, compramos un pequeño arsenal de artilugios antirratones en los chinos. Cinco minutos antes de salir montamos las tres ratoneras de doble boca cebándolas con doble menú de jamón y queso.  Elegiste, como buen ratón español, el agujero del jamón serrano y dejaste el queso (quizás para el postre)...

Dos días después encontramos tu cadáver atrapado, casi partido en dos por la fuerza del resorte. Una bolsa blanca de plástico fue tu sudario y un contenedor tu ataúd.  Tras tu entierro anodino sentí crecer 10 cm mi pena, noté que aumentaba en 30 gr. mi soledad.

2 comentarios:

  1. Cómo un ser tan diminuto para dar tanto para hablar.Los ratones protagonizan multitud de cuentos y de historias infantiles pero en la vida real está claro que no pueden compartir el espacio de los humanos...aunque siempre está la excepción ke confirma la regla y puedes encontrar a los ratones enjaulados de laboratorio dispuestos a recibir mil perrerías.

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  2. Se me olvidó comentar que los ratones también pueden aparecer en refranes o dichos populares:
    "Sabes más que los ratones coloraos"

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