miércoles, 24 de julio de 2013

Los pilares del mal


Las vacaciones de sombrilla y tumbona pueden llegar a resultarme terriblemente aburridas, así que, como todos los años, acudo a la playa bien provisto de libros para pasar el rato. Puedo encontrar entretenido observar la conducta de la gente, dar un paseo, bañarme un rato... pero finalmente quedan ociosas un montón de horas que lleno con la lectura. Cuando me canso de contemplar a los niños asombrarse ante la inmensidad del océano, admirar la inconmensurable extensión de la playa o divertirse con sus juegos circulares de construcciones y persecución; echo mano de alguna novela de lectura pendiente. 
Debajo de la roja sombrilla, aprovechando al máximo el área sombreada, me recuesto en la tumbona dejándome broncear apenas por la brisa cálida, a veces abrasadora. El poder de hipnótico de la lectura es tal que este año sentí el frío polar de las heladas montañas de Alaska mientras leía "La llamada de lo salvaje" de Jack London y me sumergí en las tenebrosas callejas de Londres cuando devoraba "Estudio escarlata" de Donald Conley, e incluso fui capaz de viajar al futuro de la Tierra casi un millón de años después con "El viaje en el tiempo" de H.G. Wels. Eran todos libritos baratos de una colección de novelas clásicas, las primeras que encontré, ya con prisas, cuando estábamos a punto de emprender el viaje desde Cabanillas a Peñíscola. 
A los tres días, ya había acabado con mi provisión de lecturas. Charo, al verme extrañamente contemplativo, me animó a comprar alguna otra en alguna de las tiendas del paseo marítimo. Tras una pequeña exploración encontré una veintena de Best Seller en edición de bolsillo y me decidí por "Los pilares de la Tierra", empujado por la popularidad del relato y lo sugerente de la trama. Eran 1039 páginas de letra menuda y apretada que me resultarían incómodas de leer, pero no estaba dispuesto a realizar un gasto excesivo (me rebelo contra los infinitos gastos extras de las vacaciones). 
Me pareció interesante la introducción del propio autor, Ken Follett, situando esta obra como algo extraño dentro de su bibliografía (hasta entonces con una temática muy alejada de los clásicos trillers con los que se ganaba la vida). Explica su obra como fruto de una afición y una aventura (casi un reto) que, pese a la opinión de todos sus conocidos, obtuvo un éxito sin precedentes. 
Su temática describe la eterna lucha entre el bien y el mal, combate donde nunca parece habar una victoria definitiva. Contrapone la alegría de la vida, la lucha por sobrevivir, la honestidad y la justicia contra la el poder, la violencia, la manipulación y la calumnia. 
Recorrí sus páginas durante cuatro días embrujado por la trama, interesado por los detalles históricos y arquitectónicos que trata, indignado constantemente por la facilidad con que el mal se impone en la historia, asombrado por los complejos artefactos que disponen los hombres para la manipulación y el engaño...
Mientras leía, en la televisión del apartamento, se sucedían avances informativos y programas especiales sobre "El caso Bárcenas". La ola de estiércol que se abalanza sobre el partido en el gobierno se nutre con variadas podredumbres: sobornos, corrupción, chantaje, manipulaciones, calumnias, robo, fraude y evasión fiscal... nada se sabe de muertes y torturas, pero todo podría ocurrir.  Yo alternaba la atención entre la trama del libro y la trama Gurtel y el caso Bárcenas; y comentaba sorprendido a mi mujer: "¡No sé qué es más intrigante, si la corrupción del poder que plantea mi libro o la corrupción financiera y  política de estos hombres!" La contabilidad B del PP (Con B de Bárcenas), la cadena de chantajes y manipulaciones, la servidumbre de los favores debidos, la ambición desmedida, el enriquecimiento a toda costa, la maquinación para burlar la justicia, la mentiras descaradas al pueblo... son los mismos "pecados" que en la novela. 
No pude dejar de preguntarme: ¿Existe el bien? ¿Dónde están los hombres buenos? ¿Vale todo en política? ¿Podemos fiarnos de los poderosos? 
Como a lo largo de la novela los malvados hacen cuanto pueden para presentar a los demás hombres justos como villanos, como los auténticos malhechores: los indignados y los que practican los escraches serían terroristas, los partidarios del aborto asesinos, los parados vagos, los trabajadores incompetentes y, en el colmo del cinismo, los pobres tontos por no haberse sabido enriquecer como ellos. 
Agobiado por esta catedral de la justicia que nunca llega a construirse apuro las últimas  páginas del libro de Ken Follet. Tras el último asesinato, casi un magnicidio, que aparentemente quedará impune, me sorprendo asistiendo a la lectura de lo que sería un auténtico escrache medieval; 
"Contaremos nuestra historia en todas las ciudades de Inglaterra. Mostraremos a la gente la espada que mató a Thomas Becket. Dejaremos que vean sus vestiduras manchadas de sangre. Lanzaremos un clamor que se extenderá por toda la Cristiandad, que llegará incluso a Roma. Haremos que todo el mundo civilizado se enfrente a los bárbaros que han perpetrado este crimen terrible y blasfemo". Y más sorprendido aún me quedo cuando termino de leer la última página donde el mismísimo representante del poder, el propio Rey, confiesa ser causa del asesinato del arzobispo Becket y, humillado de rodillas, se somete a ser azotado... En ese momento, en las noticias, aparece Mariano Rajoy aceptando acudir al congreso a dar explicaciones sobre el caso Bárcenas... El libro termina. Leo la última frase: "A partir de aquel día el mundo sería un poco mejor".  

1 comentario:

  1. ¡Menuda noticia!
    Me he paseado por distintos lugares leyéndola y recordando a un montón de personajes que comentas en los diferentes libros.
    Veo que no pierdes el tiempo bajo la sombrilla y lo aprovechas para la lectura.
    ¡Disfruta de las vacaciones!

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