Comprado por mi padre, no sé donde, no recuerdo cuando, no sé porqué; un día cayó en mis manos un libro maravilloso. Pesado en mis manos infantiles, grueso como ninguno de mi mínima biblioteca, con su tapa dura en imitación de pergamino, su lomo granate con ranuras doradas, sus hojas satinadas de nítida tipografía... nunca había tenido un libro igual. Pero lo que inmediatamente atrajo mi interés fue su título: "Grandes vidas, grandes hechos". Quizás por mi propio apellido "Grande", quizás por mis sueños de grandeza, acaso por la fascinación que ejercen los grandes personajes... puede que por todas esas cosas; lo recibí como el mejor regalo, como la más certera diana en mis intereses infantiles.
Se trataba de una selección de artículos biográficos publicados por Reader's Digest en 1966. Todas y cada una de aquellas biografías me impactaron. Muchas horas pasé reviviendo en mi imaginación de niño las vidas ajenas, los avatares infantiles y adultos de tanta gente famosa, de aquellos personajes principales en la historia de la humanidad. Coleccioné en mi memoria las sesenta y cinco biografías de hombres y mujeres singulares que provocaron mi asombro y admiración. Recuerdo que, mientras leía, reviví sus vidas como si de una película se tratase. Confieso que soñé con ser cada uno de ellos: ganar mil batallas como Napoleón, componer melodías sublimes como Bethoven, ser Robert Peari llegando el primero a los desolados 90º de latitud Norte, visitar el vastísimo imperio del Gran Khan al lado de Marco Polo, inventar ingenios increíbles junto a Leonardo, pintar como Velázques... Pero, además de dotarme de increíbles talentos, como un superheroe, me fascinaron sus peripecias vitales: su infancia soñadora como la mía, su larga lucha por alcanzar los sueños, sus tropiezos de los que siempre se levantaban, sus éxitos -al final- reconocidos, su humildad para aceptar la victoria y su serenidad ante los repetidos fracasos.
Él fue mi refugio durante años. Suyas fueron mis caricias y mis pensamientos muchas veces. A él debo mi conocimiento y admiración por las vidas ejemplares. Con él me aficioné al género biográfico, puerta de escape de una vida propia que me parecía anodina. Con él aprendí que todos los hombres llevamos dentro un héroe en potencia, un proyecto de científico, el germen de un artista... Por eso quizá, escribo.
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