No puedes soportar el horror vacui que anega tu conciencia, la negra soledad, la extrañeza del yo, el fallo consecutivo de todos tus sistemas. Sientes avergonzado la desobediencia de tu cuerpo. Vestirte es la hazaña de cada día, abrocharte un botón la proeza de los diez minutos.
La confusión se apodera de tu intelecto, pierden su sentido las palabras, tu memoria se ausenta, tu sueño se vacía. Te encuentras solo, escuchando el zumbido del caos. El viento de los días aventa tus recuerdos.
Clamas por los médicos en intentos vanos con obstinación refleja por curas imposibles, por alivios apenas percibidos. Llenas el día de rutinas espirales. Buscas certeza en protocolos obsesivos.
Rechazas el consuelo de aquellos que te animan, expides orden de alejamiento a quien te quiere, expatrias la alegría, destierras la belleza. Estás muy cerca de nosotros ¡pero tan lejos...!.
Vives como los peces abisales en el mar de la esperanza. Habitas el abismo de las aguas oscuras buscando descansar quizá en el fondo. Resuelves el binomio entre el caos y la nada y pides insistente la visita piadosa de la muerte.
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