Algunos confunden las churras con las merinas. A los que ignoran la diferencia les informo que la raza
de las "churras", originaria de Castilla-León, es de las más antiguas de la Península y es fundamentalmente apreciada por su carne y su leche. Por su parte, las merinas son las "niñas mimadas"' de la granja y es la raza ovina más extendida por el mundo. Tienen una lana de gran calidad: larga, densa, rizada y blanquecina -sin manchas-. Viene a cuento esta aclaración por varias razones:
Primera porque hoy se ha celebrado la XX Fiesta de la Trashumancia en Madrid y un rebaño de 2000 merinas de Esparragosa de Lares (Badajoz) ha recorrido diversas calles de Madrid pertenecientes a la Cañada real hasta la Puerta de Alcalá, pagando por su paso 100 maravedís según se estableció en la Concordia del 2 de marzo de 1418 entre los Hombres Buenos de la Mesta de los Pastores y los Procuradores del Consejo de la Villa de Madrid.
Segunda porque en los terrenos de esta Cañada Real Galiana viven algunos de los alumnos que, como profesor de asistencia domiciliaria, atiendo a diario. Son terrenos además que, por una u otra razón, he atravesado a lo largo de estos años.
Tercera porque la vida en esta especie de favela horizontal, asentada en el curso lineal de una antigua cañada, resulta precaria y defavorecida con respecto a las urbanizaciones legales y bien dotadas de los municipios por los que transcurre. Actualmente queda la cañada para las "churras" (carne de cañón, en nuestra sociedad) y las cuidadas urbanizaciones para las "merinas" (personas de calidad).
Hay que destacar que la "raza merina" (cuyo origen lejano se sitúa en Marruecos, pero que se proyecta a nivel mundial desde la organización de la Mesta, en la España del XIV en adelante) ha alcanzado cotas de desarrollo extrordinarias (En Australia, las descendientes de antiguas ovejas españolas, alcanzan la proporción de 10 merinas por persona). Las merinas han heredado el mundo, las churras han quedado relegadas a las antiguas cañadas.
Resulta pues que, por estos días, me aplico a una particular trashumancia por la Cañada Real Galiana en en el sureste de la provincia. Comienzo, muchas veces en Coslada, en las proximidades del Hospital de Henares, en la calle de Santiago, paralela a la Avenida de Vicálvaro; allí, al lado mismo de ese valle de viviendas sin ley y construidas con materiales de deshecho aunque por este extremo están bastante adecentadas, vive uno de mis alumnos. Recuerdo la primera vez que acudí a su casa: Llegaba guiado por mi GPS , y en vez de optar por desviarme hacia la Avenida de Manuel Hazaña -que se me hacía mucho rodear- tomé en la rotonda anterior la primera salida a la derecha, un camino sin asfaltar que atravesando 600 metros de descampado,y sorteando escombros y muebles abandonados, me hizo entrar en la caótica urbanización de la Cañada, Sector 1, que acaba más o menos en la M-45. Tras un callejeo guiado por un GPS en continuo "recalculando" y tras varias paradas (camionetas de descarga taponando la calle), logré llegar a la casa de mi alumno con sólo 15 minutos de retraso. Otras veces paso sobre la Cañada a toda velocidad sobre la M-45 y M-50; o por debajo en la R-3, ya en el el final de su Sector 2.
Sobre el primer túnel desde Rivas por la M-50 se cruza de nuevo muchas veces en mi ruta diaria. Allí cambia el nombre de Real de las Merinas por la calle Carpanta (curioso nombre, que me trae a la memoria historietas de TBO con personaje de hambre y sueños de pollo frito). Poco después me desvio hacia la M-206, que viene de la M-203 desde Mejorada, por la que paso también a menudo y en la que (en las proximidades de la glorieta) paro a aliviar mi vejiga entre las retamas cercanas al arcén. Aquí estamos ya en el Sector 5 que discurre desde la línea 9 del Metro (Puerta de Arganda-Rivas Urbanizaciones) hasta la A-3, colindante con la urbanización de Covibar (Rivas) con la que contacta por espacio de medio kilómetro. Este sector, poblado inicial y escasamente por españoles, ha sufrido un "boom" de crecimiento en los últimos ocho años gracias a la inmigración marroquí. Las viviendas son todas de construcción, de mayor o menor calidad, y hay una clara división entre las parcelas de los vecinos originales y los más recientes, habiendo sido estas últimas objeto de segregación y construcción masificada. Justo en este tramo La Cañada, con su anárquica riada de casuchas, entremezcladas -todo hay que decirlo-con algunas viviendas de lujo, acerca su vía longitudinal, de barro y piedras, al asfalto de las urbanizaciones de Covibar, muy aseadas ellas. Llegan a tocarse y discurren paralelas durante medio kilómetro produciéndose una extraña vecindad entre las sólidas y cuidadas urbanizaciones y los callejones que se ramifican desde la espina dorsal de la cañada. Allí tengo otra alumna, no muy lejos de la mezquita que se anuncia, pues es musulmana. El primer día que acudí a su domicilio, que siempre es una aventura, el GPS me guió hasta una plazuela en la que se acababa el asfalto y a la que se abrían callejones de barro entre abigarradas viviendas. Decidí coger mi maleta de ruedas y, llevándola a pulso (el día era lluvioso y caminaba por el barro) me acerqué al número indicado. Cuando localicé la cifra anotada comprobé que aparecían pintados descuidadamente con brocha, el A, B, C, D, E, F... Además no había forma de encotrar el acceso rodado a la arteria principal de la cañada. Todos las entradas aparecían inhabilitados por gruesos bolardos de cemento. Por suerte, y tirando de móvil, los familiares de mi alumna me indicaron una calle asfaltada muy cercana a su domicilio, en el lado finolis. Un lujo poder aparcar junto a un cuidado jardincillo justo al otro lado de las higueras y estrechos patios descuidados y llenos de chatarra.
También he recorrido en diversas circunstancias el Sector 6. Empieza en la A-3 y llega hasta el término municipal de Getafe. Es el sector más grande y el más mediático, gracias al imponente negocio de droga que funciona dentro del tramo de unas cuarenta parcelas. Conocido colectivamente como "Valdemingómez", es vecino de la incineradora (cuyas instalaciones también están parcialmente construidas sobre la vía pecuaria) y de la Parroquia de Santo Domingo de la Calzada, conocida por su trabajo social entre los drogadictos de la zona. Aunque en estos últimos años rodé innumerables veces por la M-50 paralelo a la Cañada hasta el pueblo de Perales del Río e incluso recorrí en bicicleta aquellos parajes desde San Martín de la Vega, pasando el arrollo Culebro y las inmediaciones de la Marañosa, mi conocimiento más directo del lugar data de hace más de 30 años, cuando mi suegro trabajaba en el vertedero de Valdemingómez. Alguna vez me invitó a visitarlo y recuerdo muy bien aquella vía polvorienta rodeada de casas destartaladas junto a buenas viviendas de ladrillo visto. Incluso llegué a ver buenos restaurantes. En uno de ellos comimos un pollo al ajillo excepcional. La cercana incineradora y planta de Valdemingómez marcaba las actividades de muchos de sus habitantes que se organizaban en mafias para aptovechar las mercancías que llegaban a la incineradora para ser destruídas por imperativo comercial, defecto de fabricación o mínimos daños de almacenaje. Conservo aún algunos discos de Manolo Escobar que delatan desafinos increíbles (y por eso fueron destinados a la total destrucción, supongo) y una magnífica tienda de campaña rescatada de un lote de mercancías de Alcampo que tenía algunas manchas de humedad. También recuerdo haber bebido unas cervezas infames recuperadas por mi suegro del mismo camión de distribución y cuyo destino eran los molinos de trituración. Extendiéndose a este lado de la Cañada, están los terrenos del macrovertedero que abarcan cientos de hectáreas. Años después recorrí con la bici aquellos lugares fantasmagóricos que dan la impresión de viaje alucinante en un mundo devastado.
Mañana me acercaré de nuevo a ese territorio de frontera donde se tocan la miseria y la riqueza, el barro y el asfalto, el ladrillo y el cartón. En ese punto de contacto donde se mezclan churras y merinas, mi pequeña alumna iluminará su carita con una sonrisa y su hermanita de tres años se acercará curiosa ante la llegada del profe extraño que atiende a su hermana. Allí formaremos todos parte del mismo rebaño, con un único pastor, aunque le demos distinto nombre.
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