viernes, 18 de octubre de 2013

Mis fetiches 10: mi cassette philips N2213


Allá, por 1979, tras muchos meses de ahorro en las propinas dominicales (antes no se nos ocurría llamarlas "pagas") me presenté en la tienda de electrodomésticos y compré un flamante cassette. Elegí uno con un diseño muy atractivo, acabado en plástico moderno de negro mate, con novedosos rodillos en vez de botones para el tono y el volumen (y un curioso efecto de gradiente al transparentarse las líneas azul y roja que llevaban marcados sobre una pequeña regleta transparente). Dicho esto, además,  su sonido era muy bueno (o eso me pareció) y la grabación (con micrófono incorporado) más que aceptable pues el aparato era muy silencioso. Se trataba de un modelo recién salido al mercado y la marca austriaca "Philips" era, por entonces, sinónimo de calidad (tampoco había muchas más en esa época). Su precio, lo hacía asequible a mi escaso peculio. 

Poseer un cassette era un viejo anhelo para un chico de 17 años. Apenas dejábamos atrás la época de los "tocatas", con sus voluminosas colecciones de discos. Incluso había recibido con ilusión en su día el regalo de un viejísimo modelo,  desechado por mis primos de Madrid. Entonces inicié mi colección de vinilos pero, no pude engrosarla demasiado (eran carísimos para mis posibilidades) así que, para escuchar música, mayormente poníamos la radio (estaban en su apogeo "Los 40 principales") o íbamos a casa de algún amigo a despendolarnos y subirnos por las paredes con los agudos punteos y los falsetes de Queen. Entoces llegaron los magnetófonos, un poco aparatosos al principio con su gran tamaño y sus anchas cintas enrolladas. Un tío mío, visionario en ese punto, compró uno (ya de tamaño más reducido y de cintas de cassette standar) y grabó a familiares y personajes de su pueblo (esas cintas son hoy auténticas joyas para el recuerdo). Cuando el tamaño se redujo hasta la cómoda portabilidad decidí adquirir el Philips N2213, que lucía futurista en el escaparate. Entonces inicié una obsesiva grabación de discos y temas llegando a acumular una considerable cassetoteca. Por otro lado me permitió grabaciones "en vivo" muy curiosas como la clandestina del íntimo recitado de poemas de nuestro profesor de geometría que luego publicamos en la revista mural "Bola" de la Escuela de Magisterio en Burgos (también clandestina). Como puede ver, la publicación en sitios como YouTube de situaciones "privadas" no es cosa que se haya inventado hoy. Más constructiva fue la grabación de un concierto de nuestra coral "Francisco de Salinas" en una de sus actuaciones (único documento existente hoy en día que recuerda aquella actividad lírica que era emblema de nuestra escuela y en  la que participé activamente durante un par de años).  Años después aparecieron los lectores de discos compactos que durante años fueron compatibles con las cintas. En las cadenas de sonido convivían en módulos comunicados permitiendo una ósmosis generosa del CD al cassette.  Comenzamos entonces un nuevo  coleccionismo, en este caso de CDs -una discoteca con formato más manejable-. Los viejos vinilos empezaron a acumular polvo. Cuando nuestra colección de CDs entraba en carnes, apareció el MP3. Ya por entonces los programadores se afanaban en comprimir el sonido para no agotar los valiosos megas de las memorias de los ordenadores y dieron con un formato que permitía tener decenas, discos enteros, incluso discografías completas en un CD, o DVD mondo y lirondo. Así que arrinconamos nuestra colección de CDs en la buhardilla y nos volcamos como posesos a grabar "todo" de nuestro grupos favoritos y aún los de cientos menos conocidos, "para oírlos algún día"...  Inevitablemente llegaron enseguida los reproductores de MP3 y la imágen de cualquier persona con sus diminutos cascos acoplados al oído se hizo habitual. Hoy lo hacemos directamente desde el móvil, que vale para casi todo -incluso para hablar por teléfono-) y mañana... Dios sabe qué artilugios nos servirán la música directamente al cerebro sin pasar por la distorsión creada en  pasarela de las células ciliadas de la cóclea.

Pero yo conservé durante mucho tiempo aquel futurista cassette aunque hoy día me parece ya antiguo. Fue compañero de muchas horas de música. Con él compartí confidencias, espié íntimas reflexiones y violé derechos de autor a mansalva. Cuando, ya anciano, expiró su última nota en un estertor desafinado, le realicé la autopsia como suelo hacer con todas las máquinas al morir. Su reluciente y precisa maquinaria me impresionó. Después de tantos años se mantenía como nueva.  Aún le extraje algunos órganos vitales, para algún posible trasplante: el delicado altavoz, el pequeño transformador, el motor que seguía moviéndose con latidos circulares... Allí sobre la mesa de operaciones murió uno de mis fetiches más queridos. D.E.P. en el cielo de las máquinas.  


3 comentarios:

  1. ¡Qué tiempos aquellos!
    Busco una canción para poner un comentario ya que
    esta entrada tiene un toque musical.
    http://www.youtube.com/watch?v=7bJYM-AWN64
    Ahí dejo el enlace a una canción que se titula:
    MIS AMIGOS DONDE ESTARÁN.
    Aunque a lo mejor para esta entrada , se podría cambiar por: "Mis vinilos donde estarán"
    ¡buen fin de semana!

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  2. Se me olvidaba. El álbum musical que te pongo también se publicó por aquel año 1979

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  3. Bueno, Manuel; a rebufo de tu video y guiado por la barra lateral derecha he dedicado unos minutos a un repasito de la música de aquellos años. Me quedo con Asfalto y su versión de Dias de Escuela y Capitán Trueno. Hoy ya maduritos, pero ahí es na...

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