miércoles, 6 de noviembre de 2013

Arqueología didáctica


Si no fuera por las prisas hubiera pasado muy buenos ratos en esta labor de recogida y expurgo de materiales en que se convirtieron las horas sin alumnos de estos últimos días. El poner el colegio patas arriba ofrece la posibilidad de situar ante los ojos una inmensa cantidad de materiales didácticos acumulados durante décadas. Descubrimos sorprendidos la existencia de salas que jamás  pensamos que existieran: - ¿Cómo es posible que permaneciera casi oculto este magnífico laboratorio de Ciencias? - ¿Qué hace aquí todo este material amontonado...? Si ni siquiera sabía que existiese este almacén...
Algunos espacios, abandonados con prisas para ser apuntalados urgentemente, fueron sellados con redes metálicas; tras ellos se escondían auténticos tesoros: decenas de juegos escolares, exóticas cajas con minerales, libros abandonados, centenares de cintas VHS, completas colecciones de diapositivas, antiguos vinilos (que encenderían el deseo de los coleccionistas)... Una clase convertida en almacén escondía antiguas máquinas: viejos proyectores de diapositivas (que hace tiempo perdieron su batalla con las pizarras digitales), antiguos retroproyectores (estos aún pueden reportar algún provecho), anticuadas multicopistas de tinta (con un potencial enorme para hacer un periódico escolar desde el aula, ahora que han sido sustituidas completamente por las modernas fotocopiadoras), infinidad de láminas didácticas, montones de radiocasettes bastante usados, impresoras descatalogadas, ordenadores obsoletos, cables de todo tipo... En una esquina, amontonado apresuradamente hace algunos años, un originalísimo nacimiento animado realizado por un padre "manitas" (toda una mina de operadores tecnológicos aplicados a la Navidad). El laboratorio aparecía caótico y abarrotado de cajas con minerales, maquetas, instrumental de todo tipo; las estanterías de química repletas de tubos de ensayo, erlenmeyer y matraces. Amontonadas contra la pared reposaban apiladas las viejas maletas para experimentos (un símil de aquellos famosos juegos de mesa "20 juegos en uno" aplicados a la ciencia)... y todo tipo de instrumental científico que haría las delicias de cualquier niño curioso: telescopio, globos terráqueos, balanzas, prensas para un herbario escolar... todo con un cierto aire "vintage".

En las tutorías de apoyo había que decidir rápidamente cuáles de los materiales cuidadosamente elaborados por decenas de profesores durante años serían indultados del reciclado: costosos juegos de letras, infinidad de tarjetas con primorosos dibujos a mano, pequeños juegos construidos con ingenio, siluetas en contrachapado recortadas manualmente y bellamente decoradas, tableros, láminas, colecciones de fotografias, abultados dossiers con fichas y actividades... Más relucientes, pero menos originales, múltiples carpetas didácticas de un sinfin de editoriales repletas de guías didácticas, discos multimedia, materiales de refuerzo...
En archivadores marrones y carpetas azules elaborados apuntes manuscritos sobre vocabulario polaco, costumbres gitanas, cultura rumana... En el aula Sol, que acoge a los alumnos con TGD (Trastorno Generalizado del Desarrollo, como el caso de los niños  autistas), la profesora y su auxiliar se agobian ante los infinitos objetos que necesitan para su especializada labor con estos niños (pictogramas por miles, fotografías por cientos, sin fin de materiales manipulables (plastilinas, gomets, pinchitos, palitos, fichas, ceras, velcro), juegos, libros...) Quién haya visto un aula así, puede imaginarse, el caos que supone  su desmontaje apresurado.  

En la biblioteca, siendo el momento ideal para un expurgo general de fondos, éste se difiere dada la premura del tiempo. Ante las cajas miras sorprendido un libro perdido, un ejemplar único, un título interesante... Pero, rápidamente, lo introduces de nuevo en la caja: ¡deprisa, deprisa! ¡No hay tiempo!

Tú no tienes tiempo para comprobarlo, pero sabes que en cada  pabellón, en cada pasillo; hay profesores en los cuartos y almacenes luchando con el polvo de décadas, seleccionando materiales y condenando a otros al contenedor de la basura. Puedes imaginar a los maestros y maestras de infantil afanándose en empaquetar su material de aula y el otro, ingente, almacenado en las estanterías a rebosar de las tutorías.   

Con rápido ojo clínico, deciden qué se salvará de la destrucción: esto a la caja EI-4ºA (25), esto al montón de tirar...Cada cinco minutos, algo detiene su atención: un objeto familiar le trae a la memoria un recuerdo amable... lo mira con cariño y, aunque está roto y descolorido, lo salvará -nostálgico- de la quema.  

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