domingo, 17 de noviembre de 2013

Pública & privada


Dice un refrán africano: “Hace falta una tribu entera para educar a un niño”. Este aforismo insinúa claramente lo “terriblemente cara” que es la educación: TODA una tribu para UN SOLO niño. Aquí han pillado a los economistas ultraliberales: educar no es barato, no tiene atajos, no hay trucos. Y además no es delegable: exige tu tiempo y “tiempo de calidad”.

Educar es caro, no hacerlo resulta carísimo. Hacerlo solo con una parte de la sociedad es a la corta, injusto; y a la larga, suicida. Por eso es tan importante una escuela pública de calidad. Calro que también puede educar una escuela privada, qué duda cabe. Yo mismo estudié en ella. Conozco ambas: pública desde la docencia, privada desde la discencia. Y ahora mismo, en Arganda del Rey, convivimos en el mismo edificio dos modelos de enseñanza: un colegio público "hospedado" en las instalaciones de un colegio privado-concertado. De como resulte la experiencia daré cuenta a su tiempo.

No voy a repasar las virtudes y defectos de la escuela privada, que los tiene. Ni de la escuela  pública, que también. Sólo quiero hacer una reflexión sobre las estúpidas comparativas que, desde instancias oficiales y por sospechosos intereses, se realizan sobre ambos modelos. Son comparaciones llenas de trampas. Los argumentos para justificar el dinero extra de la educación privada llegan a veces a ser torticeros. Las pagos ilegales y ocultos (y no tan ocultos) en la enseñanza concertada se disfrazan con "extras" de discutible relevancia. Algunas de las razones que se esgrimen desde estas dos instituciones tienen que ver con los resultados. Pueden “revalidar” , auditar con “exámenes externos”, aplicar pruebas “estandars”, comparar resultados PISA… ¡Y creerán que han descubierto algo! ¡¡No se han enterado de nada!! Educar y ser educado ocupa “sólo” el 100% de la vida. Tendremos 100 años y todavía estaremos aprendiendo (y enseñando). Redúcelo a estas pruebas “externas”, sin “validez ecológica”, diseñadas “por encargo” y demostrarás que los pobres son estúpidos y los ricos portentos intelectuales. Ya ocurrió con los test de inteligencia en EEUU que pasaban a los recién llegados al país: los inmigrantes italianos tenía un CI inferior (aquellos test hablaban de hamburguesas, ¿por qué no preguntaban sobre pizzas?). Otras razones tienen que ver con la selección del alumnado. En los privados 100%, la posibilidad de selección es total: a su hijo de usted le dejo entrar en mi colegio y al hijo de este otro señor no. Aparte de seleccionar por sus aptitudes, por su mejor entrenamiento previo, por su clase social... se ponen aquí las bases de futuros clanes dirigentes. Está documentada  la intención de muchos padres de integrar a su hijo en estos centros para que adquiera vínculos con otros niños, hijos de personas influyentes, futuros cuadros dirigentes en la sociedad. Así se perpetúa el poder. En los colegios concertados la selección se realiza mediante maniobras más disimuladas; se usa más la mano izquierda. No me interesa este niño por sus problemas; pues convenzo a los padres de la necesidad de acudir a un centro público donde la exigencia es menor y tienen maravillosos equipos de profesionales que atienden a la diversidad. Lo hacen, naturalmente,  por el propio niño; por que no se sienta inferior y sufra su autoestima en el centro. Curiosamente hay un argumento que no suele aparecer al explicar las bondades de los centros privados y se refiere al profesorado. La existencia de  unas durísimas oposiciones hace que el profesorado de la pública sea normalmente inobjetable en cuanto a su preparación. Suelen afrontar este aspecto desde el menor trabajo de los mismos y su menor implicación (asunto muy discutible).

Los gobiernos ultraliberales que tenemos actualmente en nuestro país (y concretamente en nuestra Comunidad de Madrid) esperan que la educación, como un mercado natural se regule en costos y beneficios en el corto plazo. La educación como mercancía: yo pongo tanto dinero y espero resultados cuantificables e inmediatos. Pero la educación se parece mucho más al arte: yo pongo mucho esfuerzo, dinero y una vida entera; y sólo obtengo unos pocos cuadros; eso sí, de belleza y valor incalculables. Así que instalan la educación en una empresa de pintores de brocha gorda.

Educar procede etimológicamente de “educere” (guiar). Cuando se escatima en “luces” cada cual irá por su lado, dando tumbos. Sólo se salva el que tiene linterna (propia). Pensemos que cuando ciertos políticos hablan de “recortes en educación” sólo piensan en “la educación de los demás”. La propia y la de los suyos, de sobra saben lo importante que es (gracias a ella llegaron al cargo). Y esa, la suya, ¡se la pueden pagar por su cuenta! Y mejor que nadie “les levante el chollo”

Pero, además, hay una actitud que se está instalando en la sociedad: muchos padres piensan ya que "es la escuela la principal protagonista de la educación de sus hijos". Sin restar un ápice a su gran influencia, no podemos pasar por alto que "somos toda la tribu" los que educamos a nuestros retoños. Pocos son ya los que se atreven a encararse a un niño y mandarle recoger los papeles que tira al suelo, casi nadie le dice a un joven que no rompa el árbol al que desgaja ramas por pura diversión. Nos callamos y permitimos sin intervenir botellones, suciedades provocadas, ruidos irritantes, gamberradas sin cuento... Pedimos humildemente perdón al señor que fuma a nuestro lado porque su humo nos molesta. Muy pocos, quizás algún anciano, recrimina a un niño maleducado. Recuerdo bien una anécdota de nuestro viaje de bodas a la antigua URSS. En una ocasión, en el monumental metro de Moscú, intervino un anciano  (que hablaba perfectamente castellano, curiosamente) reprendiendo a los chiquillos que molestaban a los turistas pidiéndoles un pin.

Hoy la tribu anda muy atareada recogiendo mijo, mercadeando esteras y poniendo guías a los turistas. ¿Y los niños? Tan solo algún anciano recuerda la vieja máxima de la tribu.

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