Que lleguemos a conocer la íntima coporeidad de un antiguo pariente tan lejano en el tiempo que se nos hace inconcebible, nos hace abrir la boca en un pasmo de incredulidad.
Que la ciencia haya superado las restricciones criogénicas del permafrost, la naturaleza deleznable de las moléculas orgánicas, la acción devastadora del tiempo; y consiga descifrar el código biológico de individuos de hace 400.000 años nos hace creer en la auténtica magia.
Que esa información revolucione las ideas que teníamos sobre los grupos y relaciones de los homínidos de hace casi medio millón de años, que sugiera relaciones asombrosas entre ellos, que demuestre viajes intercontinentales de la especie es algo portentoso.
Que ese genoma demuestre un alto grado de parentesco con el de los homínidos de Denisova (Asia siberiana) y que estos tengan rasgos comunes con los neandertales; sugiere relaciones y fusión en las especies con connotaciones apasionantes.
Que ocurra gracias a un yacimiento tan cercano como Atapuerca, una parcela vecina de mi Burgos natal, que lo haga un equipo de paleontólogos españoles encabezados por J. L. Arsuaga y en colaboración con el puntero Instituto Max Planck nos llena de orgullo y satisfacción.
Que las historias inventadas, los libros escritos, los artículos publicados sobre las humanidades extinguidas se vean avaladas por estos descubrimientos inesperados, reivindica el valor de la imaginación y la creación literaria como herramienta de la hipótesis científica.
Bienvenida esa tardía analítica de mi antiguo primo siberiano de Denisova. Su historial clínico nos viene muy bien para conocer muchos secretos de la familia.
¡Y todavía hay algunos que piensan que la ciencia no es apasionante!
Saludos para tu primo. ¡Feliz puente constitucional!
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