martes, 17 de diciembre de 2013

Por un cambio de preposiciones

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España contra Cataluña

De España a Cataluña


No hace mucho que ha finalizado el Simposio Histórico "España contra Cataluña". Repasamos tras su conclusión algunos de los conceptos más llamativos y apuntamos la siguiente relación de pecados presuntamente cometidos por la nación española: Animadversión, recentralización, evangelización, españolización, represión, expolio, genocidio cultural, frustración, humillación, terrorismo industrial, aniquilación... Tras semejante ensañamiento asombra no encontrar toda Cataluña devastada como un Afganistán postalibán. Según estos posicionamientos Cataluña sería el País de la Luz y España el País de las Tinieblas, un dualismo de corte maniqueo que no aguantaría ni un round en un combate de crítica racional, aunque está ganando por los puntos en el terreno, casi religioso, de las creencias; donde la Fe no necesita obras ni razones, sino tan sólo sentimientos. 
El mismo título del Congreso no invita en absoluto a la neutralidad; de las decenas de preposiciones en ambas lenguas se ha escogido la más belicosa. Es bien sabido que las guerras se comienzan disparando palabras. Define la gramática del español (o castellano para no hacer de menos) la preposición como la parte invariable de la oración que une palabras denotando la relación que tienen entre sí. Esta relación sería pues claramente agresiva, beligerante, inamistosa... Pero no es cierto (y lo saben)

Para empezar habría que definir España y tengo la impresión de que en Cataluña se confunde el todo con las partes. España no es Madrid, lo mismo que Cataluña no es Barcelona. Cataluña no es Mas lo mismo que España no es Rajoy, Cataluña no son los independentistas (y solo ellos) lo mismo que España no son los ultras que asaltan una librería con modales intolerables. España somos millones de personas con nuestro propio pensamiento,nuestra historia y nuestras ideas, algunas de las cuales expondré aquí. Y para hacerlo seguiré el hilo de las otras preposiciones que aprendí de carrerilla en mi escuela infantil. Siento no conocerlas en catalán; lo traduciría con gusto si conociera esa lengua. Igualmente haría con el francés, el inglés o el gallego, por supuesto. 


¿Qué tiene que decir, pues, España ante Cataluña?
"¡Explicaros!", quizás, o "¡escuchad!"; porque hay ganas de hablar, pero el discurso lo están monopolizando unos cuantos. Desde las plataformas del poder se erige el verdugo que retuerce el brazo de la historia. Así se obtendrá una confesión, que no necesariamente la verdad. La verdad resultará torturada: ¿Sanará ya alguna vez? En el puzle de la historia las piezas se completan encajándolas, no recortando las aristas a conveniencia.

¿Y por qué no un título como "España bajo Cataluña" o "España so Cataluña"? Porque en esta negada "simbiosis" habría que estudiar detenidamente quién sale más beneficiado de quién. Vemos un ejemplo que siempre percibí como perversión política: los partidos nacionalistas catalanes, al igual que los generalistas (de toda la nación), plantean en sus estatutos (con toda ética) trabajar por el bien común. Y es cierto que generalmente lo hacen. Pero si cualquier tema afecta directamente a su autonomía se abandona el bien común y se trabaja para el bien particular: se  ofrecen pactos, contrapartidas, negociaciones... Cataluña ha estado así arrimando el ascua a su sardina obteniendo unas ventajas injustas durante decenios: (Ya lo decía G. Orwell en Rebelión en la granja: "Todos somos iguales, pero unos más iguales que otros").  Con esta palanca del poder, desde Cataluña, se han arrancado acuerdos ventajosos y sobre todo ha arraigado una concepción de la política como mercadeo y chantaje que está en el origen de muchos de los problemas políticos actuales en su relación con España. 

España cabe Cataluña: "Cabe" es una preposición extraña y, actualmente, en desuso. Indica proximidad y su uso ha quedado relegado al ámbito literario, casi exclusivamente a la poesía. Según el uso sintáctico del cabe (pongámoslo como forma verbal) sería toda una declaración inclusiva. Sin embargo una pancarta con ese lema resultaría una provocación, en las actuales circunstancias, en las calles de Barcelona. ¿Pero por qué?. ¿No puede haber gente que tenga esos sentimientos de proximidad?

España con Cataluña. 
Esta sería probablemente la preposición más lógica. Porque es mucho más lo que nos une que lo que nos separa, porque hemos ido de la mano durante siglos, porque los vasos comunicantes de personas e ideas estuvieron siempre abiertos, excepto ante las espitas de la tiranía y eso nos perjudicó a todos. Separar de un tajo este organismo nos aboca a una paradoja biológica: ¿Cataluña podrá rehacerse como nación tras la fragmentación (construir su corpus nacional como una brazo de estrella de mar reconstruye todo su cuerpo)? o la reconstrucción sólo sería posible para la nación española mediante regeneración pero no para la catalana (como la lagartija que, cuando la cortan la cola, la reconstruye lentamente, pero la cola se agita unos momentos violentamente hasta la inacción). ¿Acaso no se advierte desde la CEE que Cataluña tendrá muchas dificultades para ser admitida, con celeridad, en la Unión? ¿Acaso tiene una economía tan saneada como para ser realmente independiente? ¿Puede soportar la fuga de empresas que opten por un mercado más amplio y seguro? ¿El mercado español seguirá siendo fiel a los productos catalanes?

España desde Cataluña: Esos ojos que nos ven con mirada victimista, esas acusaciones de expolio ("España nos roba"), ese fomentado sentimiento de "burro catalán apaleado" (con perdón) por la nación española... ¿no será realmente luz de gas de un aparato independentista dispuesto a manipular lo que sea con tal de ganar adeptos?, ¿de crear una masa crítica de no retorno en su deseo de ruptura con la nación española?  Porque víctimas de injusticias nacionales hemos sido todos (de gobernantes y leyes injustas, sí; pero dichos gobernantes a veces fueron catalanes y dichas leyes también fueron aprobadas por ellos).  Porque expoliados, cuando expolios hubo, fuimos todos. ¿Acaso los habitantes del pequeño pueblo castellano de mis padres, Ayuela de Valdavia,  han robado algo al pueblo catalán? ¿El pueblo de mi mujer, Palomares del Campo, debe algo a Cataluña?. Son pueblos pobres que casi nada reciben y pagan sus impuestos. ¿Qué les hemos expoliado? 
Envidio los regalos que Cataluña recibió gratis de manos divinas: su posición estratégica, el clima generoso, la riqueza del Mediterráneo... regalos que otros no tuvimos, pero no nos quejamos por ello y por supuesto nada robamos. Si, por el bien común, se solicitó solidaridad se concedió a regañadientes y las facturas, guardadas cuidadosamente, se proyectan en miles de power points con afán multiplicador haciendo bueno el estereotipo tan extendido del catalán: "Que cada uno se pague lo suyo". Calculadora en mano, se puede demostrar que no es la que más contribuye comparativamente. ¿Realmente lo queremos ver?

España en Cataluña. 
La llamada "Marca España" no está precisamente prestigiada en estos tiempos. Como dice el refrán "Al perro flaco todo son pulgas" , así que se hace difícil últimamente defender con orgullo el ser español. Como en todas las naciones, y dependiendo del punto de vista, hay motivos en nuestra historia para estar orgullosos y otros para ruborizarnos. Actualmente la autoestima está por los suelos y eso es terreno abonado para el desaliento y el escapismo. Entra en acción el mecanismo psicológico de negación (esto no es culpa nuestra, la culpa la tiene España). Pero España impregna Cataluña hasta los huesos:
"... Barcelona fue la primera capital de España; Tarragona, la sede primada de las Españas, monjes castellanos habitaron el monasterio de Montserrat durante cuatro siglos, La Barcelona de 1714 estuvo defendida por un Tercio de castellanos. Felipe V organizó para su protección personal un cuerpo dirigido por catalanes, varios Tercios de requetés florecieron en la Cataluña del siglo XIX. La participación catalana fue clave para la victoria de Lepanto. Generales y almirantes catalanes vertebraron el Imperio español. El Tercio de catalanes de Queralt puso una pica en Flandes. Políticos catalanes poblaron los ministerios en Madrid y dirigieron durante largos periodos la vida de la nación española..." Luis María Ansón
España está entre Cataluña, porque la población catalana cuenta con una buena porción de catalanes en contra de la independencia. Incluso en una posible consulta con preguntas de dudosa imparcialidad, incluso tras una campaña en la que "el fin justificará los medios" empleados estos últimos serán un grupo notable. Quizás lleguemos a verlo. Los mismos independentistas reconocen of te record que los nítidamente independentistas alcanzan un tercio del electorado, otro tercio no estaría a favor y el tercio restante se decanta transitoriamente por la opción independentista en función de al actual coyuntura económica. La percepción de esta última puede variar según evolucione la economía española en los dos últimos años o por el efecto saturación que los mensajes independentistas produzcan en esos votantes. El enmascaramiento de los problemas económicos de Cataluña echando balones fuera y fomentando el sentimiento independentista puede dejar de funcionar en breve plazo ("No se puede llegar a engañar a todos todo el tiempo", Abraham Lincoln).

España hacia Cataluña. No sería mal título para un Simposio constructivo, porque es bien cierto que España, sobre todo en el papel de sus gobernantes, ha contemplado con indiferencia el aquelarre nacionalista como si la hoguera se fuera a apagar por sí sola. Las política de póker de Rajoy con gesto impenetrable mientras su oponente sube imparable la apuesta puede acabar con uno de los jugadores arruinado.
Personalmente nunca enfoqué mi mirada hacia el nordeste peninsular con animadversión. Para mí los catalanes eran españoles peculiares, generalmente más cultos, más ricos y cosmopolitas que la mayoría; también algo engreídos, pensaba. Pero los paisanos de cada región española tenías sus peculiaridades. "Catalanes de firmeza" les califica Miguel Hernández, mientras desgrana calificativoscon mayor o menor fortuna a todos los habitantes de las diversas regiones españolas. Admiraba en ellos su pasión por la discusión reposada, su sensibilidad cultural, su seriedad en el trabajo... me encantaba Serrat (donde el catalán llegaba a tocar mi sensibilidad es en las canciones), me fascinaban sus pintores, arquitectos... Pero era ecléctico en mis elecciones: cada región española tenía su propio altar para mis devociones.

España hasta Cataluña. La afluencia de ciudadanos de otras autonomías españolas hacia Cataluña ha sido importantísima. Incluso se creó el término charnego para referirse a todos esos inmigrantes que arrivaron a tierras catalanas especialmente en los años 20 en busca de una vida mejor. La voz catalana xarnego es, según Coromines, un “término despectivo aplicado a diversos tipos de animales y personas, especialmente a gente mestiza o forastera o inadaptada al país" lo que, en aquellos tiempos pudo estar provocado por las diferencias culturales y sociales de los recién llegados. Pero, en otra seña de identidad compartida, hoy en día la población catalana actual es en su mayor parte de inmigración como prueban los actuales apellidos catalanes, donde abundan tanto los considerados “castellanos” como los catalanes de origen. Esto se olvida frecuentemente.
Desde mi autobiografía rescato el momento en que me planteé seriamente convertirme en un charnego pues, al realizar las oposiciones de maestro, una buena porción de los burgaleses que estudiábamos magisterio se presentaban en Barcelona donde las ratios y el nivel de participantes las hacían más favorable. Finalmente me decanté por Madrid. Quién sabe, si quizás ahora fuera un charnego ferviente catalán militando en el Esquerda Republicana. Pero, la historia tiene muchas facetas que a veces no se muestran: un gran contingente de maestros que aprobó y se instaló allí, hubo de regresar de nuevo al entrar en vigor las competencias educativas. El aluvión de compañeros que llegaron a Madrid hizo que no pudiera acceder a una plaza en propiedad en diez años, pues su situación de propietarios definitivos los situaba delante de mí en las adjudicaciones.


España mediante Cataluña. Resulta evidente que España no sería lo que es sin Cataluña (y viceversa). Los catalanes han contribuido a la construcción de España y han compartido demasiadas cosas. España no sería lo mismo sin esta comunidad. Le debemos mucho: su espíritu emprendedor, su seriedad mercantil, su pragmatismo político, sus literatos, sus cantantes, sus artistas...  incluso, hasta hace poco, "el seny" en su actuación política. Siempre consideré el cava como un invento catalán (frente al prestigiado champang) que nos enorgullecía a todos. Tengo por testigos a mis conocidos de mi profesada admiración por el Barcelona CF y de mi entusiasmo con sus triunfos tanto o más que con los de la selección española. Sabe Dios que me encanta su capital, que disfruto con sus monumentos, con sus playas... Muchos conocidos míos se han instalado allí. Cuando los visito veo que se sienten a gusto y sus amigos son amables y respetuosos conmigo. También es cierto que, a veces, noté algún desdén, cierto aire prepotente, ocasionales resentimientos con la lengua española (no puedo olvidar aquel museo, instalado en medio de las montañas del Cap de Creus en los que todas las indicaciones y cartelería estaba en Francés, Catalán e Inglés -nada en español- cuando éramos mayoría los visitantes de esta lengua).
Yo viviría su separación del conjunto de la nación como una amputación y considero saludable que mi cuerpo se niegue a hacerse una escabechina a sí mismo. Acaso tal vez consintiera si ese miembro gangrenara (y ya hay intentos para que así suceda).

España para Cataluña. No entiendo porqué, en la actualidad, se está proyectando una imagen tan negativa de nuestro país. Se presenta a esta mediana nación como la bicha causante de todos los males: ¿La crisis?: -¡España, que nos roba!, ¿Conflictos sociales?: -¡España, enemigo exterior!, Deuda autonómica?: -¡España culpable!, ¿Corrupción en Cataluña?: -¡Pues en España más!... Los eslogan van siempre en este sentido: "De España no viene nada bueno".  Para empezar de España viene una Constitución que nos ampara a todos, incluso a aquellos que emiten falaces conclusiones; una Constitución que fue aprobada en Cataluña con una mayoría superior al resto de España; una Constitución, en fin, que permite y protege también a quienes no piensan obedecerla. En España nos dimos la ley, una ley consensuada con los propios catalanes. 
De España partieron miles de emigrantes a las zonas industriales catalanas que enriquecieron el país. España colaboró con dinero e ilusión en eventos que hicieron historia como las olimpiadas de 1992. Del gobierno español saldrán las ayudas que sacarán a las finanzas catalanas de agujero de deuda en que están sumidas. España es el mercando natural de Cataluña... Sería extenso relatar este flujo de intercambios, esta simbiosis, en este corpus peninsular.

España por Cataluña. Una buena parte de Cataluña, memeces aparte como "Cataluña ama a España" de Artur o el "Hay que Catalanilizar España" de Esperanza Aguirre, ha realizado una clara declaración de desamor a la nación española: "No nos ajunta", que dirimamos de chicos. Ese colectivo ha hecho de la nación española el chivo expiatorio de todos sus males. La respuesta de los políticos nacionales ha sido la indiferencia y el desdén. Dice el refrán: "No hay mayor desprecio que no hacer aprecio". No presentar acuse de recibo ha irritado sobremanera al presidente catalán que tensa la cuerda cuanto puede intentando arrastrar al gobierno central a la batalla emocional y, con un poco de suerte, romperla con la esperanza de que la cosa acabe ahí, en campos separados y cada uno con su trozo. Causa estupor contemplar la sonrisa y ademanes de Mas, sus declaraciones de apariencia educada cuando en realidad hunde el puñal en la espalda estatal y lo retuerce con ánimo descuartizador. Eso sí que es mear colonia y no lo de Guardiola. Los catalanes deberían andarse con cuidado con un presidente Zelig que en América se viste de Luterh King, en India de Gandhi, en Suráfrica de Nelson Mandela... Cuando llegue a Venezuela será "Bolívar el Libertador", ya lo veréis. ¡Ojito con los salvapatrias!, porque muchas veces la hunden.

España según Cataluña. ¿Cuál es la mirada de muchos catalanes sobre el resto de los españoles? Curiosamente no conozco grandes animadversiones personales. Los catalanes suelen mostrarse educados y amables en el trato, pero cuando se abstrae la población al "ente España", la cosa cambia. Parece como si el todo no fuera la suma de sus partes. Se identifica el estado con sus políticos. Y en la actual crisis económica se confunde la causa con el efecto. Yo  creo que la mayoría de los españoles no albergamos ninguna animadversión a los catalanes. Sí, en algunos casos indiferencia, en otros muchos perplejidad (cuando estos parecen decididos a  echarse al monte) y, en los menos, un bote pronto de simpatía por esta aventura independentista. Así que, en una maniobra brillante y maquiavélica se está trabajando con una estrategia precisa para cada grupo: con los indiferentes el cansancio hasta el hartazgo para que claudiquen, agotados, con un ¡Que nos dejen en paz!; a los perplejos con una cadena de provocaciones que busca que prenda la chispa que haga explotar la situación, deflagración que será bien aprovechada para encender la hoguera independentista; y a los simpatizantes, con maneras exquisitas de encantadores de serpientes. 
  
Tras una España ya sin Cataluña tendíamos una España menor, nadie lo duda, pero ¿están los catalanes seguros de que heredarán una Cataluña más grande? Nos encontramos ante el dilema de preferir ser: "Cola de león o cabeza de ratón" y como siempre la respuesta está en "Depende de lo que se tenga que cazar". ¿Está Cataluña convencida de poder competir con garantías con grandes naciones en cuestiones de economía si varían las circunstancias? Los grandes leones europeos ya le han marcado el territorio, los créditos a su deuda se denegarían con un "no se fía a desconocidos"... al final venderían su independencia por un rescate a los señores de negro que se volverían los auténticos amos de este ratón independiente. Y mira que en el "Ente España" hemos pasado, en la práctica, por una intervención similar y sabemos lo que duele. 

La historia podría leerse con gafas de distintos colores, variada convexidad, en libros diferentes y por capítulos separados; no soy un experto conocedor de nuestra mutua historia (siempre me han bailado los territorios, los personajes, las fechas... ) pero, en contra de lo que pueda parecer, eso hace que no me aferre demasiado a la misma pareja de baile. Sin embargo hay una versión de la historia que nunca me creeré: La de un Edén catalán poblado por espíritus puros. Tampoco el paraíso español existe ni existió.  La vida como la historia, es una sucesión de invasiones, luchas, acuerdos, intereses, pactos... un continuo toma y daca. En los altibajos de las relaciones de vecindad entre Francia y España mayormente realizada a través de Cataluña, va el puente, y se nos declara independiente. Cosecuentemente la gente elegirá una pasarela propia alternativa: A Francia por Aragón o el País Vasco. 

Y llegamos al centro neurálgico de la sensibilidad nacionalista: "España sobre Cataluña". En mayor o menor media todos anhelamos independencia: cada continente marcará sus límites en el planeta, cada nación situará sus fronteras nítidamente, cada región pugnará por diferenciarse, cada pueblo creará sus propias señas de identidad frente al de al lado, cada barrio tendrá su idiosincrasia, cada familia reclamará la intimidad de sus muros frente a sus vecinos, el hermano reivindicará su cuarto propio, la mano dominante pugnará por acaparar el potencial cerebral para su particular coordinación, cada dedo competirá por apretar correctamente su tecla del piano...
La cuestión es hasta qué punto es necesario levantar una nueva frontera. No está claro cuántas piezas de un puzle empiezan a dar sentido a una imagen. Ni tampoco si es razonable romper un puzle para formar dos imágenes incompletas. No sé si es apropiado recortar las aristas que nos unen porque una u otra imagen parezca más bonita. 
Para los que piensan que el puzle está tan deteriorado que ya no tiene remedio y prefieren salvar sus piezas como sea que se pegunten si no habrá algunas piezas que, en las próximas partidas, decidan que su minúscula parcela de la foto es la más bonita y merecería estar sola. 

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