jueves, 28 de noviembre de 2013

Pelvis real


Majestad: me aburre soberanamente su real pelvis. No me interesan en absoluto las noticias sobre su protésica cadera. Me hastían los partes médicos sobre sus excursiones en andador o sus carreras de pasillos con las muletas. ¡Póngase bien de una vez y déjenos en paz en los telediarios! Estoy harto de la explosión mediática de sus intrascendencias y de la persistente implosión de sus errores y meteduras de pata.
Desearía que no tuviera un pasado homicida, que su futuro no lo dictara un dictador, que no hubiera ninguna duda sobre tus simpatías militares, que su fortuna fuera igual de auditable que la mía.
Le pediría que no me interrumpiera la juerga del año nuevo con un discurso ajeno. Me gustaría que su dicción fuera clara y vibrante como bien merecen las muchas horas de logopedia que, seguramente, ha recibido. Agradecería que tratara con más cortesía a su mujer, que dejara de perseguir princesas, que no fuera obligatorio aplaudir su campechanía. 
Vuelve usted, majestad, de su convalecencia aparentemente hecho un pincel, pero cuando, pasadas unas semanas, hayas de volver a las recepciones oficiales lo hará en un trono. Más por causa de la cruel vejez que por el look de los cuentos.
Finalmente abdicará obligado por la artrosis y respiramos aliviados porque una injusta ley impedirá a la mayor de las infantas, enredada en graves delitos, te suceda.   

De momento, le deseamos que no se accidente usted tanto, que nos sale por un pico. 

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