viernes, 17 de enero de 2014

Es obvio


Esta historia la inventó un tal Adan, allá en el principio de los tiempos cuando le dijo a una tal Eva: "Eres la única mujer de mi vida". Después (otra obviedad) ha historia de las frases obvias ha evolucionado hasta nuestros días acumulando un largo repertorio. Ahora se producen por millares y aparecen en todas las facetas de la comunicación humana. Las he encontrado incluso en mis  propios poemas: "Los peces no tienen sed". Las hay metafísicas: "No sabemos lo que hay después de la muerte",  filosóficas: "Pienso, luego existo" (R. Descartes), éticas: "Ojo por ojo, y el mundo acabará ciego" (Gandhi), incluso se apuntan a ellas grandes científicos: "Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo." (A. Einstein). Otro campo abonado a las obviedades es la política: “En política uno no siempre consigue lo que se propone” (Mariano Rajoy. Marzo 2012). Incluso a veces se hace política de lo aparentemente obvio: "Tenemos derecho a decidir" (depende: ¿a decidir pegar un tiro a fulanito?).

Es obvio que se dicen muchas obviedades. Sin ir más lejos, tenemos una buen repertorio en las entrevistas a personajes deportivos: jugadores, entrenadores, aficionados... Así, al ser preguntado por el próximo partido seremos contestados con reveladoras informaciones: - No podemos confiarnos.  Hay que trabajar en defensa.  Debemos aprovechar las oportunidades. Hay que sudar la camiseta. Puede pasar cualquier cosa: "el fútbol es fútbol"...- En las escuelas de fútbol, evidentemente, existe una asignatura troncal de Perogrulladas.

Dentro de cada hogar somos profusamente obsequiados con cariñosas obviedades  : - Ay, cielo ¿estás e el baño? (después de comprobar que el pestillo está echado), ¿Vas a salir? (y te ve en la puerta con el paraguas) ¿Cariño, te he despertado? (después de encender la luz y golpear la puerta para cerrarla)...

Sí, reiteramos inútilmente muchas veces gracias a nuestras "graciosas obviedades": Nos explicamos repetidamente cuando decimos: "subimos para arriba" o "bajamos para abajo". Nos reímos mucho cuando preguntamos ¿De qué color es el caballo blanco de Santiago? o ¿Qué pesa más un kilo de paja o un kilo de plomo? (aquí muchos ni siguiera verán lo obvio del asunto).

Recuerdo aquel alumno que, hablando del agua en un examen, me ilustró con una obviedad aplastante: "El agua no tiene hijos como los animales". A veces temo el día, no tan lejano, en que sea una obviedad preguntar en clase: ¿Aguno no ha hecho los ejercicios? (-¡Profe porqué nos haces siempre levantar la mano, con lo que cansa...!)

Veamos algunas graciosas: "No soy ateo, gracias a Dios" (es el enunciado negativo de una famosa afirmación de Buñuel); o muchas sacadas de nuestro refranero: "No por mucho madrugar, amanece más temprano", "Si la mierda valiera dinero los pobres nacerían sin culo", "El movimiento se demuestra andando".

En el académico lenguaje de la ciencia encontramos ejemplos farragosos de teoremas que pueden enunciarse mediante vulgares obviedades (como las tres verdades del barquero). Por ejemplo, para citar el Teorema de Bolzano dictado así por su autor: "Si f es una función continua en un intervalo y tiene signos diferentes en los extremos del mismo, existe un punto interior al intervalo en donde la función se anula" (un complejo teorema) encontramos la versión "obvia" de Feynman que te lo traduce a lenguaje de calle: "Si ahora estás en la playa y luego estás buceando, en algún momento deberías haber cruzado la superficie del mar" (Una nítida obviedad). Aunque algunas son difíciles de reconocer: "Sólo hay 10 clases de personas: las que saben binario y las que no"

Y despido esta entrada, naturalmente, con una obviedad: "Esto se ha acabado"

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Esta obra de Jesús Marcial Grande Gutiérrez está bajo una 

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