La imagen precedente es la impresión de pantalla de una de las páginas de la recién inaugurada web del CEIP Antonio de Nebrija en el año 2001. Corresponde a la sección de agencia calendario donde se reflejaban diariamente las actividades y acontecimientos de la semana escolar.
En aquel día pasamos mucho tiempo ante el televisor contemplando los aviones estrellarse una y otra vez contra las torres. Todas las cadenas; en avances, telediarios, informativos especiales y frecuentemente en exclusiva; dedicaron muchas horas a repetir muchas veces esas imágenes hipnóticas, casi irreales.
A vuela pluma esa misma tarde realicé, claramente influenciado por la cadencia de repeticiones televisivas, una sencilla composición con un avión que se lanzaba una y otra vez (en ciclo infinito) sobre las torres y un niño que lloraba inconsolablemente.
Tras un breve comentario elegí una cita que, en caliente, me pareció podría explicar en alguna medida una acción cruel e incomprensible. Hoy en día, no lo hubiera hecho. La frase es, posiblemente, cierta; pero no explica el porqué de esta salvajada. Otros factores como el fanatismo, la manipulación, la educación en el odio... pueden explicar en mayor medida, que no justificar, el terrorismo de Al Qaeda u otros como el de ETA en nuestro país.
En el día de hoy, próximo a comenzar un nuevo curso diez años después, recordamos las 3000 víctimas mortales de Nueva York, las 191 de los trenes de la muerte en nuestro particular 11 de marzo (esta vez el vehículo de la muerte pasó a pocos pasos del patio de recreo de nuestro colegio) y todas las otras víctimas del terrorismo de uno u otro color. Perdón, de un único color: el rojo de la sangre.
Diez años después y parece que fue ayer. Yo también recuerdo aquellas trágicas imágenes que conmocionaron al mundo y como las repetían continuamente hasta que te mareabas viendo el avión tantas veces. Lo del 11M también fue algo difícil de describir, y este mazazo los vivimos muy de cerca,hasta el punto de que conocíamos a muchos afectados, vecinos residentes en distintas poblaciones del corredor del Henares, que en aquellos días se confundían con el corredor de la muerte.
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